jueves, 30 de mayo de 2013

Desencadenando a un personaje


Hace unos años, cuando visité el Museo Nacional de Historia y Cultura Africoamericana del Smithsonian en Washington, D.C. quedé impactada por la cruda realidad de la esclavitud. A pesar de haber leído sobre el tema con anterioridad y de haber visto innumerables películas, programas y documentales que trataban el tema no estaba preparada para lo que vi.
Todas y cada una de las piezas allí exhibidas deben tener, sin duda alguna, una trágica historia que sólo se puede esperar que ningún ser humano vuelva a vivir jamás. Desde ropas de niños hasta cadenas y jaulas de castigo, es repugnante ver lo bajo que puede caer el ser humano. Me impresionó cuando el guía explicó que los esclavos eran forzados al máximo de sus capacidades, tanto así que era común que los músculos erosionaran al hueso.
La injusticia cometida contra africanos y, en ocasiones amerindios, es uno más de los vergonzosos episodios de la humanidad a través de la historia. La reparación por la esclavitud me parece un insulto más al ultraje cometido ya que no hay nada que se pueda hacer para compensar por lo sucedido. El reconocer, proteger y promocionar los derechos humanos debiera haber existido desde siempre no plantearse a partir de atrocidades ya cometidas.
También me parece absurdo el que haya personas que exijan reparaciones económicas por la esclavitud. Ninguna cantidad de dinero podría reparar el daño, no se puede volver en el tiempo para regresar a todas esas personas lo que perdieron. No hay manera tampoco de cuantificar los daños en cifras exactas, la dignidad no tiene precio, la vida no tiene un valor monetario definido.
Las circunstancias extremas tienden a sacar lo mejor y lo peor de las personas y la esclavitud no fue la excepción. No todos los norteamericanos estaban ansiosos por adquirir esclavos, hubo quiénes se rehusaron a ser parte del sistema e incluso arriesgaron su posición social e incluso sus propias vidas por estar en contra de esta injusticia. De igual manera muchos esclavos supieron abrirse camino hasta convertirse ellos mismos en tratantes y ser parte del problema.
Django sin cadenas retrata la esclavitud en Texas en 1858. Esta película dirigida por el genial Quentin Tarantino causó controversia incluso antes de su estreno. Spike Lee, el director más conocido por sus opiniones políticas que por sus películas, tachó al largometraje de racista por utilizar excesivamente la palabra Nigger, utilizada hoy en día de manera peyorativa.
Tarantino aclaró que la palabra se utiliza para ser fiel a la época ya que así se expresaban en esos tiempos, su inclusión en el guión se debe al deseo de ser históricamente exacto. Los comentarios de Lee no afectaron a la película ya que tuvo gran éxito en taquilla y logró nominaciones y premios Oscar, Bafta y Globos de oro. No era para menos al contar con Jamie Foxx, Leonardo Dicaprio, Christoph Waltz, Kerry Washington y Samuel L. Jackson en su reparto.
La película comienza cuando el Dr. Schultz hace un trato con Django, un esclavo que es llevado a vender a otro pueblo. Schultz necesita de Django para localizar a unos forajidos y le promete su libertad si lo ayuda, éste accede pero le pide también asistirlo en la búsqueda de su esposa que fue vendida a un desconocido.
Es aquí donde, muy al estilo de Tarantino, los malos reciben su merecido de maneras creativas y los protagonistas se convierten en héroes improbables. Las brillantes actuaciones nos recuerdan en todo momento la seriedad del tema pero la ironía y el sarcasmo que caracteriza a las películas de Tarantino se mantiene de principio a fin.
Samuel L. Jackson, aunque con una intervención demasiado breve para mi gusto, logra que el espectador ame odiarlo desde que aparece en pantalla, su personaje añade el toque justo para tensionar aún más la historia. El maltrato al que eran sometidos los esclavos es fielmente representado pero, al tratarse de Tarantino, los victimarios terminan siendo víctimas de su ignorancia y reciben un justo y sangriento castigo.
Django no es sólo un hombre con sed de venganza listo para acabar con todos por la vida que ha llevado. Las circunstancias lo llevan a transformarse en una especie de vengador pero conforme avanza la película el personaje evoluciona valiéndose de su inteligencia al descubrir nuevas habilidades y dejarse guiar por su sentido de la justicia.
Django sin cadenas no compensa las atrocidades cometidas pero logra darnos la sensación de que quizás si existió alguien como él que se enfrentó al sistema y vengó algunas injusticias. Tarantino tomó un tema delicado y lo transformó en un brillante western que fácilmente podría convertirse en franquicia. Tarantino no ha dado una postura oficial al respecto pero dijo que “lo está considerando”. Esperemos que así sea ya que Django es demasiado personaje para una sola película.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

