martes, 15 de octubre de 2013

Ingredientes para una buena comedia


Comer es uno de los mayores placeres de la vida y no me refiero simplemente a saciar nuestro apetito o satisfacer un antojo sino a degustar lentamente un delicioso manjar cuyo sabor parece transportarnos a otro mundo. No es una exageración, por lo menos no para mí, un platillo exquisito puede ponerme de buen humor e incluso desestresarme, de la misma manera en que una comida sin sabor o mal preparada puede arruinar mi día.
No estoy obsesionada con la comida pero reconozco que me encanta probar todo tipo de platillos y disfruto enormemente planear salidas a mis restaurantes favoritos. Casi envidio a las personas cuyo trabajo es precisamente comer en todo tipo de restaurantes porque escriben reseñas en alguna revista o certifican la calidad de los centros de consumo. Asumo que deben deleitarse con su trabajo pero quizás al hacerlo por obligación no resulte tan divertido después de todo.

No creo que yo hubiera podido trabajar en algo así, por lo menos no en lo que a otorgar calificaciones respecta porque hasta la fecha no he encontrado alimento que me rehúse a comer, soy de esas personas que comen de todo. No sé si se considere una cualidad pero ese aspecto de mí debo agradecérselo a mi padre. Él siempre decía que “aquel que no se atreve siquiera a probar un platillo para decidir si le gusta o no, no sabe comer”.
Tenía razón, a través de los años me he topado con personas que dicen que cierto alimento no les gusta simplemente por su aspecto, por su procedencia o porque nunca lo habían visto. Estas personas se pierden de una nueva experiencia por temor o inseguridad ¿qué importa si les gusta o no? Lo importante es probarlo y si no es de su agrado no tienen por qué volver a consumirlo. Por lo menos lo habrán intentado y no tendrán que conformarse con lo que otras personas les cuenten.

En mi caso suelo olvidar si algún alimento no me gustó del todo y vuelvo a comerlo si se presenta la oportunidad. Cada cierto tiempo me encuentro en alguna situación en que se ofrece queso azul como botana o complemento y en cada una lo consumo y recuerdo que su sabor no es de mis preferidos. Aun así, si el día de mañana alguien vuelve a ofrecérmelo, volveré a comerlo con la esperanza de que algún día me guste. Quizás sea necedad pero me rehúso a ser el tipo de persona que se queja de la comida.
Me encanta ver en televisión los programas sobre Chefs que compiten entre sí para preparar los platillos más ingeniosos y deliciosos. El grado de concentración que emplean y la complejidad de la preparación de sus platillos me asombran. Sobre todo porque no soy el tipo de persona que puede pasar horas en la cocina, no me atrae la idea de estar todo el día cortando, hirviendo, guisando, gratinando, etc. Me gusta la comida pero me gusta más cuando la prepara alguien más.

De acuerdo a mis habilidades culinarias y mi estilo de vida, cualquier platillo que al prepararse tome más tiempo que lo que dura un corte comercial ya tardó demasiado. Claro que tengo que cocinar de vez en cuando pero prefiero dejar todo listo para simplemente recalentar entre semana. Es aquí donde agradezco ser alguien que come de todo, si no, mi vida sería muy difícil ya que no puedo darme el lujo de desayunar, comer y cenar fuera todos los días. Saboreo igual un sándwich que un plato gourmet.
Se puede preparar comida siguiendo cualquier receta pero hace falta mucho más para ser un chef, no se trata sólo de los conocimientos. Hay personas que nacen con un don, un sazón muy personal que, aunado a su creatividad, los lleva a combinar ingredientes y transformar alimentos comunes en platillos extraordinarios. Un verdadero chef es aquel que tiene una visión y que busca perfeccionar su arte culinario.

La comedia francesa El Chef cuenta la historia de Jacky, un apasionado aspirante a chef que se rehúsa a comprometer su visión. Jacky es incapaz de conservar sus empleos debido a su peculiar visión culinaria y su molesta inflexibilidad. Las circunstancias lo llevan a conocer a Alexander Lagarde, interpretado por el talentoso Jean Reno, un reconocido chef en busca de inspiración para un nuevo menú.
Jacky es un gran admirador de Lagarde y acepta de inmediato una propuesta de trabajo de su parte. La singular personalidad de Jackie en contraparte con la seriedad y profesionalismo de Lagarde crea todo tipo de situaciones divertidas. La trama se complica cuando el dueño del restaurante en el que trabajan tiene intereses para los que le conviene que el nuevo menú de Lagarde sea un fracaso.

Jacky y Lagarde traman todo tipo de planes y contratan ayudantes para crear el menú que les permita conservar sus empleos. La trama es buena y entretenida aunque quizás pudieron haber explotado más a los personajes y hacerlos más cómicos. Hay un par de escenas que pueden hacer llorar de risa a cualquiera pero el resto de la película transcurre tranquilamente.
Las comedias francesas son más sutiles que las norteamericanas pero no por eso son menos divertidas. Manejan un sentido del humor fino e inteligente que algunos pueden perderse un poco en la traducción. Esta película no tuvo ese problema pero he visto mejores como Se renta esposa y Usted es muy guapo. El Chef es una comedia entretenida con personajes carismáticos que pudo ser mucho más pero se quedó en una bonita película ideal para pasar el rato.

