lunes, 10 de febrero de 2014

¿En dónde quedó la pasión?

 
Es innegable el atractivo de los vampiros, por lo menos para las mujeres porque parece que la mayoría de los hombres no comprende cómo es que el género femenino encuentra tan seductor a un ser de cientos de años que bebe sangre. Ellos sólo ven las generalidades pero nosotras vemos los pequeños detalles que sabemos harían de cualquier vampiro un compañero ideal.
Supongo que, al acumular conocimientos durante siglos, los vampiros rara vez se quedarían sin tema de conversación. Por haber viajado por todo el mundo serían hombres sofisticados, cultos e interesantes. Después de haberse llevado cientos o quizás miles de mujeres a sus camas es de esperar que hayan perfeccionado sus técnicas hasta convertirse en magníficos amantes. Un vampiro, en teoría, sería una gran opción para una mujer que esté dispuesta a ver más allá de su condición física de chupasangre.
Se podría pensar que las escritoras que tienen predilección por el tema de los vampiros son las culpables de que hoy en día estos seres sean más deseados que temidos pero no es así. Bram Stoker creó un personaje tan sensual como escalofriante, el Conde Drácula poseía un magnetismo animal que cautivó a más de una mujer. Sheridan Le Fanu se adelantó a su época con Carmilla, la seductora vampira cuyos colmillos hubieran sido recibidos de muy buena gana en los cuellos de muchos hombres y también mujeres. Incluso la interpretación magistral de Drácula por Bela Lugosi debió mucho de su éxito a la sensualidad que reflejaba.
Las fantasías con los vampiros no son tan recientes como se cree ni son producto de la imaginación de mujeres solitarias que desearían un poco de acción. Desde las leyendas y cuentos antiguos de estos seres se alcanzaban a adivinar ciertas sugerencias de índole sexual que supuestamente hacía que fueran más temidos pero no dudo que, incluso en esas épocas ya había un número creciente de admiradores que fantaseaban con encuentros sexuales con estas criaturas.
He leído muchas novelas románticas con vampiros como protagonistas, unas muy buenas y otras tan ridículas que hacen que la idea de verme atacada por un vampiro no parece tan mala si con eso evito seguir leyendo. Pero en general son entretenidas y resultan lecturas ideales para una tarde sin quehacer o en el trayecto de un viaje.
Cuando creí que ya nada podía sorprenderme, en lo que a este género respecta, me topé con el libro Drácula Pasional escrito por Nancy Kilpatrick. Ya he leído otras reinvenciones de Drácula de Bram Stoker, algunas con buenos resultados como Tierra de vampiros de John Marks y otras que harían que Vlad Teppes se muriera nuevamente de la vergüenza. Ya que había leído comentarios positivos sobre Kilpatrick decidí darle una oportunidad.
Lamento informar que cometí un grave error, lo que prometía ser una novela erótica en la que por fin veríamos a Mina y a Drácula entregarse a la pasión resultó ser una mescolanza de fetichismos en un “todos contra todos” que tenía de todo menos seducción. El libro sigue la trama del escrito por Bram Stoker pero con la diferencia de que todos los personajes que salen en ella son adictos al sadomasoquismo. Desde las concubinas de Drácula hasta el patético Renfield.
Cabe mencionar que, aunque la autora intentó darle otra dimensión, el personaje de Jonathan Harker es tan insípido como en la historia original. Mina es una falsa santurrona que ya había experimentado en el pasado con su amiga Lucy así que no es de sorprender que no se requiriera de mucha labor de convencimiento para que se entregara a nuevas prácticas con ella y con todo aquel que le expresara su interés.
Los fans de 50 Sombras de Grey tacharon a sus detractores de tener mentes estrechas y ser puritanos pero tanto en esa trilogía como en este libro escrito por Kilpatrick, el problema no tiene nada qué ver con la moralidad ni con las preferencias. En Drácula pasional la relación entre los personajes es vacía y predecible. La historia se resumió tanto que terminó por ser una trama simple y poco interesante. Kilpatrick incluso logró hacer que Van Helsing se viera como un hombre que podía ser dominado fácilmente. Nada quedó del incansable caza vampiros que mantenía la cabeza fría.
Las escenas eróticas comenzaban bien pero pronto se volvían tediosas al convertirse en página tras página de azotes que, en palabras de la autora “dolían tanto que el placer era insoportable”. Comprendo y respeto las preferencias y prácticas de las personas pero en lo que a mí respecta, no me parece que una paliza sea seductora. Quizás ese fue el problema, el libro no debió llevar la palabra “pasión” en el título, quizás si se hubiera llamado Drácula intenso o Drácula sado no me habría decepcionado. Habría sabido exactamente qué esperar del libro.
Me gusta la lectura erótica tanto como a cualquiera pero hubiera preferido una verdadera seducción entre los personajes, una pasión desbordante y escenas eróticas en las que el sexo fuera el protagonista, no los instrumentos para golpear ni las funciones corporales que tanto parecen gustarle a Kilpatrick. No es un mal libro, simplemente no fue lo que yo esperaba y estoy segura que a muchos les encantará, siempre y cuando les quede claro que de romance y sensualidad no tiene nada.
Kilpatrick también escribió Frankenstein pasional, el cual tenía planeado adquirir si me gustaba el de Drácula pero sobra decir que no tengo intenciones de leerlo por el momento. Si la autora logró convertir a todos los personajes de Bram Stoker en seres empecinados en pasar cada segundo de su vida azotando o siendo azotados, no quiero ni imaginar lo que habrá hecho con la inocente creación de Víctor Frankenstein.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.


1 comentario:

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