jueves, 30 de agosto de 2012

Un misterio apasionante


Cuando el ser humano comenzó a cuestionarse el origen del mundo y la razón de su existencia debió ingeniárselas para buscar respuestas que era imposible obtener. Desde las creencias paganas hasta las religiones que conocemos hoy en día, todas ellas intentan explicar qué hacemos en este mundo, cómo llegamos y hacia dónde debemos ir.
Ahora contamos con más información sobre nuestros orígenes y muchos de los antiguos misterios que desconcertaban a nuestros antecesores ahora son explicados satisfactoriamente de manera científica. Aun así, y aunque los científicos insistan en negarlo, ellos también debieron tomarse ciertas licencias y formular teorías que pudieran respaldar sus afirmaciones. Incluso basan investigaciones completas en la posible existencia de universos paralelos y la teoría de cuerdas, ninguna de las dos ha sido comprobada hasta el momento.
La ciencia hoy en día desacredita cualquier fenómeno supuestamente sobrenatural diciendo que tiene una explicación lógica sólo que aún no se ha encontrado. Si analizamos la historia, hubo un momento en que ciencia y magia eran lo mismo, lo que parecían hechizos eran sólo el resultado del conocimiento de elementos de la naturaleza y su manipulación. La experimentación y la apertura de mente los llevaba por caminos insospechados y el atreverse a creer fue lo que los impulsó a considerar aspectos que hoy en día serían ridiculizados por la comunidad científica.
Desgraciadamente, la ignorancia sobre temas inexplicables parece sacar lo peor del ser humano, desde los juicios por brujería pasando por el fanatismo hasta llegar a la obsesión por desacreditar psíquicos y médiums. El ser humano no se pone de acuerdo en sus creencias y tristemente recurre a extremos. En ocasiones incluso convierte la ignorancia en un redituable negocio como fue el caso del ocultismo en la época victoriana que gozó de gran popularidad. Las sesiones espirituales eran frecuentes y los médiums fueron muy solicitados por personas de elevado estatus social y económico.
Ahora sabemos que utilizaban trucos que, combinados con sus habilidades teatrales, creaban un espectáculo que satisfacía el hambre por lo sobrenatural de los asistentes. No me atrevo a asegurar que nadie tiene el don de comunicarse con los espíritus, quizás realmente tenían ciertas habilidades pero no eran lo suficientemente llamativas y debían “adornarlas” un poco o tal vez sólo eran charlatanes. Me resulta curioso que los investigadores paranormales de hoy en día no se valgan de figuras monstruosas de ectoplasma o mesas elevándose para intentar explicar la presencia de entidades. Hoy en día podríamos exigir que el ectoplasma se analizara en un laboratorio y no creeríamos en mesas volando por los aires a menos que las viéramos en un video en Youtube.
El interés por estos temas no disminuye y así, médiums, sesiones espiritistas y asombrosas revelaciones son el tema central de The House of Velvet and Glass (La casa de terciopelo y cristal), escrito por Katherine Howe. El libro nos cuenta la historia de Sybil, una joven Bostoniana que acude a una médium con la esperanza de contactar a los espíritus de su madre y su hermana que perdieron la vida en el hundimiento del Titanic.
La trama se desarrolla a través de flashbacks en los que se revela poco a poco las circunstancias de las mujeres fallecidas y el misterioso pasado familiar. En el presente la vida de Sybil toma un giro inesperado. La protagonista se aventura a descubrir la verdad que la lleva desde los círculos de alta sociedad hasta las casas de opio de los barrios bajos.
Howe, especialista en historia inglesa y americana, crea un mundo fascinante lleno de intriga y romance en el que nada es lo que parece. La autora logra una ambientación perfecta al cuidar cada detalle de la vestimenta, las casas e incluso de la situación política y social de 1915. Katherine entrelaza su narración con hechos históricos que son el marco perfecto para la búsqueda de Sybil y los misteriosos acontecimientos que toman control de su vida.
Un libro elegantemente escrito que nos retrata a la perfección la vida a principios del siglo pasado y nos cautiva con una interesante trama. Incluso la tensión entre Sybil y el profesor Benton tiene un pasado misterioso que debe resolverse si quieren ser felices juntos. El ocultismo es un protagonista más de esta novela al cobrar vida propia y apoderarse de toda la situación. No importa si eres creyente o no, este libro mantendrá tu interés hasta el final.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Richard Blumfield