Jean Reno es un gran actor y aunque sea por él vale la pena ver esta película aunque hay que reconocer que Michaël Youn está a la altura de Reno al interpretar convincentemente al obstinado y talentoso chef, Jacky. Te chuparás los dedos de gusto después de ver esta deliciosa comedia.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

lunes, 7 de octubre de 2013

El futuro a la vuelta de la esquina


Todo parece indicar que mientras más se desarrolla la tecnología más obscura se vuelve la visión de nuestro futuro. En las viejas películas en blanco y negro nos mostraban un futuro donde aparentemente lo peor era la horrible vestimenta plateada y los ridículos peinados altos con todo tipo de decoraciones extrañas. Incluso veíamos a extraterrestres y terrestres conviviendo tranquilamente y los viajes espaciales estaban al alcance de todos.

Los Supersónicos prometían un divertido mundo dónde se manejaban vehículos voladores, hasta los niños utilizaban jetpacks para evitarse la molestia de caminar, incluso las cortas distancias se realizaban sobre bandas transportadoras. Para tener comida sobre la mesa bastaba con apretar unos cuantos botones en una máquina y de manera instantánea la familia podía degustar deliciosos platillos. La fiel e incansable Robotina se encargaba de todas las labores domésticas, un futuro atractivo para cualquiera.
Sí, todo parecía indicar que el futuro sólo traería prosperidad y las complicaciones de la vida cotidiana se reducirían considerablemente. Pero en algún momento esta prometedora visión de un mundo color de rosa cambió drásticamente y el futuro comenzó a mostrarse amenazador. En Cuando el destino nos alcance vimos que en el año 2022 nos veríamos obligados a comer humanos procesados debido a la escasez de alimentos. En Mad Max vimos a la sociedad desmoronándose mientras peligrosos pandilleros se dedicaban a crear caos.

Terminator nos advirtió sobre la excesiva dependencia en la tecnología y el control total que las máquinas tendrán eventualmente sobre la raza humana. Incluso Wall-E de Pixar pinta un deprimente futuro para el planeta tierra y los gordos humanos que desperdician sus vidas al tener todas sus necesidades atendidas sin mover un solo dedo.
Esta tendencia pesimista no se debe a que lo deprimente sea más lucrativo en el cine sino a que todo parece indicar que realmente nos espera un futuro con más calamidades que comodidades. La población mundial crece rápidamente y todos los avances en la medicina permiten que las personas vivamos más años creando un desequilibrio dañino para el planeta. El consumismo desmedido, el abuso de los recursos naturales, el que las empresas antepongan sus intereses económicos al bienestar de la humanidad, todo esto y mucho más parece indicar que estas películas no son fatalistas sino realistas.

No quiero decir que todo esté perdido pero en un mundo donde los pobres son cada vez más pobres y los ricos son cada vez más ricos es lógico asumir que nuestro futuro sea más parecido al que describen en El vengador del futuro que el de Los Supersónicos. No tenemos que especular mucho, hoy en día podemos observar situaciones que parecen salidas de cualquier película del futuro post-apocalíptico que muestran claramente las tendencias de la existencia humana en un futuro no muy lejano.
Elysium, película de ciencia ficción protagonizada por Matt Damon, nos presenta una visión creíble y bien estructurada de nuestro posible futuro. Este largometraje, escrito y dirigido por Neill Blomkamp, transcurre en el año 2154 y la raza humana se divide sólo en dos clases sociales: ricos y pobres. Los millonarios, como era de esperarse, gozan de todos los privilegios y se dan el lujo de vivir en una estación espacial llamada Elysium.

Este lugar cuenta con todo lo necesario para llevar un hedonista estilo de vida, incluso la mortalidad se ha erradicado en Elysium ya que cada hogar cuenta con su propia Med-Pod, una especie de cabina que puede curar cualquier problema médico alargando la vida humana indefinidamente. Los pobres tienen que conformarse con vivir en un planeta tierra destrozado, sobrepoblado y deprimente.
La clase baja sueña con vivir algún día en Elysium pero saben que sus probabilidades son nulas al no contar con ingresos suficientes, incluso hay quienes roban naves y códigos e intentan ingresar ilegalmente a la lujosa estación pero Jodie Foster, secretaria de defensa, siempre se encarga de que quede claro que jamás serán bien recibidos en Elysium. Hacía mucho que no veíamos a Foster en un papel como este que nos recuerda que es una gran actriz.

Damon interpreta a Max, un trabajador de una fábrica de robots a quien las circunstancias lo llevan a aliarse con un contrabandista que le promete llevarlo a Elysium a cambio de que le ayude a robar información muy valiosa. Damon logra que el espectador se identifique con Max y que lo anime a cada paso que da. La película es emocionante de principio a fin y entre persecuciones, disparos, traiciones e injusticias, lo único que queremos es que Max llegue a Elysium, así de bueno es su personaje.
Como en toda película siempre hay aspectos un tanto predecibles, situaciones trilladas, personajes típicos e incluso uno que otro diálogo pero debo reconocer que Elysium es una gran película, tanto Damon como Foster cautivan con sus brillantes interpretaciones. No se necesita ser fan de la ciencia ficción para disfrutar este filme ya que su director ni siquiera lo considera perteneciente a este género, de ahí que la película se promociona con la frase “El futuro es ahora”.

Las situaciones que vemos en esta película, los personajes, la trama, la mentalidad, no son típicos de la ciencia ficción. Los sucesos en ella son resultado de la progresión lógica de los eventos de hoy en día. Para allá vamos viendo el estado en que se encuentra el mundo hoy en día, la manera en que vivimos y pensamos, el desarrollo de la tecnología y la pérdida progresiva de los valores.
Confío en que estamos a tiempo de recapacitar en muchos aspectos y que podemos salvarnos de un futuro al estilo de Mad Max o Terminator. No aspiro a tener un mundo futurista como el de Los Supersónicos pero me conformaría con algo parecido al de Futurama. Mientras el futuro llega, les recomiendo que no se pierdan Elysium, será un tiempo bien invertido.

La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.