Comer es uno de los mayores placeres de la vida y no me
refiero simplemente a saciar nuestro apetito o satisfacer un antojo sino a
degustar lentamente un delicioso manjar cuyo sabor parece transportarnos a otro
mundo. No es una exageración, por lo menos no para mí, un platillo exquisito
puede ponerme de buen humor e incluso desestresarme, de la misma manera en que
una comida sin sabor o mal preparada puede arruinar mi día.
No estoy obsesionada con la comida pero reconozco que
me encanta probar todo tipo de platillos y disfruto enormemente planear salidas
a mis restaurantes favoritos. Casi envidio a las personas cuyo trabajo es
precisamente comer en todo tipo de restaurantes porque escriben reseñas en
alguna revista o certifican la calidad de los centros de consumo. Asumo que
deben deleitarse con su trabajo pero quizás al hacerlo por obligación no
resulte tan divertido después de todo.
No creo que yo hubiera podido trabajar en algo así, por
lo menos no en lo que a otorgar calificaciones respecta porque hasta la fecha
no he encontrado alimento que me rehúse a comer, soy de esas personas que comen
de todo. No sé si se considere una cualidad pero ese aspecto de mí debo
agradecérselo a mi padre. Él siempre decía que “aquel que no se atreve siquiera
a probar un platillo para decidir si le gusta o no, no sabe comer”.
Tenía razón, a través de los años me he topado con
personas que dicen que cierto alimento no les gusta simplemente por su aspecto,
por su procedencia o porque nunca lo habían visto. Estas personas se pierden de
una nueva experiencia por temor o inseguridad ¿qué importa si les gusta o no?
Lo importante es probarlo y si no es de su agrado no tienen por qué volver a
consumirlo. Por lo menos lo habrán intentado y no tendrán que conformarse con
lo que otras personas les cuenten.
En mi caso suelo olvidar si algún alimento no me gustó
del todo y vuelvo a comerlo si se presenta la oportunidad. Cada cierto tiempo me
encuentro en alguna situación en que se ofrece queso azul como botana o
complemento y en cada una lo consumo y recuerdo que su sabor no es de mis
preferidos. Aun así, si el día de mañana alguien vuelve a ofrecérmelo, volveré
a comerlo con la esperanza de que algún día me guste. Quizás sea necedad pero
me rehúso a ser el tipo de persona que se queja de la comida.
Me encanta ver en televisión los programas sobre Chefs
que compiten entre sí para preparar los platillos más ingeniosos y deliciosos. El
grado de concentración que emplean y la complejidad de la preparación de sus
platillos me asombran. Sobre todo porque no soy el tipo de persona que puede
pasar horas en la cocina, no me atrae la idea de estar todo el día cortando,
hirviendo, guisando, gratinando, etc. Me gusta la comida pero me gusta más
cuando la prepara alguien más.
De acuerdo a mis habilidades culinarias y mi estilo de
vida, cualquier platillo que al prepararse tome más tiempo que lo que dura un
corte comercial ya tardó demasiado. Claro que tengo que cocinar de vez en
cuando pero prefiero dejar todo listo para simplemente recalentar entre semana.
Es aquí donde agradezco ser alguien que come de todo, si no, mi vida sería muy
difícil ya que no puedo darme el lujo de desayunar, comer y cenar fuera todos
los días. Saboreo igual un sándwich que un plato gourmet.
Se puede preparar comida siguiendo cualquier receta
pero hace falta mucho más para ser un chef, no se trata sólo de los
conocimientos. Hay personas que nacen con un don, un sazón muy personal que,
aunado a su creatividad, los lleva a combinar ingredientes y transformar
alimentos comunes en platillos extraordinarios. Un verdadero chef es aquel que
tiene una visión y que busca perfeccionar su arte culinario.
La comedia francesa El
Chef cuenta la historia de Jacky, un apasionado aspirante a chef que se
rehúsa a comprometer su visión. Jacky es incapaz de conservar sus empleos
debido a su peculiar visión culinaria y su molesta inflexibilidad. Las
circunstancias lo llevan a conocer a Alexander Lagarde, interpretado por el
talentoso Jean Reno, un reconocido chef en busca de inspiración para un nuevo
menú.
Jacky es un gran admirador de Lagarde y acepta de
inmediato una propuesta de trabajo de su parte. La singular personalidad de
Jackie en contraparte con la seriedad y profesionalismo de Lagarde crea todo
tipo de situaciones divertidas. La trama se complica cuando el dueño del
restaurante en el que trabajan tiene intereses para los que le conviene que el
nuevo menú de Lagarde sea un fracaso.
Jacky y Lagarde traman todo tipo de planes y contratan
ayudantes para crear el menú que les permita conservar sus empleos. La trama es
buena y entretenida aunque quizás pudieron haber explotado más a los personajes
y hacerlos más cómicos. Hay un par de escenas que pueden hacer llorar de risa a
cualquiera pero el resto de la película transcurre tranquilamente.
Las comedias francesas son más sutiles que las
norteamericanas pero no por eso son menos divertidas. Manejan un sentido del
humor fino e inteligente que algunos pueden perderse un poco en la traducción.
Esta película no tuvo ese problema pero he visto mejores como Se renta esposa y Usted es muy guapo. El Chef
es una comedia entretenida con personajes carismáticos que pudo ser mucho más
pero se quedó en una bonita película ideal para pasar el rato.
Jean Reno es un gran actor y aunque sea por él vale la
pena ver esta película aunque hay que reconocer que Michaël Youn está a la
altura de Reno al interpretar convincentemente al obstinado y talentoso chef,
Jacky. Te chuparás los dedos de gusto después de ver esta deliciosa comedia.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película
y es propiedad de la productora.
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