Los vampiros son parte del folclor de las culturas de todo el mundo, en cada región se les llama de manera diferente y en ocasiones son muy distintos entre sí pero todos coinciden en el ansia de sangre y su condición sobrenatural. Hay testimonios muy antiguos sobre la existencia de estos seres y existen algunas menciones respecto a los actos sexuales que estos seres cometían con sus víctimas pero por decencia o pudor no se le dio tanta difusión a este aspecto de los supuestos vampiros en los casos registrados hace siglos.
Mucho de lo que se sabe sobre los vampiros hoy en día se debe a la obra de Bram Stoker: Drácula. Este escritor irlandés logró crear un fenómeno que trascendió a su época y sigue siendo referencia obligada sobre el tema. Stoker no fue el primero en escribir sobre vampiros pero sí el primero en crear un personaje memorable que logró aterrorizar y seducir al mismo tiempo.
Le Fanu ya había creado un ser maligno tan sensual como peligroso 25 años antes que Stoker pero su personaje, Carmilla, fue demasiado arriesgado para el siglo XIX y no logró gran popularidad. Se han hecho varias adaptaciones para cine de Carmilla pero no ha logrado despegar cómo se esperaría. Tal vez se deba en parte a que han sido producciones de bajo presupuesto, quizás los grandes estudios temen invertir en la idea de una vampira lesbiana.
Con tantos programas y películas sobre vampiros se esperaría que algún personaje o historia hubiera destacado tanto como para hacer competencia a Drácula pero este enigmático ser es demasiado fuerte como para ser destronado por franquicias para adolescentes o series de televisión cuyas tramas parecen estar cayendo en el absurdo. El trono de Drácula como rey de los vampiros está a salvo pero ¿qué es lo que lo hace tan fascinante?
Hay quienes alegan que se debe a que Stoker se basó en un hombre real, Vlad Dracul, un hombre tan cruel que era imposible no estremecerse ante sus acciones. Esa sería una buena respuesta de no ser porque Stoker sabía muy poco acerca de la vida de Vlad Tepes (el empalador). Los expertos en el tema coinciden en que Stoker escuchó sobre la mala fama del príncipe de Valaquia y le gustó la idea de que el nombre familiar, Dracul, significara dragón, por lo tanto Vlad Dracula significaba literalmente, Vlad, hijo del dragón y consideró que sería un toque apropiado para su personaje.
Es innegable que Stoker creó un gran personaje pero si hubiera investigado sobre la vida de Vlad se hubiera encontrado con que la realidad era aún más escalofriante que los horrores que describiría en su novela. Los excesos de Vlad, su fascinación por empalar hombres y los creativos métodos que utilizaba para que se respetara la ley parecerían brutales y malévolos pero lo que para nosotros resulta impensable, para los habitantes de Valaquia fue suficiente para considerarlo un héroe nacional.
Ya había leído con anterioridad sobre la vida de Vlad Tepes pero nunca tan detallada como en Vlad, La última confesión del Conde Drácula, por C.C. Humphries. En este libro vemos el lado humano de Vlad a través de los ojos de las tres personas más cercanas a él: su amante, su mejor amigo y su confesor. La extensa investigación que el autor realizó para esta obra es evidente página tras página al detallar las condiciones en que Vlad vivió.
El relato de su vida comienza cuando Vlad y su hermano son entregados a los turcos por su propio padre como rehenes en señal de sumisión al sultán. Los horrores de su infancia lo marcaron para toda la vida pero la constante presión bajo la cual vivía, la enorme responsabilidad que debió asumir a temprana edad y la difícil situación de la época hubieran sido más que suficiente para traumar a cualquiera sin importar que su infancia hubiera sido feliz o no.
Humphries nos muestra a un hombre real, comprendemos el enorme cariño que su amigo tenía por él, por qué su amante estaba perdidamente enamorada de él y que su confesor lo escuchar con intenciones de absolverlo. Sus métodos fueron sin duda crueles pero efectivos, logró defender a Valaquia e imponer el orden, tanto así que los pobladores no se atrevían siquiera a cometer adulterio por tratarse de una falta que les ganaría el morir empalados.
En Vlad, se detallan las circunstancias que lo llevaron a cometer tantas atrocidades y el autor no olvida incluir los momentos más famosos de la vida de este conde, como la vez que un hombre se rehusó a quitarse el sombrero en su presencia y Vlad se lo fijó al cráneo con clavos o la ocasión en que otro pobre desdichado se quejó de la pestilencia por tantos hombres empalados y Tepes ordenó que lo empalaran más alto que al resto de las víctimas para que no tuviera que soportar el hedor.
Este libro tiene vívidas descripciones que pueden resultar crudas para el lector sensible pero es sin duda alguna una lectura amena, bien documentada y que muestra al verdadero Hijo del Dragón ¿héroe o tirano? Seguramente dependía de si se estaba de su lado o no. Lo cierto es si Stoker hubiera hecho una buena investigación sobre el conde su libro hubiera tenido un final muy diferente. Vlad Tepes jamás hubiera sido derrotado por Van Helsing, Jonathan Harker y Mina, era demasiado inteligente y aguerrido. Lo más seguro es que todos hubieran terminado empalados y Vlad hubiera regresado a Valaquia donde sus logros son recordados con orgullo y no con horror.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.
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