Todos los días somos bombardeados con imágenes de violencia, injusticia social, hambruna y todo tipo de barbaridades que podrían deprimir a cualquiera. Hay quienes dicen que el mundo está cada vez peor porque antes no se veía todo esto pero se equivocan. La violencia siempre ha existido pero ahora, gracias a la tecnología, nos enteramos de las malas noticias en el momento en qué suceden y con un solo click del mouse podemos ver crudas imágenes de la situación actual.
Si hubiésemos tenido internet en otras épocas nos hubiéramos horrorizado con la masacre de Las Cruzadas, la crueldad de Genghis Khan, los empalados cortesía de Vlad Teppes, el desembarco en Normandía o los campos de concentración de los Nazis. La maldad siempre ha existido sólo que ahora tenemos boletos en primera fila para verla con lujo de detalles. Los valores humanos no parecen haber evolucionado pero los medios sí.
Cuando se quiere comenzar una pelea cualquier excusa es buena, el ser humano siempre ha encontrado la manera de crear problemas de la nada y complicarse la existencia. Reconozco que cierta dosis de caos es buena para poder evolucionar, no podemos permanecer estáticos y pretender avanzar sin esfuerzo alguno pero a lo largo de la historia hemos visto como pequeños desacuerdos se convierten en guerras.
El poder, la política y la religión, entre otras, serán siempre temas polémicos que inciten fácilmente a los conflictos y por esto es que a través de los años han sido utilizados para justificar actos atroces. En mi opinión, no hay nada más deplorable que la maldad humana pero es peor aun cuando el agresor pretende hacer creer que lo hace por defender sus creencias.
Una de las excusas más populares para comenzar una guerra es la religión. La Cristianización del Imperio Romano, la Reforma protestante y la Contrarreforma Católica y La Guerra de los 30 años son algunos de los conflictos religiosos más sangrientos que ha habido y eso fue sólo en Europa. Los demás continentes estaban ocupados con sus propios problemas pero el continente americano debió recibir conflictos de fuera.
Los nativos americanos fueron masacrados en gran parte por los colonizadores ingleses que se adueñaron de sus tierras y los que quedaron fueron obligados a cambiar de religión. Los mexicanos fueron sometidos por los españoles que justificaron la matanza y el pillaje alegando que era una misión en el nombre de Dios. Sus templos fueron profanados, sus creencias ridiculizadas y su libertad coartada, todo escudándose tras la religión.
Es claro que no se puede culpar a países completos por las decisiones de unas cuantas personas, la historia está plagada de hombres y mujeres que terminaron aliándose con el bando contrario, ya sea por elección o por circunstancias ajenas a su control. Este es el planteamiento de la novela En tierra de Dioses, de Emma Ros, periodista y escritora española.
El libro narra la historia de dos hermanos españoles, el menor se queda en España buscando a través de su carrera religiosa una posición al frente de la Inquisición. El mayor se va a México donde aprende sobre la cultura y la religión Mexica. La autora alterna pasajes de las vidas de ambos hermanos logrando un fuerte contraste entre sus mundos.
Mientras uno de los hermanos dedica todo su tiempo a la búsqueda del poder el otro, Guifré, se adapta tranquilamente a la vida entre los Mexicas hasta la llegada de Hernán Cortés. Guifré sabe que los españoles no se irán hasta acabar con el pueblo que lo adoptó y que ahora es parte de él. Ahora debe decidir con quién está su lealtad.
Este libro nos transporta al pasado con descripciones vívidas de los lugares, la vestimenta, las costumbres e incluso de la comida. La autora logra transmitirnos la belleza de la cultura Mexica y no podemos evitar enamorarnos de su gente al igual que el protagonista. Si les gustan las novelas históricas entonces no pueden perderse En Tierra de Dioses, a pesar de que todos sabemos el desenlace del pueblo Mexica no podemos evitar leer página tras página con la esperanza de que la historia cambie.
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