Uno de los protagonistas de mi novela Sentimientos Varados es Richard Blumfield, un auténtico caballero inglés del Siglo XVIII educado en las mejores escuelas que supo utilizar su habilidad en los negocios para crear negocios redituables y lograr una notable posición en sociedad. Su riqueza, cultura e inteligencia pronto lo convirtieron en uno de los solteros más cotizados de Londres.
Richard estaba más interesado en expandir sus negocios y concentrar todo su tiempo en nuevas empresas, pasando así largas épocas fuera de la ciudad sin oportunidad para conocer a una mujer para desposarla. La poca curiosidad que tenía por la vida doméstica era satisfecha a través de la convivencia con la familia de su mejor amigo, Henry Fryes.
Henry era completamente opuesto a Richard pero la amistad que forjaron en sus años de estudio los hacía sentir como hermanos. Richard estimaba a Irene, la esposa de su amigo, pero se encariñó especialmente con su hija, la pequeña Becky a quien solía hacerle todo tipo de regalos que conseguía en sus numerosos viajes.
Tras una larga ausencia, Richard regresó para encontrar a Becky convertida en toda una mujer despertando en él sentimientos muy diferentes a los que tenía antes de su partida. Richard se encuentra comenzando un negocio provechoso que lo llevará lejos de Inglaterra y decide llevarse a Becky con él. Henry e Irene están de acuerdo con la unión matrimonial entre su hija y el mejor amigo de la familia.
Richard no cabe de gozo al tomar su puesto como gobernador de una colonia inglesa en una isla en medio del Océano Atlántico. Sabe que no será una tarea fácil pero tiene confianza en sus habilidades y don de mando. Se alegra de haber permanecido soltero el tiempo suficiente para recorrer el mundo y aprender del mundo de los negocios. Ahora, finalmente se siente listo para llevar una vida en familia al lado de su joven y educada esposa.
El gobernador Blumfield es responsable no sólo de su esposa sino de toda una población que depende de su liderazgo y decisiones para prosperar. No tarda en convertirse en un hombre respetado, admirado y querido por los habitantes de la isla. Su inteligencia y visión no tardan en convertir aquel pedazo de tierra en una colonia fértil y autosustentable.
Richard se siente orgulloso de la obvia admiración que su esposa profesa hacia él, Becky es una inocente jovencita cuya educación fue supervisada por su futuro esposo a través de tutores privados. Richard se siente satisfecho por tener una esposa versada en los temas que le interesan a él y está seguro que ella dedicará su vida a complacerlo.
Richard sabe que a Becky nunca se le pidió su opinión respecto a su vida futura pero siempre confió en que ella comprendería que todo lo que hacía era por su propio bien. Richard había tomado las decisiones por todos, por sus padres, por ella, pero fue así porque era lo correcto. Por mucho que estimaba a la familia Fryes, sabía que jamás podrían darle a Becky lo que necesita.
La habilidad de Richard para los negocios es evidente en cada decisión que toma para beneficio de la isla al igual que en su matrimonio. Richard parece tratar a su esposa como una empresa más en la que debe invertir y sacar adelante sin tomar en cuenta los sentimientos. El gobernador está tan complacido con su nueva vida que no se da cuenta que su esposa no es feliz hasta que es demasiado tarde.
Por primera vez en su vida, Richard no sabe cómo solucionar un problema y le aterra ver que el pequeño paraíso que ha construido para sí mismo se ve amenazado por la inhabilidad de Becky para aceptar la voluntad de su esposo. Está seguro que su esposa lo ama pero nunca se atreve a considerar que quizás no esté enamorada de él. Richard teme perderla pero, como si de un negocio se tratara, su instinto le dice que busque la estrategia para convencerla y erradicar cualquier duda y así todo será perfecto.
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Guillaume Lefevre


