miércoles, 11 de septiembre de 2013

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Las estadísticas sobre violencia doméstica son alarmantes y, tristemente, no parece que vayan a cambiar en un futuro cercano. Resulta indignante que una de cada tres mujeres, a nivel mundial, serán víctimas de violencia por parte de su pareja y que la causa número uno de muerte de mujeres en Europa sea la violencia doméstica. Hay cientos de decepcionantes cifras que dejan en evidencia la brutalidad con la que se sigue tratando a las mujeres.
Habiendo tantos peligros y males en el mundo lo ideal sería que las mujeres por lo menos pudieran contar con la protección de los hombres que dicen quererlas. Desgraciadamente los estudios demuestran que cerca del 40% de las mujeres asesinadas fueron víctimas de sus propias parejas. Todos, en algún punto de nuestras vidas, nos hemos molestado tanto con algunas personas que hemos sentido deseos de ahorcarlas pero sólo figurativamente, no literalmente.

No hay justificación alguna para la violencia, está claro que si alguien nos agrede debemos defendernos y, en el mejor de los casos, escapar y alejarnos del peligro pero nunca debemos dar el primer golpe, hacerlo significa que estamos renunciando al raciocinio o que simplemente no tenemos la capacidad de enfrentar una situación de manera inteligente. Las personas violentas vuelcan sus frustraciones en los demás y los culpan de su infelicidad.

La violencia doméstica no es nada nuevo, hombres acomplejados que pretenden sentirse superiores al golpear a sus parejas siempre han existido y desafortunadamente siempre existirán. Se han creado leyes para intentar detenerlos o por lo menos castigarlos ya que han cometido sus crímenes pero muchos se salen con la suya y a otros tantos ni les importa, pueden entrar y salir de la cárcel durante toda su vida y nunca aprender la lección.

Es deprimente ver en las noticias tantos casos sin resolver, hombres que asesinaron a sus esposas y que caminan libremente por las calles sin que se haga justicia y peor aún, que haya mujeres que se involucren con ellos sin razonar que abusadores así nunca cambian. Ni qué decir de los países en que la violencia contra las mujeres no sólo es justificada sino incluso alentada, hay días en los que siento que debería renunciar a leer los periódicos y ver los noticieros. Aunque mientras me siga indignando con las injusticias por lo menos sé que no he perdido mi humanidad.
Estamos tan acostumbrados a aceptar que el mundo funciona de tal o cual manera que en ocasiones parece que casi nada nos sorprende. Cuando sabemos de alguna mujer muerta o desaparecida inmediatamente sospechamos de su esposo y no sólo nosotros sino la policía también ya que las estadísticas no mienten. No digo que todos los esposos sean asesinos pero nuestro primer impulso tras la muerte de una mujer es culpar a su pareja.

Perdida, de Gillian Flynn, es una novela de suspenso que planta la semilla de la desconfianza en el lector desde la primera página. La primera mitad del libro está narrada en primera persona y así conocemos a Nick, un escritor desempleado, cuyo matrimonio con Amy parece estar en problemas. No le daríamos mucha importancia al respecto de no ser porque Amy desaparece misteriosamente en su aniversario de bodas y, como era de esperarse, el principal sospechoso es su esposo, Nick.
Justo cuando creíamos habernos formado cierta imagen de Nick nos encontramos con algunas revelaciones por parte de Amy en su diario. Cada capítulo es un juego de “él dijo, ella dijo” en el que familiares, amigos, conocidos de la familia e incluso los medios van perdiendo la fe en encontrar a Amy y se vuelven poco a poco en contra de Nick, el esposo que no parece muy preocupado por recuperar a su querida mujer.

Perdida estuvo en la lista de los más vendidos del New York Times durante ocho semanas así que sabía que la historia no podía ser tan obvia, ni tan sencilla. Flynn nos lleva de un lado a otro y juega con nuestras mentes hasta el punto en que no sabemos en qué o en quién creer. De por sí la historia ya es bastante obscura pero la autora súbitamente le da un giro espeluznante que demuestra por qué esta novela ha sido tan exitosa.
Reconozco que por momentos parece perderse un poco la tensión que se vino preparando desde un principio pero quizás se deba a las revelaciones que Flynn nos suelta con cuentagotas que van resolviendo el misterio. Perdida es uno de esos libros en los que tardarás más en comprarlo y llevarlo a casa que en leerlo, la trama fluye y es tanta la desesperación por saber el desenlace que será difícil interrumpir la lectura.

Ya se está preparando la adaptación al cine de esta novela y será dirigida por David Fincher. Será interesante ver si Fincher logra proyectar la intensidad que logró con La chica del dragón tatuado y la calidez de El curioso caso de Benjamin Button para mostrar ambos lados de la historia y sorprender al público con la complejidad de los personajes.
Supongo que será relativamente fácil hacer la adaptación ya que Perdida se siente por momentos como si hubiese sido creada para la pantalla grande. Puedo visualizar las actitudes de los protagonistas, la locación y el frenesí mediático que influye en el desarrollo de la trama pero lo que me cuesta trabajo aceptar es al actor que eligieron para el papel de Nick.

No soy fan de Ben Affleck, como director creo que puede llegar muy lejos pero como actor no tengo nada positivo que decir, así que mejor me limito a opinar que el libro es muy entretenido y que confío en que la ingeniosa trama sea suficiente para cautivar a los espectadores sin importar las decisiones de casting.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

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