martes, 22 de enero de 2013

Un idioma universal


Con el avance de la tecnología y el desarrollo de nuevas técnicas de comunicación cualquiera podría pensar que hoy en día es más fácil transmitir nuestras ideas y llegar a más personas. En cuestiones de alcance y rapidez esto es cierto pero se nos olvida que no sólo por tener más medios de comunicación a nuestra disposición vamos a transmitir mejor nuestros pensamientos.
En esta nueva era de la comunicación ni siquiera es necesario salir de nuestras casas para hablar con alguien, incluso hay quiénes se comunican de una habitación a otra por medio de celulares o internet. En teoría es algo práctico ya que ahorra tiempo y esfuerzo pero también nos roba del acercamiento que debiéramos tener con otras personas. Hace impersonal la interacción y pone en desuso las habilidades sociales básicas que los padres solían enseñar a sus hijos hasta el siglo pasado.
Muchos niños nunca han marcado un teléfono de casa y, tras saludar cortésmente al adulto que contesta, preguntan si su amigo se encuentra disponible para contestar. La creciente cantidad de pequeños que poseen su propio celular ha convertido esta costumbre en algo impensable, los niños se marcan directamente a sus números personales sin tener que lidiar con intermediarios.
Hay personas que tienen romances, discusiones y rompimientos a través de las redes sociales sin siquiera llegar a conocerse físicamente. Antes los amigos se reunían después del trabajo para unos tragos y ponerse al corriente de lo sucedido en sus vidas, ahora se encuentran en Facebook y se buscan en tags en las fotos de sus conocidos. Esa manera de mantenerse en contacto está bien para amigos y familiares que se encuentran separados por distancias considerables pero muchos lo hacen incluso aunque vivan en la misma ciudad.
La belleza de la comunicación no sólo reside en la transmisión de ideas sino en el conocimiento de las personas y las situaciones al estar en presencia del transmisor. Es bien sabido que la mayoría de la comunicación no es verbal, cuando hablamos con alguien no se trata sólo de oír lo que dice sino de escuchar realmente lo que expresa, ver sus actitudes y sentir sus convicciones. Una mirada, una sonrisa, el jugueteo de sus manos, todo esto puede decirnos más de una persona que las palabras que salen de su boca.
La música es un idioma universal, una melodía puede transportarnos a una época y lugar específico, puede tocarnos en nuestras fibras más sensibles y hacernos comprender el sentimiento con el que fue creada. De igual manera, el baile cuenta historias completas sin necesidad de palabras. Los bailarines parecen dejarse poseer por la música para transmitir un mensaje con sus pasos. Un movimiento bien ejecutado puede conmovernos hasta las lágrimas o llenarnos de alegría.
Siudy Garrido, la bailarina venezolana, es una extraordinaria combinación de talento y pasión que logra conmover a los espectadores no sólo por su técnica sino por el sentimiento que transmite con sus movimientos. Siudy Entre Mundos es el maravilloso espectáculo que conquistó Broadway y basta con sólo unos segundos de la asombrosa interpretación de Garrido para comprender el éxito que ha tenido.
Esta historia de amor situada en un mundo futurista nos muestra a dos tribus muy diferentes con un fin en común. La fusión de baile flamenco y ritmos urbanos resulta en una emocionante explosión visual acompañada de peculiares percusiones y guitarra clásica que no dejará indiferente a ningún espectador.
Las electrizantes coreografías nos cuentan la historia de principio a fin transmitiendo a la perfección la intensidad y la pasión de los personajes con el movimiento de sus cuerpos. Siudy Entre mundos cautivará a toda una nueva generación de admiradores del baile flamenco y convencerá incluso hasta al más escéptico. Desde la cautivadora voz de Joaquín Gómez hasta las impecables ejecuciones de baile, queda claro que las 50 presentaciones vendidas en su totalidad en Broadway fueron bien merecidas.
El rítmico zapateo sobre la tarima, la intensidad de los movimientos y el sentimiento de Garrido no sólo nos dejan queriendo más sino que hacen que resulte imposible no aplaudir de pie al final del espectáculo.
La imagen utilizada es propiedad de la productora.

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