Un rebelde joven francés del Siglo XVIII que nunca se ha regido por los convencionalismos, que no teme a embarcarse en cuanta aventura surge en su vida y experimentar todo lo que la vida ofrece, así es Guillaume, el protagonista de mi novela Sentimientos Varados.
Guillaume debió enfrentarse a las adversidades de la vida desde pequeño y al no contar con los medios económicos ni la posición social para tener asegurado su futuro decide buscar su propio camino. Su físico es evidencia de una vida de trabajo arduo con el que se ha ganado el sustento pero su sueño es ser un gran pintor que plasme en los lienzos la belleza que encuentra en la vida diaria.
Desde pequeño dependió de su ingenio para sobrevivir y su positivismo atrae la buena fortuna que lo acompaña por donde vaya. A pesar de la facilidad con la que hace amigos es un hombre que prefiere la compañía de lienzos y brochas a la de las personas. Su sed por nuevas experiencias lo lleva por el Océano Atlántico hasta una colonia inglesa situada en una isla que no está señalada en los mapas de navegación debido al peculiar negocio que allí se maneja.
Guillaume tenía más experiencia sobre sus jóvenes hombros que la mayoría de los hombres mayores pero nada pudo haberlo preparado para los sentimientos que surgieron en esa isla. Desde que posó sus ojos en la joven Rebeca supo que jamás podría amar a nadie más. Guiado por su impulsividad se lanza a la conquista sin importarle la obvia diferencia de clases sociales entre ellos.
Guillaume está convencido de que nada se interpondrá en su camino para conseguir el amor de Rebeca, ni siquiera el hecho de que ella sea la esposa del hombre que le permitió quedarse en la isla, el gobernador Blumfield. La joven mujer se resiste a los encantos de Guillaume pero la pasión entre ellos es más fuerte que el sentido del deber y la lógica.
La imprudencia de Guillaume jamás lo había metido en problemas tan graves como en los que ahora se encuentra. Cortejar a la esposa de un hombre tan poderoso era lo último que hubiera querido hacer pero el amor que siente por Rebeca le impide razonar las consecuencias de sus actos.
Los jóvenes amantes se las ingenian para mantener su amor en secreto pero nada puede permanecer oculto por siempre y ambos saben que sólo es cuestión de tiempo. Guillaume intenta darle fortaleza a Rebeca con la promesa de un futuro juntos y le pide confiar en él. Sabe que está pidiendo demasiado y por momentos lo asalta el arrepentimiento al darse cuenta que creó una situación para la cual no parece haber solución.
En una época de matrimonios arreglados donde las mujeres debían renunciar a su propia felicidad para conformarse a los designios de la sociedad nadie hubiera dudado en enjuiciar a Rebeca por sus indiscreciones. Guillaume sabía el peligro que corrían si el amorío era descubierto pero lo único que le importaba era mantener el honor y la integridad física de la mujer que amaba.
El gobernador Blumfield era un hombre honorable y respetable pero Guillaume sabe que jamás permitiría que su joven esposa lo humillara con un amorío ni tampoco estaría dispuesto a simplemente permitir que Rebeca lo abandonara por otro hombre. No era la clase de hombre que se quedaría cruzado de brazos, seguramente cobraría venganza.
Guillaume y Rebeca se encuentran atrapados en la isla sin medios para salir de ella y aunque los tuvieran sería imposible hacerlo sin ser vistos. Mientras crecen las sospechas de las personas a su alrededor también lo hace su amor y Guillaume está decidido a llevar las consecuencias al máximo y dar hasta la vida por la única mujer que ha amado.


