lunes, 5 de agosto de 2013

Una gran película que pudo ser grandiosa

 
La mayoría de las personas no tenemos problema alguno para mencionar unos cuantos autores reconocidos y ni siquiera es necesario haber leído sus obras para saber el contenido de sus obras más famosas, cortesía de las numerosas referencias a ellos en la cultura popular.
Aun así, hay personas que no pusieron atención a estas referencias o no les interesaron pero, a diferencia de otros tiempos, encuentran el resumen en internet, memorizan un par de comentarios inteligentes y ya están armados para opinar sobre el tema en cuestión. Algunos aprenden sobre literatura y otros sólo aprenden a fingir que son más cultos de lo que en realidad son.
En América Latina reaccionamos casi en automático cuando se nos pregunta por autores importantes y mencionamos a García Márquez, Juan Rulfo, Pablo Neruda y Gabriel Mistral, entre otros. La mayoría de los autores latinoamericanos más reconocidos nos fueron presentados por nuestros maestros al ser lecturas obligadas en el plan de estudios. Como adicta a la lectura confesa, reconozco que disfruté muchos de ellos y sufrí otros tantos.
Desde pequeña comprendí que no debe gustarme la obra de un autor sólo porque es famoso o ha ganado un premio Nobel. Apoyo completamente el que se intente inculcar a los niños el hábito de la lectura pero no deberían forzarlos a creer que deben gustarles ciertos libros sólo por ser de un autor de renombre. Recuerdo que muchas de las obras que leí me parecieron tediosas, algunas incluso rayaban en el absurdo y otras estaban tan plagadas de misoginia que hasta una niña sin malicia comprendía que algo no estaba del todo bien.
Estas lecturas y autores con los que crecimos nos persiguen hasta la fecha, cada vez que alguien pregunta ¿quién es tu autor favorito? o ¿qué libro te ha marcado? Inevitablemente nunca falta quien mencione el material de lectura que se vio obligado a absorber de pequeño y difícilmente creo que, como adulto, continúe leyendo estos libros una y otra vez sin conocer nuevos autores. Simplemente hay personas que siguen mencionando ciertos autores sobrevaluados o mencionados hasta el hartazgo porque quieren dar la impresión de que son cultos cuando lo único que sus comentarios revelan es que siguen sin forjarse una opinión propia en lo que a literatura se refiere.
No quiero decir con esto que los autores de renombre apestan, en gustos se rompen géneros y lo que algunos consideran brillante otros lo tachan de patético. Una novela no debe cumplir sólo con las cuestiones técnicas, su valor reside también en el contenido, el estilo y la habilidad de atrapar a los lectores. Los premios y reconocimientos son lo de menos, lo que realmente importa es el alcance que tienen los autores para tocar las vidas de las personas.
Para los autores norteamericanos no hay mayor aspiración que escribir algún día “La gran novela americana”, término empleado para describir lo que pudiera ser la mejor novela de todos los tiempos. Sería difícil proclamar a un vencedor ya que los requisitos con los que debe cumplir, aunque claros, se prestan a la subjetividad. Dicha novela debe representar a la perfección el espíritu americano de alguna época en específico con la perspectiva del ciudadano americano promedio. No sólo debe dominar el conocimiento de la época en cuanto a lenguaje, cultura, etc. sino capturar una experiencia norteamericana única.
La novela que se considera la mayor contrincante para obtener el título oficial de “La gran novela americana” es El Gran Gatsby, escrita en 1925 por F. Scott Fiztgerald. Curiosamente, esta novela fue un fracaso en ventas y pronto fue olvidada. No fue hasta la Segunda Guerra Mundial, que las escuelas adoptaron esta novela como lectura obligada en el plan de estudios, que resurgió y se convirtió en un clásico de la literatura americana.
Se han hecho numerosas adaptaciones a cine de esta novela y la más reciente, protagonizada por Leonardo Dicaprio, Tobey Maguire y Carey Mulligan fue un buen intento que se quedó a la mitad del camino. El Gran Gatsby nos muestra el lado obscuro de la alta sociedad de los años veinte. Una época llena de excesos, algarabía y distinción de clases. Dicaprio es Gatsby, un millonario cuyas fiestas son legendarias, que tiene un interés en particular por Daisy Buchanan, prima de Nick Carraway, interpretado por Maguire quien es un escritor fracasado que se muda al lado de la suntuosa mansión de las fiestas.
El ingenuo Nick no tarda en verse involucrado en la turbulenta vida de su prima. El creciente afecto y admiración que siente por su vecino lo lleva a ser el facilitador de un triángulo amoroso cuyo desenlace trágico se ve venir desde que comienza. Las actuaciones son impecables y el vestuario nos remonta a los fabulosos años 20. La escenografía es tan exagerada y deslumbrante que, aunque visualmente emocionante, parece opacar por momentos a los protagonistas.
En general la película está muy bien hecha y los diálogos fluyen y no hay momentos tediosos pero los entornos en ocasiones parecen un tanto caricaturizados. Algo que personalmente considero un error fue la musicalización, resulta extraño que se cuidaran tantos detalles de autenticidad para transportarnos en el tiempo sólo para darnos música de Jay Z en una de tantas fiestas ofrecidas por Gatsby. Es difícil imaginar qué pasaba por la cabeza del director cuando creyó que la música de Florence and the Machine era perfecta para el tono de la película.
The Great Gastby tuvo más aciertos que errores, hubo buena recepción en taquilla y aunque las críticas la aman o la odian hay varios puntos rescatables. Es una película entretenida que quizás debió haberse tratado con más sensibilidad para mostrar la genialidad de la obra que está más cerca de ser proclamada “La gran novela americana”.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

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