jueves, 6 de septiembre de 2012

Descifrando el código para el éxito literario


Dan Brown es un autor que goza de reconocimiento a nivel internacional gracias al éxito que tuvo su novela El Código Da Vinci. La fuerte oposición de la Iglesia y las discusiones entre detractores y fans de su trabajo sólo sirvieron para fomentar el interés por el libro y aumentar las ventas en taquilla de la película protagonizada por Tom Hanks. Así, la controversia por su obra se tradujo en ganancias millonarias.
Creo que lo más sorprendente de su libro no fueron las revelaciones, ni el tema, ni el planteamiento de ciertas cosas sino que se considerara un material peligroso que corrompía mentes. Supuestamente por eso existe la Libertad de Expresión, para que las personas puedan transmitir un mensaje y confiar que el público tome sus propias decisiones. Aun así sobraban las personas que pretendían censurar su novela en nombre de la fe aunque creo que se necesita más que un best seller y una estrategia de mercadotecnia para cambiar las creencias religiosas y convicciones de las personas. De cualquier manera, las críticas negativas sólo enriquecieron más al autor y a Hollywood.
No creo que Dan Brown haya escrito el libro con la intención de ofender a la Iglesia ni a sus seguidores pero sabía a la perfección la controversia que generaría y las ganancias que vendrían después. La mayoría de los lectores decían encontrar grandes revelaciones en su escrito y se maravillaban por toda la información que encontraban entre las páginas del libro.
Sus novelas son emocionantes ya que Brown maneja a la perfección el ritmo en sus escritos, cada palabra lleva al lector de la mano del protagonista para que juntos descifren las claves y resuelvan el enigma. Es evidente que realiza investigaciones exhaustivas para cada uno de sus libros que se caracterizan por estar llenos de datos históricos, de religión y de simbología.
Brown ha sabido capitalizar al, aparentemente, arriesgarse con ciertos temas pero es más calculado de lo que parece. Para muchos de nosotros, los temas que toca ya los hemos visto con anterioridad y varias veces a través de los años. Las revelaciones de sus libros son material de dominio común para millones de personas que nunca imaginaron verlas plasmadas en un libro dirigido a un público tan alejado de esos conceptos.
El mercado meta al que van dirigidos los libros de Dan Brown no es el mismo mercado que lee libros que tratan los temas que Brown decidió incluir en sus novelas y eso es lo que lo diferencia de otros autores. Sabe combinar temas y géneros para sorprender a sus lectores manteniendo no sólo su mercado meta sino extendiéndose a otros públicos más redituables. Dudo mucho que historiadores, expertos en arte y estudiosos de la Biblia se sorprendan con los puntos que Brown toca en sus libros.
El Símbolo Perdido es la novela más reciente de Brown y otro claro ejemplo de querer pasar por sorprendente un tema que no tiene nada de misterioso. En este libro tenemos nuevamente al profesor Robert Langdon quien parece ser un imán para conspiraciones internacionales y estar justo en el centro de elaborados planes para ocultar secretos milenarios.
Su obra es interesante de principio a fin aunque parece perder un poco de ritmo de un capítulo a otro. No pueden faltar los mensajes en código que tanto le gustan a Brown y a sus lectores. En esta ocasión el misterio se centra en las tradiciones y creencias masónicas que, por más que a los conspiradores les guste creerlo, no tienen nada de misteriosas ni prohibidas pero que son interesantes y se prestan a enigmas y acertijos que Brown aprovecha hábilmente.
El Símbolo Perdido es un buen libro que sirve para pasar el rato pero si no están del todo convencidos entonces recomiendo que esperen a que salga la película ya que el proyecto está aprobado aunque no hay fecha definida. Difícilmente creo que Brown pueda lograr el mismo éxito que tuvo con El Código pero algo sí es seguro, con tantas religiones tiene material de sobra para futuros libros con mensajes cifrados.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

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