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martes, 28 de agosto de 2012

Tan tierno que es imposible odiarlo


Todos tuvimos de niños algún juguete que era nuestro favorito y los que solían estar en la lista eran nuestros muñecos de peluche, usualmente eran los elegidos para dormir con nosotros y nos acompañaban en nuestras aventuras. Quizás incluso lloramos cuando perdieron un ojo o el relleno comenzó a salirse por alguna costura pero nada que una aguja e hilo no pudieran reparar.
Tal vez en algún momento soñamos con que nuestros muñecos cobraran vida y fueran nuestros amigos, afortunadamente nunca sucedió ya que, de haberlo hecho, seguramente hubiéramos sufrido el susto de nuestras vidas mientras el hecho se convertía en una leyenda urbana sobre peluches poseídos.
Contemplemos por un momento la idea de tener un peluche que cobra vida, incluso si lográramos superar el trauma y lo aceptáramos como un miembro más de la familia seguramente pronto se perdería la novedad. También surgiría otro problema ¿qué haríamos al ser adultos? No sería conveniente ir cargando un muñeco de peluche a todas partes a menos que tengas planeado tomar votos de castidad porque sería difícil resultar atractivo para el sexo opuesto si no puedes dejar tus juguetes en casa.
Seth MacFarlane, creador de shows como Family Guy y American Dad!, escribió, produjo y dirigió la película Ted que nos muestra precisamente la vida de un niño cuyo deseo de la infancia se volvió realidad. Mark Wahlberg nos obsequia una gran actuación como John, el adulto cuyo mejor amigo sigue siendo el oso de peluche que le regalaron de niño.
Admito que la idea para esta película resulta un tanto extraña pero las actuaciones son tan buenas que el resultado es una entretenida comedia que te hará reír de principio a fin. Ted, el oso cuya voz es la de MacFarlane, pasó de ser un dulce osito a ser un cínico e irresponsable compañero de fiestas para John, quien no puede evitar dejarse influenciar negativamente por su amigo de toda la vida.
A pesar del mal comportamiento de Ted y sus obvios malos hábitos es imposible no encariñarse con él, incluso cuando hace comentarios lascivos e irrespetuosos no podemos dejar de verlo como un adorable y esponjosito oso de peluche. Las situaciones son tan cómicas y los personajes son tan honestos que en ningún momento reparamos en lo absurdo de la situación.
La relación entre Ted y John parece inquebrantable hasta que Lori, su novia interpretada por Mila kunis, se harta de compartir a su pareja con un egoísta oso de peluche que sólo piensa en divertirse sin importar el efecto negativo que esto puede tener en su mejor amigo. John tiene problemas en el trabajo y en sus relaciones por la constante presencia de Ted en su vida.
El tema podría resultar deprimente al pensar que todo es una analogía sobre enfrentar responsabilidades, convertirse al fin en un adulto, etc. etc. pero me alegra decir que este no fue el caso. Claro que no faltan los sermones sobre tomar las riendas de tu vida y madurar pero se maneja de una manera hilarante.
La película está salpicada de referencias a la cultura pop y casi puedo asegurar que todos los que somos de la generación de Mark Wahlberg nos emocionamos con el genial cameo de un ícono de los ochentas. Las reacciones de John y Ted son tan reales como las de cualquier persona que tiene toda una vida de recuerdos con su mejor amigo. Por momentos incluso olvidamos que se trata de un oso de peluche hasta que nos enternece moviendo sus patitas. Incluso la escena de pelea en la que Ted logra propinar unos buenos puñetazos a John resulta adorable, cómica y quizás un poco perturbadora pero aun así, adorable.
Ted es una de las mejores comedias que he visto este año y la recomiendo ampliamente, debo advertirles que no es para niños, no se dejen engañar por el osito de tierna mirada que sostiene una botella de cerveza, por más bonito que se vea su lenguaje no es nada apropiado para los infantes. La película tiene muchos chistes subidos de tono y sobran las referencias de contenido sexual pero eso es lo que hace maravilloso a Ted, su descarada personalidad.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.


