miércoles, 20 de noviembre de 2013

Noches que duraron siglos

Mis padres, ambos asiduos lectores, me inculcaron el amor por la lectura y en mi casa siempre hubo una abundancia de material impreso para satisfacer mi creciente pasión por las letras. Desde revistas especializadas y cómics hasta enciclopedias y libros, tuve la fortuna de crecer rodeada de todo tipo de información. Quizás las nuevas generaciones no puedan comprenderlo del todo porque están acostumbradas a consultar cualquier duda en internet pero en el siglo pasado dependíamos de los impresos.
Prácticamente no había área en mi casa que no tuviera material de lectura al alcance de mi mano, en las recámaras, en el comedor, en los baños, era fácil encontrar algo qué leer. Adquirí de manera muy natural la costumbre de leer todo lo que cayera en mis manos incluso si no me sentía particularmente atraída por una revista o libro, si lo tenía frente a mí lo leía. Hasta la fecha tengo ese hábito que me ha dado tantas satisfacciones como dolores de cabeza.
Por lo general elijo mi material de lectura por el autor, por el género, por recomendación o simplemente porque me llamó la atención el título o la portada y al leer la sinopsis termina de convencerme. He leído muchos libros por recomendación y no siempre he tenido resultados positivos y muchos otros los he leído simplemente porque estaban frente a mí. De la misma manera en que, a pesar de que no me interesan, leo los resúmenes de las telenovelas y las recetas favoritas de los artistas en las revistas que inevitablemente me rodean en la estética mientras espero mi turno, así leo los libros que yo no compré pero que andan rondando por mi casa.
Para algunos puede resultar extraña esta costumbre pero tengo que admitir que este sistema me ha permitido conocer nuevos autores e historias, he sido gratamente sorprendida con novelas de las que no esperaba mucho pero también he pasado horas arrepintiéndome de haber comenzado un libro porque una vez que lo empiezo debo terminarlo, sin importar cuan tedioso lo encuentre o qué tan mal escrito esté. No es que sea masoquista, simplemente creo en terminar lo que empiezo aunque no siempre sea de mi agrado.
No me arrepiento de haber leído todos aquellos libros que no han cumplido con mis expectativas, intento sacar provecho de ellos ya que de todos se puede aprender algo, ya sea algún dato histórico que desconocía o por lo menos conocer lo suficiente sobre la obra de un autor para no adquirir más de sus obras. Pero lo que he aprendido muy bien es que un libro o autor no sólo por el hecho de ser reconocido o galardonado debe gustarme.
Yo era muy pequeña pero tengo muy vívido el recuerdo de haber visto en algún lugar de la casa el libro Noches de la antigüedad. Se me quedó grabada la imagen de la pirámide y el sol en la portada, era un libro grande y pesado que no recuerdo siquiera haber hojeado, a mi edad parecía un libro demasiado “adulto” y tenía una abundancia de material más atractivo. Con el paso del tiempo lo olvidé pero las circunstancias lo trajeron de vuelta a mi vida y decidí que ya era hora de darle una oportunidad.
Sabía poco de su autor, Norman Mailer, sólo que había ganado dos premios Pulitzer y que era considerado un innovador en su género. Creó controversia al afirmar que Marilyn Monroe había sido asesinada por el FBI en la biografía que escribió y se decía que era un hombre violento y misógino que apuñaló a una de sus seis esposas. Aun con esos antecedentes me pareció una buena idea leer Noches de la antigüedad y me temo que cometí un error.
La sinopsis prometía una historia de reencarnación llena de intriga, traición, romance y datos históricos. Un relato situado en el antiguo egipcio donde el mundo de los dioses y el de los hombres eran uno mismo. Es innegable la extensa investigación que debió hacer Mailer porque la obra se encuentra plagada de detalles de la vida cotidiana, tantos que por momentos es insoportable. Nos cuenta que los egipcios usaban pelucas pero ¿acaso debemos leer todo el proceso que seguían? Bastaba con que nos contara sobre los vendedores en el Nilo pero no había necesidad de describir toda su mercancía y desde donde la habían traído y cómo.
Mailer abusa de las descripciones no sólo del entorno sino de las situaciones. Los diálogos son repetitivos y tediosos, nos recuerda una y otra vez el lugar en el que estamos o las ropas que los protagonistas portan. Relata una y otra vez los mismos pasajes vividos por los personajes. Es fácil comprender por qué Mailer tardó diez años en completar esta obra, sentí que cada capítulo duraba un siglo.
La premisa del libro era buena ya que cuenta la historia de reencarnación de un hombre y sus cuatro vidas. Mailer hace una minuciosa descripción de las vivencias de este hombre como campesino, sacerdote, mago, auriga, general, ladrón de tumbas y muchos otros oficios en diferentes situaciones. Cada etapa de estas vidas es relatada lentamente mientras que fantasía y realidad se mezclan dando un confuso resultado. Es curioso que un machista como Mailer haya dedicado tantos pasajes de su libro a las relaciones homosexuales del protagonista y que haya descrito de manera tan vívida el placer que le proporcionaban.
Debo admitir que leer sus 572 páginas fue un verdadero suplicio y en más de una ocasión estuve a punto de tirar la toalla. A mitad del libro decidí buscar críticas en internet para saber si yo era la única que sentía tal aversión por este libro. En general, las críticas eran positivas, alababan al autor y a la trama pero en la mayoría encontré curiosas aclaraciones como “sólo para lectores experimentados” y “es una lectura pesada pero vale la pena” y muchas otras tenían todo tipo de advertencias sobre lo aburrido que era pero disfrazadas de parcos elogios.
Todos esos críticos me parecieron demasiado complacientes y temerosos de externar su verdadera opinión, quizás por no querer ser tomados por incultos. Sólo encontré una crítica que en mi opinión era la más sincera en la que, no sólo admitían desconcierto por el libro, sino que expresaban arrepentimiento por haberlo adquirido. Por mi parte, nunca me he guardado mi opinión respecto a los libros sin importar si son obras galardonadas o de autores respetados, una obra no tiene por qué gustarme simplemente porque ganó algún premio.
Puedo decir sinceramente que Noches de la antigüedad no me gustó, quizás no lo entendí o no supe apreciarlo pero en realidad no importa, un lector decepcionado no va a hundir a un libro o a un autor, es cuestión de gustos. Lo único que puedo hacer es admitir mi sentir, no tengo necesidad de fingir que me gustó sólo porque sería la opinión que se esperaría de un libro escrito por Norman Mailer.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.
 

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