Hace unos años, en una de mis frecuentes visitas a las
secciones de libros me encontré en el área de best-sellers a Los Juegos del hambre, escrito por
Suzanne Collins. La sinopsis me pareció interesante pero no lo adquirí
principalmente por la edad de los protagonistas, después del fiasco de Crepúsculo no me sentía con las fuerzas
para soportar otro angustioso triángulo amoroso entre adolescentes.
No pensé nuevamente en ese libro hasta que escuché que
habían comenzado a rodar su adaptación al cine. Admito que estaba prejuiciada
desde antes y mi rechazo aumentó cuando leí que la productora confiaba en que
esta franquicia sería tan exitosa o más incluso que Crepúsculo entre el público adolescente. Así que simplemente asumí
que pronto presenciaríamos nuevamente otro círculo mediático de actores
sobrevaluados protagonizando historias mediocres.
Afortunadamente mi desdén no fue suficiente para evitar
que viera Los juegos del hambre cuando
se estrenó porque me sorprendió gratamente. Es infinitamente superior a Crepúsculo, empezando por la
protagonista, Jennifer Lawrence, que es una talentosa y carismática actriz con
una gran personalidad. El tener a Woody Harrelson y a Elizabeth Banks en el
reparto aseguró la presencia de personajes extraordinarios y Lenny Kravitz, en
su papel de estilista, es la cereza del pastel.
La historia es muy buena y aunque hay ciertas escenas
ilógicas, y uno que otro personaje prescindible, la película logra
emocionarnos, conmovernos e incluso indignarnos ante las complejas situaciones
en que los protagonistas se ven involucrados. Mi única crítica negativa en esta
primera entrega sería la facilidad con que se cambiaban las reglas del juego.
Sé que era parte de la historia y todos esos cambios estaban justificados por
la naturaleza caprichosa del enemigo pero aun así eran cambios muy
convenientes, Katniss y Peeta evadieron varias veces el enfrentarse a grandes
dilemas gracias a estos ajustes en el juego.
Hubiera sido más interesante verlos lidiar con las
cuestiones morales y las repercusiones de sus acciones en vez de que se tomaran
ciertas decisiones por ellos. Un gran punto a favor es que el triángulo amoroso
conformado por Katniss, Peeta y Gale tiene ciertos aspectos dramáticos que lo
hacen más real y desgarrador porque ellos no lo buscaron, fueron víctimas de
las circunstancias e incluso sus vidas dependen de cómo lo manejen.
La segunda entrega, Los
juegos del hambre: en llamas, nos muestra cómo ha cambiado la vida de
Katniss y Peeta tras ser los vencedores de los últimos juegos. Vemos a Gale
resentido con Katniss por su relación con Peeta a pesar de que ésta le aclara
que todo fue fingido para poder permanecer con vida. Los vencedores deben
continuar con la farsa durante el Tour de la victoria y para Peeta, que aún
está enamorado de Katniss, no es fácil porque ella mantiene su distancia. Peeta
le ofrece su amistad y poco a poco logra ganarse la confianza de Katniss que
comienza a tener sentimientos hacia él.
Mientras tanto el descontento de las masas sigue
creciendo y el presidente Snow teme una revuelta, le preocupa la admiración que
Katniss despierta entre los distritos más pobres. En un intento por deshacerse
de la nueva heroína, Snow cambia nuevamente las reglas y decide que, por
tratarse de una celebración especial de Los juegos del hambre, los tributos
serán seleccionados entre los vencedores de juegos anteriores. Asegurando así
que Katniss participe nuevamente en la sangrienta pelea.
Katniss y Peeta deben enfrentar nuevamente a todo tipo
de rudos y excéntricos personajes. La angustia en esta segunda parte es aún
mayor porque ya conocemos la dinámica de los juegos y sólo podemos esperar que
en esta ocasión sean mucho peores. Katniss ahora debe lidiar con la sensación
de impotencia ante las decisiones de Snow y sus nuevos sentimientos por Peeta mientras
intenta permanecer con vida el tiempo suficiente para cuidar a su compañero y
asegurar que él sea el vencedor.
Los riesgos que enfrentan en esta ocasión son mucho más
aterradores que un enjambre de rastrevíspulas o un puñado de adolescentes
furiosos, en esta entrega la arena es una jungla con mortales peligros
acechando por todos lados. Katniss demuestra nuevamente sus habilidades de
supervivencia mientras Peeta hace lo que hizo en la primera película: caerse,
herirse y dejarse rescatar por Katniss. El pobre personaje de Peeta parece ser una
damisela en peligro que, más que ayudar, es en ocasiones un pesado lastre que
la heroína debe arrastrar.
Hay nuevos enemigos y aliados pero se echa un poco de
menos la acción constante que vimos en la primera. En esta película todos los
cabos quedan sueltos, las historias quedan inconclusas y el destino de los
personajes es incierto, dejando cientos de preguntas en el aire. Era de
esperarse ya que, por tratarse de una trilogía, esta segunda parte sienta las
bases para la conclusión de la historia que veremos en las últimas dos
entregas. Se confirmó recientemente que el último libro se dividirá en dos
películas para poder dar al público el final que merecen aunque la realidad es
que es más redituable hacerlo de esta manera pero se agradece a los estudios el
que que quieran hacernos creer que se preocupan por los fans.
Los
juegos del hambre: en llamas es una gran secuela que no
pueden perderse incluso si no son fans de la saga. Esta es una de esas
franquicias que se vuelven relevantes en la cultura pop de manera inmediata y
que a pesar de estar dirigida a un público adolescente se ha ganado fácilmente
una legión de seguidores de todas las edades.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película
y es propiedad de la productora.