lunes, 27 de agosto de 2012

Para llevarse un buen susto


Cuando de entes, espítirus y espantos se trata, no hay persona alguna que no tenga una postura definida al respecto. Ya sea para desacreditar su existencia por completo, admitir la posibilidad de ella o quizá incluso dedicar su vida al estudio de estos fenómenos que la ciencia no puede explicar, por lo menos no satisfactoriamente.
Desde la antigüedad han existido relatos de criaturas espantosas, monstruos espeluznantes y espíritus malignos cuyo único propósito parece ser el de atormentarnos. La creencia en seres sobrenaturales malvados forma parte de muchas religiones para servir de advertencia contra la mala conducta. Algunos padres se valen de recursos parecidos para que sus hijos obedezcan y sobran los charlatanes que encuentran una mina de oro en los temores y supersticiones de las personas.
Pero en algún punto de la historia estos seres misteriosos se convirtieron en material de leyendas y relatos que, más que asustar a las personas para que observaran un buen comportamiento, terminaron por entretener y emocionar a chicos y a grandes. Desde la literatura clásica hasta las producciones de Hollywood, lo sobrenatural se ha convertido en un redituable negocio.
La fascinación provocada por personajes como Drácula y Frankenstein fue aprovechada para crear películas de terror. Momias, hombres lobo, fantasmas e incluso extraterrestres se unieron al elenco de seres que buscaban provocar pesadillas a los espectadores. Aún con los limitados efectos especiales y el deficiente maquillaje se lograba el cometido pero el público era cada vez más difícil de asustar y exigía más y mejores producciones.
El Exorcista, estrenada en 1973, fue una película que marcó época, se atrevió a romper con los convencionalismos y aterrorizó a toda una generación que descubrió lo emocionante que puede ser una película de miedo. Se dice que los desmayos durante las proyecciones eran frecuentes y una serie de leyendas urbanas que se crearon a su alrededor contribuyeron a su éxito en taquilla.
En los ochentas las películas de terror parecían producirse más rápido de lo que uno tardaba en verlas, algunas muy buenas, otras francamente vergonzosas. La gente acudía a las salas de cine en busca de la adrenalina provocada por el temor pero con el tiempo la sensación se fue perdiendo hasta que el furor de este tema se desvaneció lentamente. Años después, Hollywood intentó revivir el género con nuevas producciones que emulaban las fórmulas antiguas sólo que en esta ocasión contaban con grandes presupuestos que mejoraban la calidad.
Después vino el fenómeno de La Bruja Blair, con su innovador estilo de cámara subjetiva y sensación de realidad. Las adaptaciones norteamericanas del cine de terror japonés y los remakes de películas antiguas. Cada vez eran mejores y más atemorizantes pero el público pedía más. Se avanzó otro paso más con Actividad Paranormal y sus escalofriantes tomas, realizadas supuestamente cuando los protagonistas dormían. Era como una competencia para ver quién podía ingeniárselas mejor para asustar al público.
Los hermanos Vicious no quisieron quedarse atrás y realizaron Grave Encounters o Fenómeno Siniestro, como se llamó en México. Tomaron inspiración de los programas de realidad que abundan hoy en día sobre grupos de investigadores paranormales que visitan lugares embrujados y documentan sus experiencias. La película utiliza el recurso trillado de mostrar el material sin editar en el cual vemos el desafortunado destino de los protagonistas sólo que en esta ocasión, a manera de falso documental.
La película empieza un poco lenta pero a partir de la primera experiencia paranormal comienza una serie de eventos escalofriantes, admito que hay un par de escenas que pudieron haberse evitado por no ser suficientemente atemorizantes pero eso no impide que nos llevemos un par de sustos. Fenómeno Siniestro no es la película más terrorífica que he visto pero sí me mantuvo en tensión constante, preocupada por los pobres muchachos que no sabían en lo que se metían cuando decidieron filmar dentro de ese edificio abandonado.
Como todas las películas de este género, debe verse con ganas de asustarse, no sirve de nada criticar las decisiones irracionales de los protagonistas, los detalles técnicos o los errores de continuidad, así no es divertido. No debemos mencionar lo predecible que es la trama o señalar por dónde saldrá el fantasma según el movimiento de la cámara o en qué momento hará su aparición debido a la creciente intensidad de la música. Sólo dejando de lado nuestro cinismo podremos apreciar las películas de miedo por lo que son: una gran manera de pasar el rato.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

