jueves, 14 de marzo de 2013

Sentirás que estás en Broadway


El teatro siempre ha tenido una magia especial que cautiva a cualquiera que acude a una puesta en escena. Escenografía, iluminación, musicalización, vestuario, actores, directores y productores son sólo unos cuántos elementos detrás de cada presentación. Se podría pensar que todo el arduo trabajo y las incontables horas de ensayo llegan a su culminación en la noche de estreno pero es sólo el comienzo.
La mejor recompensa para los artistas es el aplauso del público que, en ocasiones, lo hace de pie en señal de reconocimiento al talento y el esfuerzo. La mejor recompensa para una puesta en escena es la demanda del público que la lleva a permanecer en cartelera por largas temporadas. No tenemos que dedicarnos a las artes escénicas para comprender la fascinación que la aceptación del público ejerce sobre los actores aunque la vida sobre los escenarios no resulta tan atractiva para todos.
Recuerdo cuando era niña y me veía obligada a participar en las obras escolares. La mayoría de mis compañeros se emocionaban y ponían su mejor esfuerzo en las audiciones para conseguir buenos papeles. Los demás nos conformábamos con papeles sin importancia o incluso siendo parte de la escenografía, algo cómo una roca o un árbol cuya única responsabilidad fuera pararse sobre esa pequeña marca con cinta adhesiva en el suelo que indicaba nuestro lugar.
Nunca me interesó tener el protagónico ni que la obra de nuestro salón fuera la mejor de toda la escuela. Encontraba más emocionante ser parte del público. Desafortunadamente ese era un privilegio de los padres ya que los alumnos debíamos permanecer tras bambalinas incluso durante las obras en las que no participábamos. Cuando finalmente asistí como público a ver el musical Vaselina fue todo lo que imaginé y mucho más. Parte de mi emoción fue porque era con el grupo musical Timbiriche, confieso que fui su fan cuando era muy pequeña. Lo importante fue que a partir de ese momento me enamoré del teatro.
A través de los años he visto todo tipo de puestas en escena por compañías de teatro pequeñas y por productoras internacionales de grandes presupuestos. Desde dramas y comedias hasta teatro experimental y musicales. En éstos últimos he tenido la fortuna de ver a Elaine Paige, una de mis cantantes favoritas, en Sunset Boulevard y tener a Rum Tum Tugger bailando frente a mí guiñándome el ojo en Cats. Las historias narradas a través de canciones y coreografías me llevaron a desear que Christine no eligiera a Raoulle en El Fantasma de la ópera, a pesar de saber que ese no sería el desenlace.
Uno de los musicales más emotivos que he visto ha sido Les Miserables. La historia es conmovedora por sí sola pero la hermosa musicalización que logra de manera brillante transmitir los ideales, sentimientos y conflictos de los protagonistas es capaz de dejar sin aliento a cualquiera. Cuando la vi intenté contener las lágrimas en una de las escenas más tristes, pero al ver que la mayoría a mi alrededor lloraba desconsoladamente me parecía estar fuera de lugar si no me unía a ellos. Incluso vi señores de rostros severos y adolescentes de miradas cínicas limpiando discretamente las lágrimas que se les escapaban.
Cuando supe que Les Miserables sería llevado a la pantalla grande me emocioné al descubrir al reparto, todo iba bien hasta que vi el nombre de Russell Crowe. Este actor nunca ha sido de mi agrado aunque reconozco que hay un par de películas con él como protagonista que son muy buenas pero la idea de verlo cómo el Inspector Javert realmente me molestó. Sé que Crowe no es nuevo en el mundo de la música y ha estado en varios grupos, tiene varios discos y ha ido de gira, aun así, no me convencía la idea de que le permitieran cantar en uno de los mejores musicales de todos los tiempos.
La adaptación a película fue todo un éxito, la producción cuidó hasta el último detalle y el resultado fue impresionante. El director, Tom Hooper, tomó la acertada decisión de pedir a los actores que cantaran en vivo en cada escena, acompañados por música de piano, para dar mayor libertad creativa e imprimir más dramatismo. La musicalización con orquesta se agregó en post-producción. Ver Les Miserables en el cine conmueve casi de la misma manera que lo hace en el teatro.
Hugh Jackman y Anne Hathaway estuvieron impecables y Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen se robaron cada escena en que aparecieron. En general, el reparto fue uno de los más acertados que he visto. Pero no todo fue perfecto, lo que falló fue, tal cómo me temía, la presencia de Russell Crowe. En esta cinta quedó demostrado que Crowe está muy por detrás, musicalmente hablando, de sus compañeros de reparto. Sus intervenciones en ocasiones lucían acartonadas, dando la impresión de que estaba tan preocupado por acertar las notas que olvidaba que debía actuar también, o por lo menos mover los brazos al caminar.
Como experimento estuvo bien pero en una producción tan importante, en la que el resto de los actores cumplieron y algunos hasta superaron las expectativas, fue una lástima que no se cuidara más la elección para un personaje tan importante y complejo como Javert. Crowe está bien para interpretar gladiadores y boxeadores. Ser guitarrista y vocalista de su grupo de rock es bastante lucrativo también, no necesita buscar ingresos extras por otro lado. Así que, espero que por el bien de todos se mantenga alejado de la comedia musical.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

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