lunes, 24 de febrero de 2014

Un club para unos cuantos

 
Cuando vi Indiana Jones y los cazadores del arca perdida creí que no había nada más emocionante que ser arqueóloga, al ver la primera entrega de Star Wars me imaginé viajando al espacio y con Top Gun me pareció que no había nada más genial que volar aviones. Ahora me doy cuenta que la arqueología tiene más que ver con papeleo y burocracia que con correr aventuras mientras se rescatan reliquias de las manos equivocadas, que un astronauta no se la pasa en cantinas espaciales conviviendo con alienígenas y que el ser piloto de aviones militares significa que puedes ser enviado a la guerra en cualquier momento.
Es fácil dejarse llevar por lo que vemos en la pantalla grande o lo que encontramos entre las páginas de los libros, disfrutamos de grandes aventuras con carismáticos y valientes personajes cuyas vidas, en comparación a las nuestras, son muy emocionantes. Hay historias y personajes con los que muchos fantaseamos pero la realidad es que, si se nos diera la oportunidad de vivir alguna de esas vidas nos daríamos cuenta que no todo es color de rosa.
James Bond es una típica fantasía masculina, es carismático, sofisticado, inteligente, viaja por todo el mundo y se lleva a la cama a las chicas más guapas ¿qué hombre no quisiera estar en sus zapatos? Estaría bien por un rato pero eventualmente tendría que esquivar disparos, saltar de un avión sin paracaídas o aventarse al mar antes de que la bomba en el yate explote. Difícilmente Bond podría tomarse el tiempo para tomar unas cervezas con los amigos y ver un partido de futbol y de entre todas las mujeres que se ha ligado alguna tendría que ser lo suficientemente acosadora como para poner nervioso incluso al mismísimo agente 007.
Vestidos largos, suntuosos bailes y carruajes tirados por caballos son algunos de los elementos típicos de las novelas románticas históricas ¿qué mujer no ha soñado con vivir un romance apasionado con uno de estos caballeros de siglos pasados? Suena bien pero la realidad es que ser mujer en esos tiempos debió ser una verdadera pesadilla, sin prospectos de trabajo, sin derecho siquiera a heredar o poseer propiedades y eso sin mencionar lo fácil que era perder la reputación simplemente por ser vista con un hombre sin chaperón. Pocas mujeres podían aspirar a una buena educación y los matrimonios arreglados eran muy comunes.
Es muy fácil idealizar las cosas, las situaciones e incluso a las personas y aunque el fantasear es saludable hasta cierto punto siempre debemos tener los pies sobre la tierra. La realidad es que todo debe tener cierta dosis de caos para que funcione, en la vida real la historia no termina con “y vivieron felices para siempre”, por el contrario, la verdadera aventura comienza ya que la pareja cabalgó hacia el horizonte proclamando su amor. Ya tuvieron su fantasía y ahora deben vivir en el mundo real.
A pesar de esto, si las circunstancias nos llevaran de pronto a encontrarnos en medio de una aventura que pareciera salida de nuestro libro favorito, sería difícil rehusarse a vivir la fantasía. Por más que razonemos que en el mundo real no todo sale sin contratiempos, no imagino a ningún amante de la lectura dejando pasar la oportunidad de seguir de cerca a sus personajes favoritos, aunque resulte un poco peligroso. Esto es precisamente lo que le sucedió a Lucas Corso, el protagonista de El Club Dumas, escrito por Arturo Pérez-Reverte.
La historia comienza con un aparente suicidio y un manuscrito de Dumas cuya autenticidad está en duda. Corso es el cazador de libros que recibe el encargo de averiguarlo. Al mismo tiempo recibe un segundo encargo de autenticación, se trata de un misterioso libro del siglo XVII que se supone es un manual para invocar al diablo. Corso se lanza a hacer investigaciones paralelas que lo llevan por Madrid, Sintra, París y Toledo.
Las pesquisas de Corso no parecen ser bien recibidas por muchos y no tardan en surgir antagónicos que recuerdan vagamente a personajes de novelas de Dumas. Lo que al principio parecían similitudes exacerbadas por la admiración de Corso por la obra de Dumas, conforme avanza la trama, se convierten en cuasi representaciones de pasajes de Dumas, incluso la apariencia física de aquellos que parecen ser enemigos de Corso parecen corresponder a las descripciones de ciertos personajes de Los Tres Mosqueteros
Corso no se deja amedrentar y continúa su investigación entrevistándose con toda clase de peculiares personajes pero cada respuesta obtenida sólo parece generar más preguntas. La historia continúa llena de pistas, acertijos y sospechas que confunden incluso al erudito Corso. El libro está plagado de referencias literarias que se agradecen, desde personajes de Agatha Christie hasta pasajes de Shakespeare, Corso parece tener una referencia literaria para cada momento de su vida.
Hasta aquí el libro va bien pero se vuelve un poco cansado el que no se nos arroje siquiera una migaja de revelaciones. No ayuda tampoco la aparición de una hermosa y misteriosa mujer que parece saber exactamente qué está sucediendo pero que no tiene intenciones de revelar nada. Resulta incomprensible el que Corso confíe en ella a pesar de que se rehúse a decirle siquiera su verdadero nombre.
Soy fan de Pérez-Reverte y aunque comprendo lo que quiso hacer en este libro tengo que admitir que no me gustó del todo. Creo que algunas cosas pudieron manejarse de otra manera. Las revelaciones finales, debo reconocer, no las vi venir pero la explicación no tenía mucho sentido y mucho de lo sucedido no tenía razón de ser ya sabiendo la verdad.
El Club Dumas no deja de ser un buen libro que cumple el cometido de entretener pero es un poco decepcionante por tratarse de Pérez-Reverte pues ha demostrado de sobra que es un magnífico autor capaz de crear obras maravillosas. Me parece que la historia fue un tanto autocomplaciente y que pudo dar mucho más si el autor se hubiera permitido fantasear en grande. El Club Dumas prometía más de lo que realmente entregó.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.
 

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