Es innegable el atractivo de los vampiros, por lo menos
para las mujeres porque parece que la mayoría de los hombres no comprende cómo
es que el género femenino encuentra tan seductor a un ser de cientos de años
que bebe sangre. Ellos sólo ven las generalidades pero nosotras vemos los
pequeños detalles que sabemos harían de cualquier vampiro un compañero ideal.
Supongo que, al acumular conocimientos durante siglos,
los vampiros rara vez se quedarían sin tema de conversación. Por haber viajado
por todo el mundo serían hombres sofisticados, cultos e interesantes. Después
de haberse llevado cientos o quizás miles de mujeres a sus camas es de esperar
que hayan perfeccionado sus técnicas hasta convertirse en magníficos amantes. Un
vampiro, en teoría, sería una gran opción para una mujer que esté dispuesta a
ver más allá de su condición física de chupasangre.
Se podría pensar que las escritoras que tienen
predilección por el tema de los vampiros son las culpables de que hoy en día
estos seres sean más deseados que temidos pero no es así. Bram Stoker creó un
personaje tan sensual como escalofriante, el Conde Drácula poseía un magnetismo
animal que cautivó a más de una mujer. Sheridan Le Fanu se adelantó a su época
con Carmilla, la seductora vampira cuyos colmillos hubieran sido recibidos de
muy buena gana en los cuellos de muchos hombres y también mujeres. Incluso la
interpretación magistral de Drácula por Bela Lugosi debió mucho de su éxito a
la sensualidad que reflejaba.
Las fantasías con los vampiros no son tan recientes
como se cree ni son producto de la imaginación de mujeres solitarias que
desearían un poco de acción. Desde las leyendas y cuentos antiguos de estos
seres se alcanzaban a adivinar ciertas sugerencias de índole sexual que
supuestamente hacía que fueran más temidos pero no dudo que, incluso en esas épocas
ya había un número creciente de admiradores que fantaseaban con encuentros
sexuales con estas criaturas.
He leído muchas novelas románticas con vampiros como
protagonistas, unas muy buenas y otras tan ridículas que hacen que la idea de
verme atacada por un vampiro no parece tan mala si con eso evito seguir
leyendo. Pero en general son entretenidas y resultan lecturas ideales para una
tarde sin quehacer o en el trayecto de un viaje.
Cuando creí que ya nada podía sorprenderme, en lo que a
este género respecta, me topé con el libro Drácula
Pasional escrito por Nancy Kilpatrick. Ya he leído otras reinvenciones de Drácula de Bram Stoker, algunas con
buenos resultados como Tierra de vampiros
de John Marks y otras que harían que Vlad Teppes se muriera nuevamente de la
vergüenza. Ya que había leído comentarios positivos sobre Kilpatrick decidí
darle una oportunidad.
Lamento informar que cometí un grave error, lo que
prometía ser una novela erótica en la que por fin veríamos a Mina y a Drácula
entregarse a la pasión resultó ser una mescolanza de fetichismos en un “todos
contra todos” que tenía de todo menos seducción. El libro sigue la trama del
escrito por Bram Stoker pero con la diferencia de que todos los personajes que
salen en ella son adictos al sadomasoquismo. Desde las concubinas de Drácula
hasta el patético Renfield.
Cabe mencionar que, aunque la autora intentó darle otra
dimensión, el personaje de Jonathan Harker es tan insípido como en la historia
original. Mina es una falsa santurrona que ya había experimentado en el pasado
con su amiga Lucy así que no es de sorprender que no se requiriera de mucha
labor de convencimiento para que se entregara a nuevas prácticas con ella y con
todo aquel que le expresara su interés.
Los fans de 50
Sombras de Grey tacharon a sus detractores de tener mentes estrechas y ser
puritanos pero tanto en esa trilogía como en este libro escrito por Kilpatrick,
el problema no tiene nada qué ver con la moralidad ni con las preferencias. En Drácula pasional la relación entre los
personajes es vacía y predecible. La historia se resumió tanto que terminó por
ser una trama simple y poco interesante. Kilpatrick incluso logró hacer que Van
Helsing se viera como un hombre que podía ser dominado fácilmente. Nada quedó
del incansable caza vampiros que mantenía la cabeza fría.
Las escenas eróticas comenzaban bien pero pronto se
volvían tediosas al convertirse en página tras página de azotes que, en
palabras de la autora “dolían tanto que el placer era insoportable”. Comprendo
y respeto las preferencias y prácticas de las personas pero en lo que a mí
respecta, no me parece que una paliza sea seductora. Quizás ese fue el
problema, el libro no debió llevar la palabra “pasión” en el título, quizás si
se hubiera llamado Drácula intenso o Drácula sado no me habría decepcionado.
Habría sabido exactamente qué esperar del libro.
Me gusta la lectura erótica tanto como a cualquiera
pero hubiera preferido una verdadera seducción entre los personajes, una pasión
desbordante y escenas eróticas en las que el sexo fuera el protagonista, no los
instrumentos para golpear ni las funciones corporales que tanto parecen
gustarle a Kilpatrick. No es un mal libro, simplemente no fue lo que yo
esperaba y estoy segura que a muchos les encantará, siempre y cuando les quede
claro que de romance y sensualidad no tiene nada.
Kilpatrick también escribió Frankenstein pasional, el cual tenía planeado adquirir si me
gustaba el de Drácula pero sobra decir que no tengo intenciones de leerlo por
el momento. Si la autora logró convertir a todos los personajes de Bram Stoker
en seres empecinados en pasar cada segundo de su vida azotando o siendo
azotados, no quiero ni imaginar lo que habrá hecho con la inocente creación de
Víctor Frankenstein.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.
A todos los seguidores de Bea Sylva, del viejo blog Editorial Digital, quiero dejarles la nueva direccion del blog de nueva Editora Digital, nED, y los invito a seguirla.
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