lunes, 27 de agosto de 2012

Dictando el mal gusto


Se dice que hay ciertos temas que, por más ingenioso que sea el comediante, jamás podrá provocar risas sin ofender las sensibilidades de algunos. El sentido del humor varía de una persona a otra y así, hay quienes gustan de la comedia de “pastelazo” y otros de la comicidad basada en el sarcasmo y otros del humor negro o alguna otra variación.
El éxito de los comediantes se basa en presentar el material correcto frente al público adecuado y el mayor error es querer inyectar humorismo a situaciones graves y ofensivas frente a un público cuya situación lo haga particularmente sensible al tema que se toca. Aunque en muchas ocasiones, el tema es simplemente de mal gusto.
Este es el caso de la película más reciente de Sacha Baron Cohen, El Dictador. Este actor se ha hecho famoso por sus estereotipos raciales llevados al extremo en sus comedias. Es de aplaudirle su esfuerzo por distinguirse del resto de los actores y comediantes que llevan años apostándole a lo seguro pero hay una línea muy delgada entre la comicidad y la ofensa.
No soy fan de Sacha ni de sus películas pero reconozco el atractivo que puede tener para sus seguidores. Los cortos de El Dictador mostraban un par de momentos rescatables y una que otra situación cómica así que, contra mi buen juicio me atreví a ver esta película y debo admitir que no veía el momento en que terminara mi sufrimiento.
Sacha tomó inspiración en el infortunio de la situación actual y creó un personaje despreciable que, por momentos, busca inspirar compasión en los espectadores pero fracasa miserablemente en el intento. Comprendo que su intención no era menospreciar a los países tercermundistas ni burlarse de las situaciones políticas y sociales que perpetúan las guerras pero eso fue exactamente lo que sucedió en esta película.
Tal vez la advertencia más clara de lo que me esperaba debió ser la presencia de Anna Faris en El Dictador, ya que sus películas suelen ser bastante cuestionables pero los cortos lograron arrancarme unas risas así que decidí darle una oportunidad. Ahora me doy cuenta que lo único bueno de esa película fue lo que mostraron en los cortos, imagino a los editores del promocional felicitándose unos a otros por haber logrado encontrar algo rescatable en los 83 minutos que duró.
Con esta crítica no pretendo juzgar a Sacha de insensible o prejuicioso, estoy segura que él es una persona muy creativa pero en esta ocasión, fue demasiado lejos. No puedo hablar por los demás pero yo no encuentro el lado gracioso a la opresión, la pedofilia y las ejecuciones. Son situaciones que lograron manejarse con un humor inteligente al principio de la película pero al utilizarlas hasta el cansancio durante toda la trama terminan por hartar e incluso causar incomodidad al espectador.
El Dictador fue un buen intento por parte de Sacha pero no creo que sea buena idea burlarse de los países que tantos años llevan sufriendo y los dictadores que los oprimen. Por más que su intención haya sido la de ridiculizar y criticar a los líderes ebrios de poder el resultado es desastroso y ofensivo. Aunque tal vez ese era precisamente lo que Baron Cohen esperaba.
Sacha ha sido juzgado por el extraño sentido del humor que maneja, incluso se ha metido en problemas con la ley y se ha ganado enemistades en muchos lados, aun así, se mantiene fiel a lo que cree y no puedo menos que reconocerle eso. Por cada persona como yo, que no tiene deseos de volver a ver otra de sus películas, seguramente habrá cientos o miles que se identifiquen con él y esperen con ansias su próxima producción.
Así que, si son personas que no se ofenden fácilmente y están de humor para cuestiones políticamente incorrectas, esta película es para ustedes. Tal vez esté siendo demasiado severa con Sacha pero me gustan las comedias menos gratuitas, sin golpes en la entrepierna ni flatulencias. Prefiero las situaciones cómicas en las es inevitable reírse antes los absurdos de la vida diaria que las carcajadas-reflejo provocadas por un pastelazo en la cara.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

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