lunes, 27 de agosto de 2012

Para llevarse un buen susto


Cuando de entes, espítirus y espantos se trata, no hay persona alguna que no tenga una postura definida al respecto. Ya sea para desacreditar su existencia por completo, admitir la posibilidad de ella o quizá incluso dedicar su vida al estudio de estos fenómenos que la ciencia no puede explicar, por lo menos no satisfactoriamente.
Desde la antigüedad han existido relatos de criaturas espantosas, monstruos espeluznantes y espíritus malignos cuyo único propósito parece ser el de atormentarnos. La creencia en seres sobrenaturales malvados forma parte de muchas religiones para servir de advertencia contra la mala conducta. Algunos padres se valen de recursos parecidos para que sus hijos obedezcan y sobran los charlatanes que encuentran una mina de oro en los temores y supersticiones de las personas.
Pero en algún punto de la historia estos seres misteriosos se convirtieron en material de leyendas y relatos que, más que asustar a las personas para que observaran un buen comportamiento, terminaron por entretener y emocionar a chicos y a grandes. Desde la literatura clásica hasta las producciones de Hollywood, lo sobrenatural se ha convertido en un redituable negocio.
La fascinación provocada por personajes como Drácula y Frankenstein fue aprovechada para crear películas de terror. Momias, hombres lobo, fantasmas e incluso extraterrestres se unieron al elenco de seres que buscaban provocar pesadillas a los espectadores. Aún con los limitados efectos especiales y el deficiente maquillaje se lograba el cometido pero el público era cada vez más difícil de asustar y exigía más y mejores producciones.
El Exorcista, estrenada en 1973, fue una película que marcó época, se atrevió a romper con los convencionalismos y aterrorizó a toda una generación que descubrió lo emocionante que puede ser una película de miedo. Se dice que los desmayos durante las proyecciones eran frecuentes y una serie de leyendas urbanas que se crearon a su alrededor contribuyeron a su éxito en taquilla.
En los ochentas las películas de terror parecían producirse más rápido de lo que uno tardaba en verlas, algunas muy buenas, otras francamente vergonzosas. La gente acudía a las salas de cine en busca de la adrenalina provocada por el temor pero con el tiempo la sensación se fue perdiendo hasta que el furor de este tema se desvaneció lentamente. Años después, Hollywood intentó revivir el género con nuevas producciones que emulaban las fórmulas antiguas sólo que en esta ocasión contaban con grandes presupuestos que mejoraban la calidad.
Después vino el fenómeno de La Bruja Blair, con su innovador estilo de cámara subjetiva y sensación de realidad. Las adaptaciones norteamericanas del cine de terror japonés y los remakes de películas antiguas. Cada vez eran mejores y más atemorizantes pero el público pedía más. Se avanzó otro paso más con Actividad Paranormal y sus escalofriantes tomas, realizadas supuestamente cuando los protagonistas dormían. Era como una competencia para ver quién podía ingeniárselas mejor para asustar al público.
Los hermanos Vicious no quisieron quedarse atrás y realizaron Grave Encounters o Fenómeno Siniestro, como se llamó en México. Tomaron inspiración de los programas de realidad que abundan hoy en día sobre grupos de investigadores paranormales que visitan lugares embrujados y documentan sus experiencias. La película utiliza el recurso trillado de mostrar el material sin editar en el cual vemos el desafortunado destino de los protagonistas sólo que en esta ocasión, a manera de falso documental.
La película empieza un poco lenta pero a partir de la primera experiencia paranormal comienza una serie de eventos escalofriantes, admito que hay un par de escenas que pudieron haberse evitado por no ser suficientemente atemorizantes pero eso no impide que nos llevemos un par de sustos. Fenómeno Siniestro no es la película más terrorífica que he visto pero sí me mantuvo en tensión constante, preocupada por los pobres muchachos que no sabían en lo que se metían cuando decidieron filmar dentro de ese edificio abandonado.
Como todas las películas de este género, debe verse con ganas de asustarse, no sirve de nada criticar las decisiones irracionales de los protagonistas, los detalles técnicos o los errores de continuidad, así no es divertido. No debemos mencionar lo predecible que es la trama o señalar por dónde saldrá el fantasma según el movimiento de la cámara o en qué momento hará su aparición debido a la creciente intensidad de la música. Sólo dejando de lado nuestro cinismo podremos apreciar las películas de miedo por lo que son: una gran manera de pasar el rato.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

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