miércoles, 20 de marzo de 2013

El lado amable del terror


“Los monstruos existen y los fantasmas también, viven dentro de nosotros y algunas veces son los que ganan”. Esta cita sólo podía provenir del brillante y prolífico escritor Stephen King. Su nombre es parte de la cultura pop desde los setentas, su estilo característico y habilidad para hurgar en lo más profundo de la psique humana sigue cautivando hoy en día a lectores de todas las edades y generaciones.
King no sólo ha vendido millones de copias sino que muchas de sus novelas han sido adaptadas a películas para cine y televisión contribuyendo enormemente a su reputación cómo autor de terror. Sin importar las preferencias en géneros literarios y películas la mayoría de las personas saben de qué tratan o por lo menos han escuchado sobre Christine, Cujo, Carrie, El resplandor, Eso, Cementerio de Mascotas y Miseria por mencionar sólo unas cuántas.
Se podría pensar que los libros elegidos para llevar a la pantalla grande son los culpables de que Stephen King sea comúnmente clasificado cómo escritor de horror dejando de lado las novelas que ha escrito de suspenso, ciencia ficción e incluso fantasía pero es sólo un problema de percepción. King ha escrito numerosas novelas que no tienen nada qué ver con monstruos, dimensiones paralelas, fantasmas, posesiones demoniacas ni asesinos. King tiene un lado sentimental que lo ha llevado a crear personajes de nobles sentimientos e historias llenas de esperanza.
La Milla Verde, protagonizada por Tom Hanks, es un claro ejemplo de la polaridad de King cómo escritor. Cadena Perpetua, Cuenta conmigo y Eclipse Total, aunque tienen ciertos aspectos obscuros, tratan temas cómo la amistad y la esperanza. Muchos se sorprenden al descubrir que King está detrás de tantas películas que han tocado las fibras sensibles de las personas. Esto no tendría por qué resultar tan desconcertante, después de todo, los autores tan prolíficos cómo él tienden a explorar diversos géneros pero el público se rehúsa a perder al Stephen King de horror.
Es comprensible, incluso los cineastas parecen empeñarse en que las novelas de King sean aún más macabras. Stanley Kubrick cambió y agregó ciertos aspectos en El resplandor y Brian De Palma hizo lo suyo con Carrie, ambos con la intención de hacer las películas más intensa para lograr un mayor impacto en el público. Los leales fans de King no aceptaron del todo estos cambios pero los números en taquilla fueron suficientes para que las productoras no perdieran el sueño por ellos.
Otro lado poco conocido de King son los variados proyectos en colaboración con su hijo Joe Hill, Michael Jackson, John Mellencamp y Barbara Kruger entre otros. King trabajó también con Peter Straub, el aclamado novelista de horror, para escribir una trilogía de fantasía que comienza con El Talismán. Esta novela nos presenta a Jack Sawyer, un niño de doce años que se embarca en una extraña aventura con la esperanza de salvar a su madre enferma.
El libro comienza un poco lento, tedioso incluso pero en cuanto Jack comienza a creer en las palabras del misterioso cuidador del parque de diversiones la historia cobra vida. King y Straub nos muestran un fantástico mundo paralelo al que sólo unas cuántas personas pueden entrar. No sólo eso, con un poco de práctica es posible moverse entre los mundos a voluntad pero esa habilidad puede poner en peligro a la humanidad entera si la desarrollan las personas equivocadas.
Resulta poco creíble que un niño de doce años pueda infundir temor en enemigos adultos y armados hasta los dientes pero esa es la magia de esta novela. El hecho de que un niño sin experiencia ni malicia sobreviva en un mundo hostil y desconocido impulsado por el amor hacia su madre y la necesidad de hacer el bien es un ejemplo de uno de los tantos mensajes de esta historia.
King y Straub cuidaron cada detalle del mundo paralelo que Jack recorre, desde el idioma y la moneda utilizada hasta las costumbres de cada región. Cada paisaje es descrito vívidamente detallando incluso los olores y los sonidos que, dependiendo de la situación, pueden resultar reconfortantes o atemorizantes. Esta novela está plagada de moralidad y valores pero resulta extraño que una lectura no recomendada para niños tenga tantas enseñanzas que parezcan dirigidas a ellos. Si fuera película seguramente el resultado parecería un episodio de Plaza Sésamo dirigido por Quentin Tarantino.
Admito que tenía mis dudas porque Stephen King tiene la manía de colocar hacia el final de sus novelas ciertos elementos que en ocasiones resultan desconcertantes. Conforme se reducía el número de páginas faltantes me iba preparando para un desenlace poco satisfactorio pero me alegra decir que no fue así. A pesar de los extraños finales que Stephen King elige sigo comprando sus libros.
El Talismán no es el típico libro de Stephen King ya que se aprecia claramente la participación de Straub pero tiene suficientes elementos extraños y seres monstruosos para satisfacer a cualquier fan de King. Las aventuras de Jack continúan en la segunda parte, Black House, pero aún no hay fecha para el lanzamiento de la tercera. Posiblemente King se tome un tiempo de la fantasía para escribir algo de terror. Quizás sea terapia para él como bien dice “Yo no tengo pesadillas porque todas se las doy a ustedes”.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

