Mis padres, ambos asiduos lectores, me inculcaron el
amor por la lectura y en mi casa siempre hubo una abundancia de material
impreso para satisfacer mi creciente pasión por las letras. Desde revistas especializadas
y cómics hasta enciclopedias y libros, tuve la fortuna de crecer rodeada de
todo tipo de información. Quizás las nuevas generaciones no puedan comprenderlo
del todo porque están acostumbradas a consultar cualquier duda en internet pero
en el siglo pasado dependíamos de los impresos.
Prácticamente no había área en mi casa que no tuviera
material de lectura al alcance de mi mano, en las recámaras, en el comedor, en
los baños, era fácil encontrar algo qué leer. Adquirí de manera muy natural la
costumbre de leer todo lo que cayera en mis manos incluso si no me sentía
particularmente atraída por una revista o libro, si lo tenía frente a mí lo
leía. Hasta la fecha tengo ese hábito que me ha dado tantas satisfacciones como
dolores de cabeza.
Por lo general elijo mi material de lectura por el
autor, por el género, por recomendación o simplemente porque me llamó la
atención el título o la portada y al leer la sinopsis termina de convencerme. He
leído muchos libros por recomendación y no siempre he tenido resultados
positivos y muchos otros los he leído simplemente porque estaban frente a mí.
De la misma manera en que, a pesar de que no me interesan, leo los resúmenes de
las telenovelas y las recetas favoritas de los artistas en las revistas que
inevitablemente me rodean en la estética mientras espero mi turno, así leo los
libros que yo no compré pero que andan rondando por mi casa.
Para algunos puede resultar extraña esta costumbre pero
tengo que admitir que este sistema me ha permitido conocer nuevos autores e
historias, he sido gratamente sorprendida con novelas de las que no esperaba
mucho pero también he pasado horas arrepintiéndome de haber comenzado un libro
porque una vez que lo empiezo debo terminarlo, sin importar cuan tedioso lo
encuentre o qué tan mal escrito esté. No es que sea masoquista, simplemente
creo en terminar lo que empiezo aunque no siempre sea de mi agrado.
No me arrepiento de haber leído todos aquellos libros
que no han cumplido con mis expectativas, intento sacar provecho de ellos ya
que de todos se puede aprender algo, ya sea algún dato histórico que desconocía
o por lo menos conocer lo suficiente sobre la obra de un autor para no adquirir
más de sus obras. Pero lo que he aprendido muy bien es que un libro o autor no
sólo por el hecho de ser reconocido o galardonado debe gustarme.
Yo era muy pequeña pero tengo muy vívido el recuerdo de
haber visto en algún lugar de la casa el libro Noches de la antigüedad. Se me quedó grabada la imagen de la
pirámide y el sol en la portada, era un libro grande y pesado que no recuerdo
siquiera haber hojeado, a mi edad parecía un libro demasiado “adulto” y tenía
una abundancia de material más atractivo. Con el paso del tiempo lo olvidé pero
las circunstancias lo trajeron de vuelta a mi vida y decidí que ya era hora de
darle una oportunidad.
Sabía poco de su autor, Norman Mailer, sólo que había
ganado dos premios Pulitzer y que era considerado un innovador en su género.
Creó controversia al afirmar que Marilyn Monroe había sido asesinada por el FBI
en la biografía que escribió y se decía que era un hombre violento y misógino
que apuñaló a una de sus seis esposas. Aun con esos antecedentes me pareció una
buena idea leer Noches de la antigüedad
y me temo que cometí un error.
La sinopsis prometía una historia de reencarnación
llena de intriga, traición, romance y datos históricos. Un relato situado en el
antiguo egipcio donde el mundo de los dioses y el de los hombres eran uno
mismo. Es innegable la extensa investigación que debió hacer Mailer porque la obra
se encuentra plagada de detalles de la vida cotidiana, tantos que por momentos
es insoportable. Nos cuenta que los egipcios usaban pelucas pero ¿acaso debemos
leer todo el proceso que seguían? Bastaba con que nos contara sobre los
vendedores en el Nilo pero no había necesidad de describir toda su mercancía y
desde donde la habían traído y cómo.
Mailer abusa de las descripciones no sólo del entorno
sino de las situaciones. Los diálogos son repetitivos y tediosos, nos recuerda
una y otra vez el lugar en el que estamos o las ropas que los protagonistas
portan. Relata una y otra vez los mismos pasajes vividos por los personajes. Es
fácil comprender por qué Mailer tardó diez años en completar esta obra, sentí
que cada capítulo duraba un siglo.
La premisa del libro era buena ya que cuenta la
historia de reencarnación de un hombre y sus cuatro vidas. Mailer hace una
minuciosa descripción de las vivencias de este hombre como campesino,
sacerdote, mago, auriga, general, ladrón de tumbas y muchos otros oficios en
diferentes situaciones. Cada etapa de estas vidas es relatada lentamente
mientras que fantasía y realidad se mezclan dando un confuso resultado. Es
curioso que un machista como Mailer haya dedicado tantos pasajes de su libro a
las relaciones homosexuales del protagonista y que haya descrito de manera tan
vívida el placer que le proporcionaban.
Debo admitir que leer sus 572 páginas fue un verdadero
suplicio y en más de una ocasión estuve a punto de tirar la toalla. A mitad del
libro decidí buscar críticas en internet para saber si yo era la única que
sentía tal aversión por este libro. En general, las críticas eran positivas,
alababan al autor y a la trama pero en la mayoría encontré curiosas
aclaraciones como “sólo para lectores experimentados” y “es una lectura pesada
pero vale la pena” y muchas otras tenían todo tipo de advertencias sobre lo
aburrido que era pero disfrazadas de parcos elogios.
Todos esos críticos me parecieron demasiado
complacientes y temerosos de externar su verdadera opinión, quizás por no
querer ser tomados por incultos. Sólo encontré una crítica que en mi opinión
era la más sincera en la que, no sólo admitían desconcierto por el libro, sino
que expresaban arrepentimiento por haberlo adquirido. Por mi parte, nunca me he
guardado mi opinión respecto a los libros sin importar si son obras
galardonadas o de autores respetados, una obra no tiene por qué gustarme
simplemente porque ganó algún premio.
Puedo decir sinceramente que Noches de la antigüedad no me gustó, quizás no lo entendí o no supe
apreciarlo pero en realidad no importa, un lector decepcionado no va a hundir a
un libro o a un autor, es cuestión de gustos. Lo único que puedo hacer es
admitir mi sentir, no tengo necesidad de fingir que me gustó sólo porque sería
la opinión que se esperaría de un libro escrito por Norman Mailer.
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