En pleno siglo XXI se podría pensar que las mujeres finalmente tenemos los mismos derechos que los hombres, que nuestro trabajo es reconocido y valorado sin juzgarnos por nuestro género y que el término “sexo débil” sólo es utilizado ya por nuestros abuelos.
Las mujeres hemos avanzado mucho, logramos dejar atrás prejuicios y conceptos preconcebidos para perseguir nuestros sueños sin sentirnos culpables al respecto. Debemos agradecer también a los hombres que rehusaron perpetuar los estereotipos negativos y reconocieron la igualdad de sexos.
A lo largo de mi vida he conocido hombres misóginos pero, en mi opinión, son peores las mujeres machistas. Comprendo que haya hombres que se empeñen en querer ver a la mujer como algo inferior, necesitan creer que es así para sentirse mejor con ellos mismos y pobre de la mujer que se enrede con ellos pero una mujer que juzga y menosprecia a su propio género es realmente triste.
Afortunadamente, aquellas mujeres que, por alguna extraña razón, quisieran que retrocediéramos en el tiempo hasta quizás ser arrastrada del cabello por un neandertal hasta una cueva se van reduciendo en número. La mujer actual no se limita a las ocupaciones “aceptables” para mujeres, no se avergüenza de sus impulsos sexuales ni acepta todo lo que le dicen sin cuestionar.
Las mujeres hoy en día podemos hacer todo lo que hacen los hombres sólo que con un grado más alto de dificultad. Caminamos de un lado a otro en tacones de 10 cms. que nos destrozan los pies y lo hacemos con una sonrisa de oreja a oreja. Pasamos todo el día en el escritorio luciendo un maquillaje perfecto gracias a que lo retocamos varias veces para no vernos enfermas bajo la mala iluminación de la oficina. Nos levantamos más temprano para alaciarnos el cabello, planear nuestra vestimenta y los accesorios adecuados. Pero eso no es lo peor, debemos esforzarnos el doble para no ser tomadas como unas frívolas que sólo piensan en su aspecto y demostrar que somos un elemento indispensable de la empresa.
No importa cuál sea nuestra ocupación, todas las mujeres tenemos episodios de neurosis que hacen ver a Woody Allen como la persona más tranquila y centrada del planeta. Para la mayoría de los hombres todo esto les resulta desconcertante, por eso sólo una mujer sabe exactamente lo que pasamos día tras día y eso es precisamente lo que nos trae Ildikö Von Kürthy en su novela Tarifa Nocturna.
Ildikó es una periodista freelance alemana que logra reflejar de manera fresca y humorística las inseguridades, ilusiones y relaciones de la mujer moderna. En Tarifa Nocturna, la protagonista, Cora, sabe que no debe llamarle a un hombre después de pasar la noche juntos y página tras página nos permite ver todo lo que pasa por su cabeza mientras espera a que el teléfono suene.
Cora, en medio de su ansiedad, nos cuenta sobre su trabajo, sus amigos, sus amores pasados y el hombre que le quita el sueño. Su divertida e ingeniosa manera de describir los acontecimientos importantes de su vida nos impiden dejar de leer. Sus palabras resultan tan familiares que parecen provenir de nuestra mejor amiga o incluso de nosotras mismas.
En este libro hay un sinfín de cosas con las que podrán identificarse todas las mujeres y, si algún hombre se aventura a leerlo, estoy segura que no encontrará una mejor ventana a la psique femenina. Tarifa Nocturna es la novela con la que debutó esta talentosa escritora y ha sido traducida a más de veinte idiomas. Su sentido del humor e inteligente narrativa trasciende fronteras.
Tarifa Nocturna me mantuvo riendo página tras página mientras asentía con la cabeza reconociéndome en las actitudes de Cora o recordando las incontables horas en compañía de amigas diseccionando cada detalle de nuestras vidas y relaciones. Este es un libro que toda mujer que se precie de ser moderna, liberada, neurótica y un tanto insegura debe leer.
La imagen utilizada es propiedad de Estudio Ediciones B / Thinkstock
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