Dictando el mal gusto


Se dice que hay ciertos temas que, por más ingenioso que sea el comediante, jamás podrá provocar risas sin ofender las sensibilidades de algunos. El sentido del humor varía de una persona a otra y así, hay quienes gustan de la comedia de “pastelazo” y otros de la comicidad basada en el sarcasmo y otros del humor negro o alguna otra variación.
El éxito de los comediantes se basa en presentar el material correcto frente al público adecuado y el mayor error es querer inyectar humorismo a situaciones graves y ofensivas frente a un público cuya situación lo haga particularmente sensible al tema que se toca. Aunque en muchas ocasiones, el tema es simplemente de mal gusto.
Este es el caso de la película más reciente de Sacha Baron Cohen, El Dictador. Este actor se ha hecho famoso por sus estereotipos raciales llevados al extremo en sus comedias. Es de aplaudirle su esfuerzo por distinguirse del resto de los actores y comediantes que llevan años apostándole a lo seguro pero hay una línea muy delgada entre la comicidad y la ofensa.
No soy fan de Sacha ni de sus películas pero reconozco el atractivo que puede tener para sus seguidores. Los cortos de El Dictador mostraban un par de momentos rescatables y una que otra situación cómica así que, contra mi buen juicio me atreví a ver esta película y debo admitir que no veía el momento en que terminara mi sufrimiento.
Sacha tomó inspiración en el infortunio de la situación actual y creó un personaje despreciable que, por momentos, busca inspirar compasión en los espectadores pero fracasa miserablemente en el intento. Comprendo que su intención no era menospreciar a los países tercermundistas ni burlarse de las situaciones políticas y sociales que perpetúan las guerras pero eso fue exactamente lo que sucedió en esta película.
Tal vez la advertencia más clara de lo que me esperaba debió ser la presencia de Anna Faris en El Dictador, ya que sus películas suelen ser bastante cuestionables pero los cortos lograron arrancarme unas risas así que decidí darle una oportunidad. Ahora me doy cuenta que lo único bueno de esa película fue lo que mostraron en los cortos, imagino a los editores del promocional felicitándose unos a otros por haber logrado encontrar algo rescatable en los 83 minutos que duró.
Con esta crítica no pretendo juzgar a Sacha de insensible o prejuicioso, estoy segura que él es una persona muy creativa pero en esta ocasión, fue demasiado lejos. No puedo hablar por los demás pero yo no encuentro el lado gracioso a la opresión, la pedofilia y las ejecuciones. Son situaciones que lograron manejarse con un humor inteligente al principio de la película pero al utilizarlas hasta el cansancio durante toda la trama terminan por hartar e incluso causar incomodidad al espectador.
El Dictador fue un buen intento por parte de Sacha pero no creo que sea buena idea burlarse de los países que tantos años llevan sufriendo y los dictadores que los oprimen. Por más que su intención haya sido la de ridiculizar y criticar a los líderes ebrios de poder el resultado es desastroso y ofensivo. Aunque tal vez ese era precisamente lo que Baron Cohen esperaba.
Sacha ha sido juzgado por el extraño sentido del humor que maneja, incluso se ha metido en problemas con la ley y se ha ganado enemistades en muchos lados, aun así, se mantiene fiel a lo que cree y no puedo menos que reconocerle eso. Por cada persona como yo, que no tiene deseos de volver a ver otra de sus películas, seguramente habrá cientos o miles que se identifiquen con él y esperen con ansias su próxima producción.
Así que, si son personas que no se ofenden fácilmente y están de humor para cuestiones políticamente incorrectas, esta película es para ustedes. Tal vez esté siendo demasiado severa con Sacha pero me gustan las comedias menos gratuitas, sin golpes en la entrepierna ni flatulencias. Prefiero las situaciones cómicas en las es inevitable reírse antes los absurdos de la vida diaria que las carcajadas-reflejo provocadas por un pastelazo en la cara.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Plantando la semilla de la conciencia


