jueves, 30 de agosto de 2012

Un misterio apasionante


Cuando el ser humano comenzó a cuestionarse el origen del mundo y la razón de su existencia debió ingeniárselas para buscar respuestas que era imposible obtener. Desde las creencias paganas hasta las religiones que conocemos hoy en día, todas ellas intentan explicar qué hacemos en este mundo, cómo llegamos y hacia dónde debemos ir.
Ahora contamos con más información sobre nuestros orígenes y muchos de los antiguos misterios que desconcertaban a nuestros antecesores ahora son explicados satisfactoriamente de manera científica. Aun así, y aunque los científicos insistan en negarlo, ellos también debieron tomarse ciertas licencias y formular teorías que pudieran respaldar sus afirmaciones. Incluso basan investigaciones completas en la posible existencia de universos paralelos y la teoría de cuerdas, ninguna de las dos ha sido comprobada hasta el momento.
La ciencia hoy en día desacredita cualquier fenómeno supuestamente sobrenatural diciendo que tiene una explicación lógica sólo que aún no se ha encontrado. Si analizamos la historia, hubo un momento en que ciencia y magia eran lo mismo, lo que parecían hechizos eran sólo el resultado del conocimiento de elementos de la naturaleza y su manipulación. La experimentación y la apertura de mente los llevaba por caminos insospechados y el atreverse a creer fue lo que los impulsó a considerar aspectos que hoy en día serían ridiculizados por la comunidad científica.
Desgraciadamente, la ignorancia sobre temas inexplicables parece sacar lo peor del ser humano, desde los juicios por brujería pasando por el fanatismo hasta llegar a la obsesión por desacreditar psíquicos y médiums. El ser humano no se pone de acuerdo en sus creencias y tristemente recurre a extremos. En ocasiones incluso convierte la ignorancia en un redituable negocio como fue el caso del ocultismo en la época victoriana que gozó de gran popularidad. Las sesiones espirituales eran frecuentes y los médiums fueron muy solicitados por personas de elevado estatus social y económico.
Ahora sabemos que utilizaban trucos que, combinados con sus habilidades teatrales, creaban un espectáculo que satisfacía el hambre por lo sobrenatural de los asistentes. No me atrevo a asegurar que nadie tiene el don de comunicarse con los espíritus, quizás realmente tenían ciertas habilidades pero no eran lo suficientemente llamativas y debían “adornarlas” un poco o tal vez sólo eran charlatanes. Me resulta curioso que los investigadores paranormales de hoy en día no se valgan de figuras monstruosas de ectoplasma o mesas elevándose para intentar explicar la presencia de entidades. Hoy en día podríamos exigir que el ectoplasma se analizara en un laboratorio y no creeríamos en mesas volando por los aires a menos que las viéramos en un video en Youtube.
El interés por estos temas no disminuye y así, médiums, sesiones espiritistas y asombrosas revelaciones son el tema central de The House of Velvet and Glass (La casa de terciopelo y cristal), escrito por Katherine Howe. El libro nos cuenta la historia de Sybil, una joven Bostoniana que acude a una médium con la esperanza de contactar a los espíritus de su madre y su hermana que perdieron la vida en el hundimiento del Titanic.
La trama se desarrolla a través de flashbacks en los que se revela poco a poco las circunstancias de las mujeres fallecidas y el misterioso pasado familiar. En el presente la vida de Sybil toma un giro inesperado. La protagonista se aventura a descubrir la verdad que la lleva desde los círculos de alta sociedad hasta las casas de opio de los barrios bajos.
Howe, especialista en historia inglesa y americana, crea un mundo fascinante lleno de intriga y romance en el que nada es lo que parece. La autora logra una ambientación perfecta al cuidar cada detalle de la vestimenta, las casas e incluso de la situación política y social de 1915. Katherine entrelaza su narración con hechos históricos que son el marco perfecto para la búsqueda de Sybil y los misteriosos acontecimientos que toman control de su vida.
Un libro elegantemente escrito que nos retrata a la perfección la vida a principios del siglo pasado y nos cautiva con una interesante trama. Incluso la tensión entre Sybil y el profesor Benton tiene un pasado misterioso que debe resolverse si quieren ser felices juntos. El ocultismo es un protagonista más de esta novela al cobrar vida propia y apoderarse de toda la situación. No importa si eres creyente o no, este libro mantendrá tu interés hasta el final.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Richard Blumfield