jueves, 14 de marzo de 2013

Sentirás que estás en Broadway


El teatro siempre ha tenido una magia especial que cautiva a cualquiera que acude a una puesta en escena. Escenografía, iluminación, musicalización, vestuario, actores, directores y productores son sólo unos cuántos elementos detrás de cada presentación. Se podría pensar que todo el arduo trabajo y las incontables horas de ensayo llegan a su culminación en la noche de estreno pero es sólo el comienzo.
La mejor recompensa para los artistas es el aplauso del público que, en ocasiones, lo hace de pie en señal de reconocimiento al talento y el esfuerzo. La mejor recompensa para una puesta en escena es la demanda del público que la lleva a permanecer en cartelera por largas temporadas. No tenemos que dedicarnos a las artes escénicas para comprender la fascinación que la aceptación del público ejerce sobre los actores aunque la vida sobre los escenarios no resulta tan atractiva para todos.
Recuerdo cuando era niña y me veía obligada a participar en las obras escolares. La mayoría de mis compañeros se emocionaban y ponían su mejor esfuerzo en las audiciones para conseguir buenos papeles. Los demás nos conformábamos con papeles sin importancia o incluso siendo parte de la escenografía, algo cómo una roca o un árbol cuya única responsabilidad fuera pararse sobre esa pequeña marca con cinta adhesiva en el suelo que indicaba nuestro lugar.
Nunca me interesó tener el protagónico ni que la obra de nuestro salón fuera la mejor de toda la escuela. Encontraba más emocionante ser parte del público. Desafortunadamente ese era un privilegio de los padres ya que los alumnos debíamos permanecer tras bambalinas incluso durante las obras en las que no participábamos. Cuando finalmente asistí como público a ver el musical Vaselina fue todo lo que imaginé y mucho más. Parte de mi emoción fue porque era con el grupo musical Timbiriche, confieso que fui su fan cuando era muy pequeña. Lo importante fue que a partir de ese momento me enamoré del teatro.
A través de los años he visto todo tipo de puestas en escena por compañías de teatro pequeñas y por productoras internacionales de grandes presupuestos. Desde dramas y comedias hasta teatro experimental y musicales. En éstos últimos he tenido la fortuna de ver a Elaine Paige, una de mis cantantes favoritas, en Sunset Boulevard y tener a Rum Tum Tugger bailando frente a mí guiñándome el ojo en Cats. Las historias narradas a través de canciones y coreografías me llevaron a desear que Christine no eligiera a Raoulle en El Fantasma de la ópera, a pesar de saber que ese no sería el desenlace.
Uno de los musicales más emotivos que he visto ha sido Les Miserables. La historia es conmovedora por sí sola pero la hermosa musicalización que logra de manera brillante transmitir los ideales, sentimientos y conflictos de los protagonistas es capaz de dejar sin aliento a cualquiera. Cuando la vi intenté contener las lágrimas en una de las escenas más tristes, pero al ver que la mayoría a mi alrededor lloraba desconsoladamente me parecía estar fuera de lugar si no me unía a ellos. Incluso vi señores de rostros severos y adolescentes de miradas cínicas limpiando discretamente las lágrimas que se les escapaban.
Cuando supe que Les Miserables sería llevado a la pantalla grande me emocioné al descubrir al reparto, todo iba bien hasta que vi el nombre de Russell Crowe. Este actor nunca ha sido de mi agrado aunque reconozco que hay un par de películas con él como protagonista que son muy buenas pero la idea de verlo cómo el Inspector Javert realmente me molestó. Sé que Crowe no es nuevo en el mundo de la música y ha estado en varios grupos, tiene varios discos y ha ido de gira, aun así, no me convencía la idea de que le permitieran cantar en uno de los mejores musicales de todos los tiempos.
La adaptación a película fue todo un éxito, la producción cuidó hasta el último detalle y el resultado fue impresionante. El director, Tom Hooper, tomó la acertada decisión de pedir a los actores que cantaran en vivo en cada escena, acompañados por música de piano, para dar mayor libertad creativa e imprimir más dramatismo. La musicalización con orquesta se agregó en post-producción. Ver Les Miserables en el cine conmueve casi de la misma manera que lo hace en el teatro.
Hugh Jackman y Anne Hathaway estuvieron impecables y Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen se robaron cada escena en que aparecieron. En general, el reparto fue uno de los más acertados que he visto. Pero no todo fue perfecto, lo que falló fue, tal cómo me temía, la presencia de Russell Crowe. En esta cinta quedó demostrado que Crowe está muy por detrás, musicalmente hablando, de sus compañeros de reparto. Sus intervenciones en ocasiones lucían acartonadas, dando la impresión de que estaba tan preocupado por acertar las notas que olvidaba que debía actuar también, o por lo menos mover los brazos al caminar.
Como experimento estuvo bien pero en una producción tan importante, en la que el resto de los actores cumplieron y algunos hasta superaron las expectativas, fue una lástima que no se cuidara más la elección para un personaje tan importante y complejo como Javert. Crowe está bien para interpretar gladiadores y boxeadores. Ser guitarrista y vocalista de su grupo de rock es bastante lucrativo también, no necesita buscar ingresos extras por otro lado. Así que, espero que por el bien de todos se mantenga alejado de la comedia musical.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.