martes, 4 de marzo de 2014

Un emocionante desastre

Ahora que hemos dejado a nuestro pobre planeta tan maltrecho, muchos de los desastres naturales se deben a los abusos que hemos cometido. Es innegable que el cambio climático y las devastadoras inundaciones son resultado directo de la contaminación y la deforestación desmedida. Fue tonto del ser humano creer que las acciones no tendrían repercusiones.
Nosotros bien sabemos qué hemos ocasionado y qué no por más que nos empeñemos en negarlo pero ya sea que acusemos a las grandes corporaciones, al vecino o a nosotros mismos, el sentimiento de culpa es algo que el hombre trae cargando incluso desde antes que realmente tuviera la culpa. Es curioso que los humanos vengan adjudicándose todo tipo de desastres naturales desde su aparición en la tierra.
Está claro que, según las creencias antiguas, los dioses eran directamente responsables de estos fenómenos pero era el humano, con su comportamiento, quién se ganaba castigos y recompensas en forma de sequías, tormentas y temblores o buenas cosechas y clima favorable. Si llovía, si no llovía, si había aire, si no lo había, los humanos siempre se dieron demasiada importancia, creyendo que todo tenía que ver con ellos, hasta la fecha hay personas que aún lo creen así.
Convenientemente, les resultaba más fácil sacrificar animales y vírgenes para apaciguar a los dioses que modificar su comportamiento. Mientras las condiciones climáticas cooperaran con ellos eran felices pero si las cosas no salían como esperaban entonces maldecían su suerte y aborrecían a la naturaleza por no subyugarse ante ellos. Desgraciadamente, sus creencias e incluso su arrogancia los llevó a sufrir las desastrosas consecuencias de su falta de respeto por la naturaleza una y otra vez a lo largo de la historia.
Aun así, la mayoría de los fenómenos naturales no tienen nada que ver con nuestros abusos y muchos de los desastres ocurren por nuestra propia incompetencia, la tierra tiene sus ciclos naturales y es ridículo que, después de miles de años, sigamos sin entenderlos. Si algunas ciudades se inundan es porque se invadió el cauce natural de los ríos para levantar construcciones, si los tornados y los temblores destruyen casas es porque éstas fueron construidas en zonas de riesgo.
Este fue el caso de Pompeya que fue arrasada por la erupción del Vesubio. La destrucción de esta ciudad de la Roma antigua ha inspirado numerosas historias situadas durante los días cercanos a la erupción y hasta el momento en que sus habitantes perecieron. Las películas de desastres son por lo general una apuesta segura con el público, por alguna razón nos encanta que nos muestren en pantalla grande lo fácil que es acabar con nuestra pacífica existencia por eso Pompeya en 3D, dirigida por Paul W.S. Anderson, era una de las películas que se esperaban más taquilleras para este año.
Kit Harington, a quien hemos visto como Jon Snow en la fascinante serie Game of thrones, es Milo, quien fue esclavizado desde niño después de que toda su tribu fuera masacrada por los romanos liderados por Corvus. Milo se convierte en un talentoso gladiador y años después se encuentra nuevamente con el hombre que le arrebató a su familia. Kiefer Sutherland interpreta a Corvus, un personaje tan carismático como cruel que amamos odiar. No podía faltar un interés romántico para Milo en forma de una hermosa joven de posición social elevada, la atracción inmediata es mutua y los impedimentos para su amor no tardan en surgir.
Las secuencias de peleas son emocionantes y bien cuidadas, si bien no vemos tanta sangre como en otras producciones no se extraña. La excelente ambientación y la atención al detalle nos transportan con facilidad al año 79 d.c. La arrogancia de los romanos, la rudeza de los gladiadores, las marcadas clases sociales y el hambre de diversión del pueblo están presentes en toda la película.
Desde el principio sabemos que el mayor peligro no es Corvus ni la sociedad que jamás le permitirá al par de enamorados estar juntos, el Vesubio es el verdadero villano de la historia. Milo no sólo busca su libertad sino que debe rescatar a su amada y escapar de una ciudad al borde de su destrucción. Por supuesto que a todo esto le agregamos a un Corvus empeñado en quedarse con la mujer de Milo y matarlo en el proceso.
La película no es todo caos y destrucción, el momento de la erupción es impresionante y no faltan los momentos dramáticos típicos de las películas de desastre como un niño que cae al intentar escapar; hombres y mujeres pisoteados por la multitud histérica y adinerados intentando comprando su lugar en los barcos que pretenden escapar de la aniquilación.
Pompeya en 3D visualmente es capaz de emocionar a cualquiera, quizás la trama pudo tener un poco más de profundidad en lo que a personajes se refiere pero nada que demerite la película. Las críticas no se pusieron de acuerdo con este largometraje porque admiten que el presupuesto estuvo bien justificado en lo que a efectos especiales se refiere pero no quedaron satisfechos con la trama.
En mi opinión están siendo demasiado exigentes, no fui a ver esta película por la historia de amor imposible entre los protagonistas, acudí al cine para ver en tercera dimensión a gladiadores dando espadazos, al caos del Vesubio y a las partículas de ceniza cayendo sobre los habitantes de Pompeya mientras intentaban escapar. Pompeya en 3D prometió emoción y lo cumplió, la historia pudo manejarse de muchas otras maneras pero en lo personal me gustó y pasé un buen rato. Definitivamente una película más que palomera y muy recomendable.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.


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