viernes, 12 de julio de 2013
Zombies globalizados
Todos los fans del género zombie nos horrorizamos colectivamente cuando supimos que Brad Pitt se proponía protagonizar una película sobre la pandemia de una enfermedad que convierte a los humanos en muertos vivientes. No porque Pitt sea mal actor o que sus películas sean malas sino porque nunca esperamos verlo en este género.
El año pasado vi unos avances de la película y quedé gratamente sorprendida. Los zombies que perseguían a Brad Pitt eran rápidos y agresivos, estos seres reaccionaban con mentalidad de enjambre, moviéndose en masa hacia un mismo objetivo lo que los hacía más letales. Los cortos no mostraron mucho pero lo poco que vi era prometedor.
No pensé más al respecto ya que faltaba mucho para el estreno pero conforme se acercaba la fecha iba saliendo más información y más imágenes y me di cuenta que esta no iba a ser la típica película zombie donde lo importante es escapar y hacerse de comida y armamento en el camino. Guerra Mundial Z era precisamente lo que su nombre indicaba, una guerra global por la sobrevivencia de la raza humana.
Brad Pitt comentó en una de tantas entrevistas que esta película trataba más de política y problemas sociales que de zombies y que ese aspecto precisamente fue el que le atrajo del guión basado en la novela escrita por Max Brooks. También dijo que era muy importante para él hacer una película que sus hijos pudieran ver. Pitt estaba tan comprometido con el proyecto y le tenía tanta fe que incluso decidió ser uno de los productores.
Sus comentarios me desconcertaron un poco, el género zombie no se caracteriza por mostrar posturas políticas y críticas sociales. Tampoco ayudó el que diera a entender que las imágenes serían apropiadas para niños. De inmediato pensé que tal vez la película tendría tintes de documental y que la violencia y la sangre, inevitable en los ataques zombies, fueran a ser censuradas para lograr una clasificación más amigable.
Con un poco de reserva fui a verla con la mente abierta y puedo decir sinceramente que es una gran película. La acción en World War Z comienza inmediatamente, nada de explicaciones ni posicionamiento de personajes, eso viene después. Primero nos muestran la gravedad del problema al que la humanidad se enfrenta y después lanzan a la aventura a los héroes improbables en busca de una cura.
Nuestros héroes, en vez de escapar, deben ir hacia el foco de infección para comprender la terrible enfermedad, descifrarla y erradicarla. Pitt y compañía nos llevan alrededor del mundo en busca del paciente cero y para eso debe hablar con diferentes personas de diversas nacionalidades. Es aquí donde entra en escena la parte política y social que mencionó.
La diferencia de mentalidad y procedimientos alrededor del mundo para hacer frente a esta pandemia es el reflejo directo de las decisiones que se toman hoy en día respecto a los grandes problemas como la guerra, la hambruna y muchos más. La postura de los gobiernos para proteger a sus ciudadanos y los protocolos implementados en emergencias con planes a corto, mediano y largo plazo para la situación zombie pueden ser fácilmente aplicadas a cuestiones de la vida real como la inseguridad o las insurrecciones.
La película tiene suficientes escenas de persecución y de pasillos obscuros con zombies siguiéndoles los talones a los protagonistas para satisfacer a los amantes del género pero también tiene diálogos inteligentes y explicaciones plausibles para el fenómeno que dejarán callados a todos aquellos que alegan que no hay nada coherente en todo lo que a zombies se refiere.
No es la mejor película que he visto pero sí una de las más entretenidas, es altamente recomendable verla con una buena dotación de palomitas. Respecto al comentario de que sería una película que los hijos de Pitt pudieran ver me da gusto saber que son niños que no se asustan fácilmente, quizás se hubiera agradecido un poco más de agresividad en los zombies pero tuvo una buena dosis de sangre y violencia. A pesar de las malas críticas que recibió tuvo éxito en taquilla y ya se confirmó una secuela.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.
Milagrosamente prohibido
A la mayoría de las mujeres nos gustan las historias de amores imposibles, de complicaciones que separan a amantes condenados a luchar contra todos para estar juntos, de intrigas, conspiraciones y malentendidos que no hacen más que reavivar la pasión entre los protagonistas. Este placer culposo no se debe a que nos guste sufrir y deprimirnos porque dos personas no puedan estar juntas sino a que sabemos que el amor triunfará al final, podemos soportar todos los giros en la trama siempre y cuando sepamos que habrá un final feliz.
Esta simple pero efectiva fórmula ha sido utilizada hasta el cansancio en la literatura, en tv y en el cine y funciona igual para drama que para comedia. Las historias románticas, en su mayoría, comienzan con el momento memorable en que la posible pareja se conoce, ambos se enamoran y después, inevitablemente, las circunstancias los separan. Después sigue un periodo de sufrimiento, quizás un tercero, un cuarto y hasta un quinto en discordia antes de llegar al punto álgido en que los enamorados encuentran su camino de vuelta el uno al otro y viven felices para siempre.
