Un rebelde joven francés del Siglo XVIII que nunca se ha regido por los convencionalismos, que no teme a embarcarse en cuanta aventura surge en su vida y experimentar todo lo que la vida ofrece, así es Guillaume, el protagonista de mi novela Sentimientos Varados.
Guillaume debió enfrentarse a las adversidades de la vida desde pequeño y al no contar con los medios económicos ni la posición social para tener asegurado su futuro decide buscar su propio camino. Su físico es evidencia de una vida de trabajo arduo con el que se ha ganado el sustento pero su sueño es ser un gran pintor que plasme en los lienzos la belleza que encuentra en la vida diaria.
Desde pequeño dependió de su ingenio para sobrevivir y su positivismo atrae la buena fortuna que lo acompaña por donde vaya. A pesar de la facilidad con la que hace amigos es un hombre que prefiere la compañía de lienzos y brochas a la de las personas. Su sed por nuevas experiencias lo lleva por el Océano Atlántico hasta una colonia inglesa situada en una isla que no está señalada en los mapas de navegación debido al peculiar negocio que allí se maneja.
Guillaume tenía más experiencia sobre sus jóvenes hombros que la mayoría de los hombres mayores pero nada pudo haberlo preparado para los sentimientos que surgieron en esa isla. Desde que posó sus ojos en la joven Rebeca supo que jamás podría amar a nadie más. Guiado por su impulsividad se lanza a la conquista sin importarle la obvia diferencia de clases sociales entre ellos.
Guillaume está convencido de que nada se interpondrá en su camino para conseguir el amor de Rebeca, ni siquiera el hecho de que ella sea la esposa del hombre que le permitió quedarse en la isla, el gobernador Blumfield. La joven mujer se resiste a los encantos de Guillaume pero la pasión entre ellos es más fuerte que el sentido del deber y la lógica.
La imprudencia de Guillaume jamás lo había metido en problemas tan graves como en los que ahora se encuentra. Cortejar a la esposa de un hombre tan poderoso era lo último que hubiera querido hacer pero el amor que siente por Rebeca le impide razonar las consecuencias de sus actos.
Los jóvenes amantes se las ingenian para mantener su amor en secreto pero nada puede permanecer oculto por siempre y ambos saben que sólo es cuestión de tiempo. Guillaume intenta darle fortaleza a Rebeca con la promesa de un futuro juntos y le pide confiar en él. Sabe que está pidiendo demasiado y por momentos lo asalta el arrepentimiento al darse cuenta que creó una situación para la cual no parece haber solución.
En una época de matrimonios arreglados donde las mujeres debían renunciar a su propia felicidad para conformarse a los designios de la sociedad nadie hubiera dudado en enjuiciar a Rebeca por sus indiscreciones. Guillaume sabía el peligro que corrían si el amorío era descubierto pero lo único que le importaba era mantener el honor y la integridad física de la mujer que amaba.
El gobernador Blumfield era un hombre honorable y respetable pero Guillaume sabe que jamás permitiría que su joven esposa lo humillara con un amorío ni tampoco estaría dispuesto a simplemente permitir que Rebeca lo abandonara por otro hombre. No era la clase de hombre que se quedaría cruzado de brazos, seguramente cobraría venganza.
Guillaume y Rebeca se encuentran atrapados en la isla sin medios para salir de ella y aunque los tuvieran sería imposible hacerlo sin ser vistos. Mientras crecen las sospechas de las personas a su alrededor también lo hace su amor y Guillaume está decidido a llevar las consecuencias al máximo y dar hasta la vida por la única mujer que ha amado.
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