Vlad vs. Drácula


Los vampiros son parte del folclor de las culturas de todo el mundo, en cada región se les llama de manera diferente y en ocasiones son muy distintos entre sí pero todos coinciden en el ansia de sangre y su condición sobrenatural. Hay testimonios muy antiguos sobre la existencia de estos seres y existen algunas menciones respecto a los actos sexuales que estos seres cometían con sus víctimas pero por decencia o pudor no se le dio tanta difusión a este aspecto de los supuestos vampiros en los casos registrados hace siglos.
Mucho de lo que se sabe sobre los vampiros hoy en día se debe a la obra de Bram Stoker: Drácula. Este escritor irlandés logró crear un fenómeno que trascendió a su época y sigue siendo referencia obligada sobre el tema. Stoker no fue el primero en escribir sobre vampiros pero sí el primero en crear un personaje memorable que logró aterrorizar y seducir al mismo tiempo.
Le Fanu ya había creado un ser maligno tan sensual como peligroso 25 años antes que Stoker pero su personaje, Carmilla, fue demasiado arriesgado para el siglo XIX y no logró gran popularidad. Se han hecho varias adaptaciones para cine de Carmilla pero no ha logrado despegar cómo se esperaría. Tal vez se deba en parte a que han sido producciones de bajo presupuesto, quizás los grandes estudios temen invertir en la idea de una vampira lesbiana.
Con tantos programas y películas sobre vampiros se esperaría que algún personaje o historia hubiera destacado tanto como para hacer competencia a Drácula pero este enigmático ser es demasiado fuerte como para ser destronado por franquicias para adolescentes o series de televisión cuyas tramas parecen estar cayendo en el absurdo. El trono de Drácula como rey de los vampiros está a salvo pero ¿qué es lo que lo hace tan fascinante?
Hay quienes alegan que se debe a que Stoker se basó en un hombre real, Vlad Dracul, un hombre tan cruel que era imposible no estremecerse ante sus acciones. Esa sería una buena respuesta de no ser porque Stoker sabía muy poco acerca de la vida de Vlad Tepes (el empalador). Los expertos en el tema coinciden en que Stoker escuchó sobre la mala fama del príncipe de Valaquia y le gustó la idea de que el nombre familiar, Dracul, significara dragón, por lo tanto Vlad Dracula significaba literalmente, Vlad, hijo del dragón y consideró que sería un toque apropiado para su personaje.
Es innegable que Stoker creó un gran personaje pero si hubiera investigado sobre la vida de Vlad se hubiera encontrado con que la realidad era aún más escalofriante que los horrores que describiría en su novela. Los excesos de Vlad, su fascinación por empalar hombres y los creativos métodos que utilizaba para que se respetara la ley parecerían brutales y malévolos pero lo que para nosotros resulta impensable, para los habitantes de Valaquia fue suficiente para considerarlo un héroe nacional.
Ya había leído con anterioridad sobre la vida de Vlad Tepes pero nunca tan detallada como en Vlad, La última confesión del Conde Drácula, por C.C. Humphries. En este libro vemos el lado humano de Vlad a través de los ojos de las tres personas más cercanas a él: su amante, su mejor amigo y su confesor. La extensa investigación que el autor realizó para esta obra es evidente página tras página al detallar las condiciones en que Vlad vivió.
El relato de su vida comienza cuando Vlad y su hermano son entregados a los turcos por su propio padre como rehenes en señal de sumisión al sultán. Los horrores de su infancia lo marcaron para toda la vida pero la constante presión bajo la cual vivía, la enorme responsabilidad que debió asumir a temprana edad y la difícil situación de la época hubieran sido más que suficiente para traumar a cualquiera sin importar que su infancia hubiera sido feliz o no.
Humphries nos muestra a un hombre real, comprendemos el enorme cariño que su amigo tenía por él, por qué su amante estaba perdidamente enamorada de él y que su confesor lo escuchar con intenciones de absolverlo. Sus métodos fueron sin duda crueles pero efectivos, logró defender a Valaquia e imponer el orden, tanto así que los pobladores no se atrevían siquiera a cometer adulterio por tratarse de una falta que les ganaría el morir empalados.
En Vlad, se detallan las circunstancias que lo llevaron a cometer tantas atrocidades y el autor no olvida incluir los momentos más famosos de la vida de este conde, como la vez que un hombre se rehusó a quitarse el sombrero en su presencia y Vlad se lo fijó al cráneo con clavos o la ocasión en que otro pobre desdichado se quejó de la pestilencia por tantos hombres empalados y Tepes ordenó que lo empalaran más alto que al resto de las víctimas para que no tuviera que soportar el hedor.
Este libro tiene vívidas descripciones que pueden resultar crudas para el lector sensible pero es sin duda alguna una lectura amena, bien documentada y que muestra al verdadero Hijo del Dragón ¿héroe o tirano? Seguramente dependía de si se estaba de su lado o no. Lo cierto es si Stoker hubiera hecho una buena investigación sobre el conde su libro hubiera tenido un final muy diferente. Vlad Tepes jamás hubiera sido derrotado por Van Helsing, Jonathan Harker y Mina, era demasiado inteligente y aguerrido. Lo más seguro es que todos hubieran terminado empalados y Vlad hubiera regresado a Valaquia donde sus logros son recordados con orgullo y no con horror.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

viernes, 24 de mayo de 2013

¿Qué voy a hacer con las dos horas que perdí?


