Es imposible aislarse de la publicidad a menos que seas un ermitaño viviendo en una cabaña en el bosque y aun así no sería de sorprender que deslizaran un volante bajo tu puerta o algún banner promocional volara sobre tu cabeza jalado por un aeroplano. Sería hipócrita de mi parte criticar el bombardeo de publicidad ya que llevo más de 10 años trabajando en esa área pero hasta yo tengo que reconocer que esto se está saliendo de control.
Las campañas publicitarias y las estrategias están cuidadosamente planeadas para incitar el interés del público en servicios y productos que no sabías que necesitabas hasta que los viste anunciados. Por eso hoy en día hay personas famosas por ser famosas y productos milagrosos que se venden como pan caliente a pesar de no cumplir con lo que prometen. Esto nos lleva a actores, películas, programas, músicos y autores sobrevaluados cuyo mayor atributo es contar con un excelente publicista que se ha encargado de convencernos que debemos comprar lo que venden.
Este fue el caso de la saga Crepúsculo, escrita por Stephenie Meyer, sé que los millones de adolescentes que hicieron millonaria a la autora no estarán de acuerdo conmigo pero a mí me parece el más claro ejemplo de un escritor sobrevaluado. Es innegable que creó una franquicia millonaria pero hace unos años, antes de la era del frenesí mediático, quizás sus libros habrían pasado desapercibidos.
El ejemplo más reciente es el de la última obsesión de la cultura Pop, 50 Shades of Grey, escrita por la productora de televisión británica E.L. James. Después de semanas de escuchar sobre el libro sucumbí a la tentación y lo leí. No pretendo criticar el estilo y la redacción como si fuera una profesional, esto sería injusto y pretencioso de mi parte pero como ávida lectora puedo sinceramente decir que jamás había leído algo tan molestamente repetitivo. La insípida protagonista, Anastasia, a quien sólo puedo comparar con Bella Swan si nunca hubiera conocido al vampiro Edward, hace gala de un limitado uso del lenguaje y de un pobre repertorio de expresiones. Esto no sería tan raro en una chica sin experiencia en la vida, como se describe en el libro pero la protagonista es una chica universitaria, apasionada de la lectura inglesa que aspira a trabajar en una editorial, así que no tiene sentido.
Es todavía más extraño que Christian Grey, un hombre guapo, joven, talentoso, inteligente, respetado pilar de la comunidad y con más dinero que Bill Gates y Mark Zucherberg juntos, se sienta atraído de inmediato por una joven que es torpe, despreocupada en su forma de arreglarse y tiene la personalidad de una polilla. Esta atracción queda justificada, de forma un poco forzada, cuando se nos revela que a Grey le encanta el sadomasoquismo y ha encontrado en Anastasia a la mujer perfecta para dominar.
Es aquí cuando hay un giro que podría ser interesante, Grey le entrega un contrato a Anastasia, si lo firma, estaría accediendo a ser su esclava sexual. La inocente, inexperta y asustada chica, bueno, creo que no tan asustada, le pide tiempo para pensarlo y comienzan una apasionada relación. Cabe mencionar que mientras sigue considerando si firma o no, debido a sus principios y a los sentimientos que tiene por él, no tiene problema alguno en permitirle que la domine en todos los aspectos, desde el sexual hasta su vida personal.
Christian Grey presume años de experiencia en el sadomasoquismo, asustándome incluso a mí como lectora pero las escenas entre él y Anastasia fueron bastante tranquilas y algunas poco imaginativas. El problema con este libro no son las preferencias sexuales, ni la narrativa, ni siquiera la desabrida protagonista, es la enfermiza relación que la autora pretende pasar por historia romántica.
Grey rastrea a Anastasia a través de su celular para saber dónde está en todo momento, le manda mensajes, e-mails y la llama varias veces al día, se enoja cuando ella sale con sus amigos, la obliga a comer cuando no tiene hambre y la dinámica entre ellos está plagada de restricciones impuestas por él. Lo peor de todo es que Anastasia, en vez de correr y alejarse, le pregunta una y otra vez “¿estás enojado?” porque teme perder al hombre que ama.
La película Nueve Semanas y Media, de 1986 nos mostraba una apasionada relación, intensa y un tanto peligrosa, entre Kim Basinger y Mickey Rourke que los hacía casi adictos el uno al otro. Quizás la autora quiso mostrarnos algo parecido en 50 Shades of Grey pero creo que en su lugar vemos una historia de acoso, abuso psicológico y físico que espero nadie tome como guía para tener una relación, sobre todo ahora que ya está contemplada la adaptación a la pantalla grande. Olvidaba mencionar que es una trilogía, así que podré seguir pasando corajes cuando lea la segunda parte. Debo leerla, tantos programas de televisión, listas de los más vendidos y anuncios en internet no pueden estar equivocados, los medios serían incapaces de engañarnos para agrandar sus bolsillos… eso es algo que sólo Anastasia creería.
La imagen utilizada es propiedad de Random House UK Ltd
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