Claro que hay autores que decidieron que un amor no realizado, el morir en los brazos del amante o alguna otra tragedia que separe a los enamorados para siempre son opciones mucho más románticas, intensas y apasionadas que un simple y satisfactorio final feliz. Quizás los amantes desafortunados más famosos de la literatura sean Romeo y Julieta y el trágico y absurdo desenlace de su amor no les resta popularidad entre los románticos empedernidos.
Para encontrar apasionantes historias de amor no tenemos que depender de la inspiración de un escritor o imaginarnos caballeros de brillantes armaduras. La vida real está repleta de historias de amores imposibles y frustrados, de hazañas cometidas en nombre del amor y de amantes que nadan contra corriente para defender su relación. Así siempre ha sido desde tiempos inmemoriales y así será siempre porque está en la naturaleza del ser humano.
Una de estas historias de la vida real es la del monje y pintor italiano Filippo Lippi quien se enamoró, ni más ni menos, que de una joven novicia del convento de Santa Margherita. Laurie Albanese y Laura Morowitz se dieron a la tarea de recopilar estos hechos que están bien documentados, estudiarlos y convertirlos en la novela romántica Los Milagros de Prato. Gran número de los personajes de este libro realmente existieron y otros tantos fueron creados con fines novelescos.
Las autoras hicieron un gran trabajo al recrear el siglo XV en la ciudad de Prato. Sus detalladas descripciones de la vida cotidiana logran situar al lector en el Renacimiento Italiano, desde la vestimenta hasta la comida y los hábitos de aseo personal. Los diálogos entre los personajes son un reflejo fiel de la mentalidad de la época, el modo en que la sociedad percibía a la Iglesia y viceversa. La resignación de las mujeres a una vida de limitaciones y el abuso de poder de los influyentes.
Esta historia parece tenerlo todo, un pintor que, a pesar de ser monje, no se priva de los placeres que encuentra con las mujeres , una joven e inocente novicia cuya belleza siempre ha atraído las miradas lascivas de los hombres, enemigos que quieren separarlos y aliados que arriesgan todo por ayudarlos. Todo esto enmarcado por los complejos problemas sociales, políticos y religiosos de una época de intolerancia y prejuicios.
Esta novela tenía todo para ser una gran historia pero desafortunadamente se quedó corta, por lo menos para los que buscábamos una historia romántica. Las autoras pasan más tiempo describiendo los santos y escenas religiosas que aparecían en los frescos del Filippo que la apasionada relación entre él y la novicia Lucrezia. Albanese y Morowitz parecen más preocupadas porque el lector sepa las horas y días correctos para los rezos dentro del convento y las numerosas celebraciones religiosas en Prato que por detallar el prohibido amorío.
Tal vez las autoras asumieron que un romance entre un monje y una novicia no necesitaba explicación y que aceptaríamos sin más el que Filippo, tras una vida de libertinaje decidiera de la noche a la mañana que arriesgaría sus ingresos como pintor y su reputación por una jovencita inexperta. De igual manera, Lucrezia, quien nunca se nos planteó poseyera ni una pizca de rebeldía accediera a "vivir en pecado" con el fraile sin importarle lo que dijeran de ella.
Hubiera sido más interesante que las autoras ahondaran en estos sentimientos y las circunstancias que llevaron a dos almas tan aparentemente diferentes a unirse y a desafiar los convencionalismos. Ya que inventaron personajes y situaciones tenían todas las oportunidades para hacer de esta una emocionante novela que entusiasmara al lector.
Confieso que a la mitad de Los Milagros de Prato ya ni siquiera me importaba si el amor entre los protagonistas triunfaba, era difícil apasionarse por ellos cuando no mostraban emociones. Si los verdaderos Filippo y Lucrezia hubieran sido como los que se describen en el libro no hubieran llegado ni a pasar una noche juntos. Me decepciona juzgar de esta manera al libro porque soy fan de las novelas románticas históricas pero esta simplemente no me convenció. El verdadero milagro fue leerla hasta el final.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.
¡Es un pájaro! ¡Es un avión¡ ¡Es una súper franquicia!
Igual que hace dos siglos
Me queda claro que no todos los hombres piensan así y sería hipócrita de mi parte generalizar ya que mis amistades más queridas y confiables pertenecen al género masculino. Es innegable que hemos avanzado mucho pero también parecemos en ocasiones ir de regreso al pasado, a una época de injusticias y represión.
