Uno de los protagonistas de mi novela Sentimientos Varados es Richard Blumfield, un auténtico caballero inglés del Siglo XVIII educado en las mejores escuelas que supo utilizar su habilidad en los negocios para crear negocios redituables y lograr una notable posición en sociedad. Su riqueza, cultura e inteligencia pronto lo convirtieron en uno de los solteros más cotizados de Londres.
Richard estaba más interesado en expandir sus negocios y concentrar todo su tiempo en nuevas empresas, pasando así largas épocas fuera de la ciudad sin oportunidad para conocer a una mujer para desposarla. La poca curiosidad que tenía por la vida doméstica era satisfecha a través de la convivencia con la familia de su mejor amigo, Henry Fryes.
Henry era completamente opuesto a Richard pero la amistad que forjaron en sus años de estudio los hacía sentir como hermanos. Richard estimaba a Irene, la esposa de su amigo, pero se encariñó especialmente con su hija, la pequeña Becky a quien solía hacerle todo tipo de regalos que conseguía en sus numerosos viajes.
Tras una larga ausencia, Richard regresó para encontrar a Becky convertida en toda una mujer despertando en él sentimientos muy diferentes a los que tenía antes de su partida. Richard se encuentra comenzando un negocio provechoso que lo llevará lejos de Inglaterra y decide llevarse a Becky con él. Henry e Irene están de acuerdo con la unión matrimonial entre su hija y el mejor amigo de la familia.
Richard no cabe de gozo al tomar su puesto como gobernador de una colonia inglesa en una isla en medio del Océano Atlántico. Sabe que no será una tarea fácil pero tiene confianza en sus habilidades y don de mando. Se alegra de haber permanecido soltero el tiempo suficiente para recorrer el mundo y aprender del mundo de los negocios. Ahora, finalmente se siente listo para llevar una vida en familia al lado de su joven y educada esposa.
El gobernador Blumfield es responsable no sólo de su esposa sino de toda una población que depende de su liderazgo y decisiones para prosperar. No tarda en convertirse en un hombre respetado, admirado y querido por los habitantes de la isla. Su inteligencia y visión no tardan en convertir aquel pedazo de tierra en una colonia fértil y autosustentable.
Richard se siente orgulloso de la obvia admiración que su esposa profesa hacia él, Becky es una inocente jovencita cuya educación fue supervisada por su futuro esposo a través de tutores privados. Richard se siente satisfecho por tener una esposa versada en los temas que le interesan a él y está seguro que ella dedicará su vida a complacerlo.
Richard sabe que a Becky nunca se le pidió su opinión respecto a su vida futura pero siempre confió en que ella comprendería que todo lo que hacía era por su propio bien. Richard había tomado las decisiones por todos, por sus padres, por ella, pero fue así porque era lo correcto. Por mucho que estimaba a la familia Fryes, sabía que jamás podrían darle a Becky lo que necesita.
La habilidad de Richard para los negocios es evidente en cada decisión que toma para beneficio de la isla al igual que en su matrimonio. Richard parece tratar a su esposa como una empresa más en la que debe invertir y sacar adelante sin tomar en cuenta los sentimientos. El gobernador está tan complacido con su nueva vida que no se da cuenta que su esposa no es feliz hasta que es demasiado tarde.
Por primera vez en su vida, Richard no sabe cómo solucionar un problema y le aterra ver que el pequeño paraíso que ha construido para sí mismo se ve amenazado por la inhabilidad de Becky para aceptar la voluntad de su esposo. Está seguro que su esposa lo ama pero nunca se atreve a considerar que quizás no esté enamorada de él. Richard teme perderla pero, como si de un negocio se tratara, su instinto le dice que busque la estrategia para convencerla y erradicar cualquier duda y así todo será perfecto.
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