martes, 7 de agosto de 2012

30 Años de puro metal


Tuve una infancia feliz y bastante común, me gustaban las muñecas, los moños, los corazones y los columpios. No fui problemática y aunque hice los clásicos berrinches de cualquier niña saludable, no era muy diferente al resto de las niñas de mi edad. Cuando entré a la adolescencia surgió la típica rebeldía que nos hace cuestionarnos todo lo que hay a nuestro alrededor, sobre todo a las figuras de autoridad. No era una busca pleitos pero reconozco que tuve un pequeño problema de disciplina que ocasionó que, en más de una ocasión, se requiriera la presencia de mi madre en la oficina de la directora.
Ahora me doy cuenta que yo era una rebelde sin causa porque en realidad no tenía nada por qué protestar, nada que hiciera mi vida un suplicio, al menos no más que la de cualquier adolescente que se enoja creyendo que sus padres no lo entienden. Fue en esa época que descubrí un género de música maravilloso, el ritmo furioso, los acordes agresivos y las caras de pocos amigos de los intérpretes me cautivaron de inmediato. Lo primero que pensé fue “ellos están tan enojados como yo, ellos sí me comprenden” y me sentí identificada de inmediato.
Contrario a la creencia popular, el rock pesado o metal no incita a la violencia ni es propio de vándalos y adictos. La mayoría de su audiencia se componía en sus inicios de jóvenes que, después de tanto tiempo de sentir que no encajaban en ningún lugar, encontraban un género que parecía hablarles directamente y hacerles ver que no importaba lo que los demás pensaran de ellos. Eso fue justo lo que me pasó a mí, no sólo los acordes me hacían vibrar sino que las letras me inspiraban a canalizar mi rebeldía de otras maneras, a dirigirla de manera positiva para encontrar mi lugar en este mundo.
Los pioneros del metal abrieron el camino para otros géneros como el hard rock. Desde Ozzy Osbourne y AC/DC hasta Mötley Crüe y Van Halen, todos me ayudaron a sobrevivir esa etapa en la que tantos adolescentes se pierden. Me encantaba usar playeras con las imágenes de mis grupos favoritos y escuchar su música a todo volumen en mi walkman, gracias a ellos me concentré en los estudios y en mantenerme lejos de los problemas, por más extraño que parezca.
Uno de los mejores grupos de este género es, indiscutiblemente, Metallica. Tuve la fortuna de verlos en vivo en 1993 y mis amigos llevan 19 años escuchándome decir que fue el mejor concierto de toda mi vida. Pues bien, no volverán a escucharlo de mí porque, oficialmente, el mejor concierto ahora fue el de Metallica 2012 en el Palacio de los Deportes en México, D.F.
La mega producción con la que conmemoran 30 años de trayectoria provocó la euforia de todos los asistentes. El piso del escenario está cubierto en su totalidad por pantallas que exhiben imágenes alucinantes que acompañan a la perfección a la extraordinaria voz de James Hetfield. Incluso muestran acercamientos de la mano de Kirk Hammett tocando la guitarra, de Robert Trujillo tocando el bajo a una velocidad impresionante y de Lars Ulrich golpeando furiosamente la batería.
El escenario se prende una y otra vez con grandes llamaradas que salen del suelo creando el fondo perfecto para los ataúdes que bajan del techo inclinándose para revelar que también son pantallas. Diversos elementos del set representan los álbumes de Metallica, como las cruces que salen del piso dando la sensación de que el grupo toca en un cementerio o la estatua de la justicia que arman sobre el escenario con ayuda de una grúa durante una canción.
Todos enloquecimos cuando, durante la interpretación de Ride the Lightning, una silla eléctrica de grandes dimensiones descendió del techo acompañada de unas bobinas que la electrificaron. Ver a James tocando su guitarra mientras la electricidad brillaba a sus espaldas fue emocionante. Tocaron gran parte de sus éxitos durante las dos horas y media que duró el concierto aunque faltaron muchas otras que los fans ansiábamos escuchar.
El público entonó cada canción demostrando que se sabía a la perfección todas las letras, algo impresionante en un país cuyo idioma no es el inglés. Todos levantamos el puño al ritmo de Master of Puppets y nos mecimos al compás de Nothing Else Matters. Hacia el final, cuando creímos que lo habíamos visto todo, bajó un sanitario enorme para conmemorar el título original del álbum Kill ‘em all que fue censurado. La mano gigante que salió de él sosteniendo una espada lo dice todo: Metal up your ass.
Nunca había visto a Metallica con una producción de tanto presupuesto aunque sé que lo hubiera disfrutado de igual manera si sólo hubieran estado los cuatro integrantes parados al centro iluminados por un foco interpretando las canciones que han marcado mi vida. Hubo muchas personas que me dijeron que mi gusto por esa música era sólo una etapa, un capricho y que eventualmente la dejaría atrás cuando madurara.
Treinta años después los sigo escuchando, voy a sus conciertos y me pongo playeras con su logotipo aunque ya no estén tan de moda como en otros tiempos. Me gusta escuchar otros tipos de música pero siempre tendrán un lugar muy especial en mi corazón los grupos con los que crecí. Y es por eso que aguardaré pacientemente a que el metal regrese más fuerte y más pesado que nunca.

La imagen utilizada es el póster oficial de Metallica en México 2012, Palacio de los Deportes.

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