No me considero feminista sino humanista y no me refiero al movimiento intelectual europeo del Renacimiento sino a la convicción de que todos somos iguales, que lo bueno y lo malo de las personas no depende de su género sino de su calidad como ser humano. Me ofendo igual con injusticias dirigidas a hombres y a mujeres y creo firmemente que los actos deben ser juzgados acorde a la naturaleza de los mismos y no al género del que los comete. Para bien o para mal.
Se habla mucho de la liberación femenina, la importancia de las mujeres en el mundo laboral y su presencia en puestos claves pero ¿por qué los hombres ganan más que las mujeres en los mismos puestos? Se calcula que hay una diferencia de 23% aunque algunos estudios indican que esto se debe a las horas extras de trabajo, que los hombres no tienen problema alguno para hacer viajes de negocios y trabajar a deshoras, por lo tanto se ganan ese ingreso superior. Asumiendo que esa es la verdadera razón de todas maneras seguiría existiendo una diferencia de 8.5%. La única industria en la que la mujer gana indiscutiblemente más que el hombre es en la pornografía.
Afortunadamente este desequilibrio en la balanza parece ir tendiendo a desaparecer aunque muy lentamente. Quizás este proceso podría apresurarse con un cambio de mentalidad, el abandono de prejuicios y el valor para apostar por mujeres que sólo necesitan una oportunidad. Eso resolvería el problema en el ámbito laboral pero ¿qué hay de la sociedad? En pleno siglo XXI sigue existiendo una doble moral en lo que al comportamiento de hombres y mujeres se refiere.
Si un hombre renuncia a su trabajo y viaja por todo el mundo es aventurero, si una mujer lo hace es irresponsable. Si un hombre elige no tener hijos es consciente pero si una mujer lo hace es egoísta. Si un hombre es agresivo en los negocios es admirable porque lucha por lo que quiere, si una mujer se comporta así entonces es tachada de amargada y abusiva, si un hombre se acuesta con muchas mujeres es un galán y su una mujer tiene muchos amantes es una mujerzuela.
Hemos avanzado tan lentamente como sociedad en este aspecto que una novela escrita en 1873 es tan vigente y creíble hoy en día como lo fue en su época. Me refiero a Anna Karenina, la obra del escritor ruso Leo Tolstoy en la que se narra la trágica historia de una mujer de sociedad que se enamora de un hombre que no es su esposo y lo duro que es juzgada por su amorío con él. Reconozco que no he leído la novela pero he visto varias adaptaciones a cine de ella.
La versión que protagonizan Sophie Marceau y Sean Bean es mi favorita pero decidí darle una oportunidad a la nueva adaptación estelarizada por Keira Knightley y Jude Law. Anna Karenina nos muestra la doble moral de la sociedad rusa al juzgar a Anna por su amorío pero no juzgan igual a su amante, el conde Vronsky, todos se mantienen cordial con él y esto le permite continuar con su vida social de manera inalterable. Todos compadecen al pobre esposo traicionado y se horrorizan ante la presencia de Anna quien es considerada una completa desgracia en la sociedad rusa.
La dura postura de sus amistades y conocidos es peor aún por el hecho de que el propio hermano de Anna había atravesado recientemente una situación similar y nadie lo juzgó cruelmente como a ella. Él traicionó a su esposa y nadie se atrevió a hablar mal de él, incluso la misma Anna habló con su cuñada para pedirle que perdonara la pequeña "indiscreción" de su marido y la dejara en el pasado.
Había escuchado que esta nueva versión sería un tanto peculiar por mostrar escenas sobre un escenario pero no tenía idea cómo lo manejaría su director, Joe Wright. La forma en que lo hizo resulta más incómoda que novedosa. El inicio del largometraje es lento y denso, el mostrar la escenografía, la iluminación y el cableado como parte "natural" del entorno puede ser un impedimento para la ambientación y situar al espectador en la Rusia del Siglo XIX.
Por momentos el director parece dejar de lado la idea del escenario pero no tarda en retomarla llegando incluso al extremo de seguir a los protagonistas tras bambalinas y entre los trabajadores para llevarnos a un nuevo escenario. Creo que como experimento es interesante pero hubiera preferido seguir la historia sin que se me recordara constantemente que yo era la espectadora y ellos los actores.
He tenido la fortuna de trabajar tras bambalinas y ser testigo de los cambios de escenografía y de vestuario. He visto a los actores meterse entre las piernas y correr por detrás del ciclorama para situarse del otro lado del escenario. Me he maravillado por la calma de una actriz al confiar completamente en los trabajadores que manejan la voladora y la elevan ante el asombro de los espectadores. Es una gran experiencia pero no una que quiera ver en cine, ahí quiero ver la magia sin ver cómo se hace.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.
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