Todas las relaciones tienen sus problemas, ya sea que estemos hablando de familiares, amigos, compañeros de trabajo o parejas. Por lo general se debe trabajar para resolver los conflictos y llegar a ciertos acuerdos para rescatar la relación si es que vale la pena ser salvada pero si la dinámica entre dos personas se deteriora al punto en que se convierte en una relación tóxica lo mejor es cortar por lo sano.
Hoy en día hay terapias para todo tipo de relaciones y aunque siempre he creído que todos nos podríamos beneficiar de unos cuantos consejos de los supuestos expertos el consultarlos no es garantía de que los problemas desaparecerán. En ocasiones se logran acuerdos y en otras parece que simplemente a las partes involucradas deja de importarles qué tan dañada está la relación y se resignan a vivir de esa manera, lo aceptan como si fuera un destino del cual no pueden escapar.
Conozco a muchas parejas que funcionan de esa manera. Incluso parece que ni siquiera se agradan entre ellos, todo parece terminar en discusión y caminan por las calles con una cara que parece decir “¡Quisiera estar muerto!” Cada integrante de la pareja se queja por su lado con familiares y amigos sobre los defectos de su media naranja y aseguran que su infelicidad es culpa de la otra personas.
Uno de los mejores consejos que me han dado es nunca quejarme con familia y amigos de todas aquellas idiosincrasias de mi pareja que pueden llegar a desquiciarme o los pequeños pleitos que inevitablemente surgen porque, más tarde cuando ni siquiera recuerde por qué me molesté y mi pareja y yo estemos tan contentos como siempre, mis seres queridos, a los que importuné con mis comentarios, aquellos con los que me desahogué de mi infortunio ya no verán con los mismos ojos al hombre que está a mi lado.
Ese es uno de los mayores errores que las personas cometen, si se encuentran en una relación que vale la pena y se espera que continúe el mayor tiempo posible, lo mejor es no ventilar todas las intimidades con conocidos y dirigirse al terapeuta más recomendado que podamos encontrar.
¿Qué voy a hacer con mi marido? Es una película protagonizada por Meryl Streep y Tommy Lee Jones que nos muestra el deterioro de la relación de una pareja tras un matrimonio de 30 años. La premisa de la película era buena y los actores principales garantizan una buena actuación. La película, basándome en los cortos y la intervención de Steve Carell como un terapeuta familiar, me pareció que sería una divertida comedia con un poco de drama.
Lo que en realidad vi fue bastante decepcionante, más bien se trataba de un lento y deprimente drama con un par de escenas medianamente cómicas. Al principio de la película nos muestran a un matrimonio que ha caído en una aburrida rutina, todos los días son iguales y aunque la esposa parece en algún momento despertar de su letargo y darse cuenta de la situación tarda un buen tiempo en intentar hablar con su esposo para arreglar la relación.
Cuando finalmente decide hacer algo al respecto arrastra a su marido a una terapia de una semana con el experto en relaciones, Dr. Feld, interpretado por Carell. Los guionistas tenían la oportunidad perfecta para crear divertidas situaciones basadas en los ejercicios que el doctor les dejaba diariamente para reconstruir su relación pero fueron desaprovechados. Por momentos parece que Tommy Lee Jones quiere aportar el toque cómico pero los diálogos de la película simplemente lo frenan.
Las sesiones del matrimonio poco a poco dejan entrever problemas mucho más serios de los que nos mostraron al principio y la empatía que se esperaría que el público debiera tener con los personajes no se da. Incluso llega un momento en la película en que hasta los espectadores nos damos por vencidos con el aburrido matrimonio y estamos convencidos de que lo mejor es que se divorcien y que termine la película.
Es una lástima que se haya desperdiciado el talento de dos de los mejores actores en Hollywood. Resulta absurdo que sus habilidades se hayan visto incluso limitadas con un guión tan superficial que no logra adentrarse en los verdaderos problemas de la pareja. Me cuesta trabajo creer que estos actores hayan aceptado participar en la película después de leer el guión.
Quizás esté equivocada, tal vez los problemas de pareja se pueden arreglar de un momento a otro sin necesidad de platicarlos o trabajar en ellos. Lo único que se necesita es una semana de pláticas con un doctor sin personalidad y llorar en silencio hasta que la pareja haga exactamente lo que esperamos de ella. Eso es lo que esta película muestra y espero que ninguna persona con problemas maritales la tome en serio.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