Desde que el hombre hizo su aparición en este planeta, se ha dedicado a transformar su entorno para sobrevivir, progresar y mejorar su calidad de vida. Desafortunadamente en el proceso ha lastimado a su hogar, se ha servido de él y ha abusado hasta el cansancio dejando tras de sí un rastro de devastación y especies extintas.
Las culturas antiguas rendían culto a la madre naturaleza y respetaban a todos los seres vivos. Esta sabiduría antigua los instaba a convivir en paz y armonía con las plantas que les proporcionaban remedios contra enfermedades y los animales que les servían de alimento. En algún desafortunado momento estas costumbres se perdieron y el hombre decidió que tenía derecho a tomar lo que quisiera sin preocuparse por la destrucción que esto pudiera causar.
Siglos después, el abuso es más que evidente, los recursos naturales se agotan a velocidades impresionantes, millones de especies animales se han extinguido y el número va en aumento, el calentamiento global es una constante amenaza e incluso la calidad del aire que respiramos es altamente cuestionable. Lo peor de todo es que los humanos no parecemos tener suficiente conciencia de lo que esto significa.
Las grandes corporaciones siguen explotando los recursos hasta la última gota, los gobiernos otorgan concesiones de construcción en áreas que debieran ser protegidas, el consumismo va en aumento y con esto el desecho de materiales no biodegradables y la lista continúa. Pero no todos los habitantes de este planeta van por la vida sin preocupación por el medio ambiente, indiferentes a la realidad del mundo que dejarán a sus hijos. El activismo ambiental ha cobrado fuerza en los últimos años en una constante lucha por crear conciencia.
Es inocente pensar que al reciclar botellas plásticas o crear composta en nuestro jardín a partir de los desechos orgánicos se pueda revertir todo el daño que le hemos hecho a la tierra pero tampoco podemos ser tan cínicos como para decir que cualquier esfuerzo es inútil, que es demasiado tarde. Por eso es importante la educación, la concientización y la participación para dejar de destruir nuestro hogar.
Hay muchas maneras de poner nuestro granito de arena y una manera efectiva y entretenida de concientizar es a través del arte como es el caso del musical ¡Qué Plantón!, creado en 1989 por Memo Méndez que habla de la ecología y el papel fundamental de las plantas para salvar al planeta.
La obra comienza cuando El Profeta otorga a las plantas la capacidad de hablar y moverse para embarcarse en una misión en la cual deben viajar por todo el mundo y resolver el acertijo que le otorgará al mundo vegetal el poder de gobernar ya que el hombre lo único que ha hecho con él es destruir al planeta. Así conocemos a diferentes plantas de diversos entornos que se suman a la tarea de encontrar la respuesta.
La puesta en escena en esta ocasión fue por parte de la Compañía de Teatro Fragmentos, dirigida por Patty Monroy y Héctor Mújica, actor y director que fue parte del montaje original en la ciudad de México. Las brillantes actuaciones y las contagiosas melodías cautivaron al público que disfrutó del espectáculo visual gracias a una original escenografía y un simpático vestuario.
El mensaje ecológico no sólo se transmite por las enseñanzas del libreto sino que la Compañía de Teatro concientiza a través del ejemplo elaborando toda la escenografía con material reciclado, desde botellas de plástico hasta periódicos y latas armados artísticamente para crear belleza a partir de desechos.
Este musical es tan vigente ahora como lo fue en los ochentas y por eso muchas compañías de teatro la han montado a través de los años y no deja de atraer público. Una divertida manera de reflexionar acerca de nuestras acciones y pensar en el futuro antes de que sea demasiado tarde. No se pierdan esta hermosa e inteligente puesta en escena que Fragmentos estará presentando en esta temporada.
La imagen utilizada es el póster original de la puesta en escena por la Compañía de Teatro Fragmentos. Diseño: Mary Zetina / Publiconcepto