El lado humano de un súper héroe


Desde niña he sido fan de los súper héroes, unos me gustaban más que otros pero me encantaba seguir sus aventuras en cómics y caricaturas por televisión. Recuerdo que uno de los súper héroes que menos encontraba atractivo era Iron Man. Me gustaba su traje y la manera en que volaba y atacaba a los malos pero toda la cuestión militar, la seriedad de Tony Stark y sus problemas cardiacos no me resultaban entretenidos.
Cuando me enteré que estaban por filmar una película sobre Iron Man y que Robert Downey Jr. era el elegido para representar a Tony Stark no estaba muy emocionada. No sólo porque me parecía difícil igualar el éxito de las películas de Spider-Man, mi súper héroe favorito, sino porque Downey era un actor más conocido por su pasado turbulento que por la calidad de sus películas.
Iron Man es parte de la exitosa franquicia de The Avengers que incluye a Thor, Capitán América y The Hulk, cada entrega ha sido éxito de taquilla y me cuento entre sus fieles seguidores. La película The Avengers es, en mi opinión, una de las mejores películas de acción de todos los tiempos y me atrevería a decir que la mejor en el género de Súper Héroes.
Con sólo ver los cortos de Iron Man supe que esa película nos cerraría la boca a todos los detractores de Downey y que este súper héroe ganaría millones de seguidores. Downey logró lo impensable con Tony Stark, lo convirtió en un hombre interesante, atractivo y emocionante. Stark resultó tan impresionante como su alter ego y después de la primera película los hombres fantaseaban con llevar la vida de Stark y las mujeres con llevárselo a la cama.
La segunda entrega de Iron Man no decepcionó y Mickey Rourke, en su papel de Ivan Vanko, fue de lo mejor de esta secuela. Con estos antecedentes y después de The Avengers estaba más que lista para ver por tercera ocasión a Tony portar el traje metálico y acabar con nuevos villanos. Estaba convencida de que nada podía salir mal pero me equivoqué.
Reconozco que esta mega producción está bien escrita y que tiene suficiente acción para satisfacer la sed de pelea de los espectadores pero no tiene el encanto de sus predecesoras. En Iron Man 3 vemos a un Tony Stark que lucha con el trastorno de estrés postraumático provocado por la intensa experiencia que vivió en The Avengers. Este aspecto de Stark puede resultar interesante pero no parece recomendable para ser el tema central de una película dirigida a un público que espera ver derroche de adrenalina en pantalla.
Asumo que en esta película se nos quiso mostrar el lado humano de Stark y evidenciar que lo que lo hace súper héroe no son sus trajes y sofisticadas armas sino sus valores y cualidades. Todo eso está bien pero si voy al cine a ver a un súper héroe espero ver peleas, disparos, trajes vistosos y acción constante no a un hombre que lidia con problemas como estrés e inseguridad.
Se dice que uno de los peores, y más desesperados, recursos de los escritores de cine y televisión es la inclusión de niños que se vuelven una especie de compañero improbable del protagonista y, desgraciadamente, eso fue lo que sucedió en esta película. Aunque se intentó darle un toque humorístico a la relación entre Stark y Harley, el niño que comparte tiernos e irritantes momentos con nuestro héroe en pantalla, resulta increíble que un genio multimillonario, dueño de una empresa multinacional y con miles de empleados a su disposición necesite la ayuda de un niño inseguro al que molestan en la escuela.
Tampoco ayuda mucho a la película el que le dieran más escenas de acción a Pepper, interpretada por Gwyneth Paltrow, a quien la revista People convenientemente nombró “La mujer más bella del mundo” en la semana del estreno de la película. Esta actriz, aunque es guapa, difícilmente es la más bella, se me ocurren cientos de actrices mucho más bonitas y con mejor personalidad. La insípida actitud de Paltrow se refleja en Pepper y resulta desconcertante el que un hombre como Stark esté tan enamorado de ella.
Quizás estoy siendo demasiado dura con esta película pero no podía esperar menos que la excelencia en una entrega de esta franquicia que nos tiene acostumbrados a salir del cine deseosos de ver la película nuevamente por lo buena que estuvo. Por eso creo que mis críticas están justificadas pero también comprendo que una mala entrega no significa que las siguientes serán iguales. A pesar de todo no me arrepiento de haberla visto y estoy segura que habrá quiénes la encontrarán emocionante y emotiva por los valores que promueve. Mi lealtad hacia la franquicia está intacta y en cuanto salga la secuela de Thor ahí estaré lista con mis palomitas y mi refresco.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.