Uno de los protagonistas de mi novela Sentimientos Varados es Richard Blumfield, un auténtico caballero inglés del Siglo XVIII educado en las mejores escuelas que supo utilizar su habilidad en los negocios para crear negocios redituables y lograr una notable posición en sociedad. Su riqueza, cultura e inteligencia pronto lo convirtieron en uno de los solteros más cotizados de Londres.
Richard estaba más interesado en expandir sus negocios y concentrar todo su tiempo en nuevas empresas, pasando así largas épocas fuera de la ciudad sin oportunidad para conocer a una mujer para desposarla. La poca curiosidad que tenía por la vida doméstica era satisfecha a través de la convivencia con la familia de su mejor amigo, Henry Fryes.
Henry era completamente opuesto a Richard pero la amistad que forjaron en sus años de estudio los hacía sentir como hermanos. Richard estimaba a Irene, la esposa de su amigo, pero se encariñó especialmente con su hija, la pequeña Becky a quien solía hacerle todo tipo de regalos que conseguía en sus numerosos viajes.
Tras una larga ausencia, Richard regresó para encontrar a Becky convertida en toda una mujer despertando en él sentimientos muy diferentes a los que tenía antes de su partida. Richard se encuentra comenzando un negocio provechoso que lo llevará lejos de Inglaterra y decide llevarse a Becky con él. Henry e Irene están de acuerdo con la unión matrimonial entre su hija y el mejor amigo de la familia.
Richard no cabe de gozo al tomar su puesto como gobernador de una colonia inglesa en una isla en medio del Océano Atlántico. Sabe que no será una tarea fácil pero tiene confianza en sus habilidades y don de mando. Se alegra de haber permanecido soltero el tiempo suficiente para recorrer el mundo y aprender del mundo de los negocios. Ahora, finalmente se siente listo para llevar una vida en familia al lado de su joven y educada esposa.
El gobernador Blumfield es responsable no sólo de su esposa sino de toda una población que depende de su liderazgo y decisiones para prosperar. No tarda en convertirse en un hombre respetado, admirado y querido por los habitantes de la isla. Su inteligencia y visión no tardan en convertir aquel pedazo de tierra en una colonia fértil y autosustentable.
Richard se siente orgulloso de la obvia admiración que su esposa profesa hacia él, Becky es una inocente jovencita cuya educación fue supervisada por su futuro esposo a través de tutores privados. Richard se siente satisfecho por tener una esposa versada en los temas que le interesan a él y está seguro que ella dedicará su vida a complacerlo.
Richard sabe que a Becky nunca se le pidió su opinión respecto a su vida futura pero siempre confió en que ella comprendería que todo lo que hacía era por su propio bien. Richard había tomado las decisiones por todos, por sus padres, por ella, pero fue así porque era lo correcto. Por mucho que estimaba a la familia Fryes, sabía que jamás podrían darle a Becky lo que necesita.
La habilidad de Richard para los negocios es evidente en cada decisión que toma para beneficio de la isla al igual que en su matrimonio. Richard parece tratar a su esposa como una empresa más en la que debe invertir y sacar adelante sin tomar en cuenta los sentimientos. El gobernador está tan complacido con su nueva vida que no se da cuenta que su esposa no es feliz hasta que es demasiado tarde.
Por primera vez en su vida, Richard no sabe cómo solucionar un problema y le aterra ver que el pequeño paraíso que ha construido para sí mismo se ve amenazado por la inhabilidad de Becky para aceptar la voluntad de su esposo. Está seguro que su esposa lo ama pero nunca se atreve a considerar que quizás no esté enamorada de él. Richard teme perderla pero, como si de un negocio se tratara, su instinto le dice que busque la estrategia para convencerla y erradicar cualquier duda y así todo será perfecto.
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Guillaume Lefevre


Un rebelde joven francés del Siglo XVIII que nunca se ha regido por los convencionalismos, que no teme a embarcarse en cuanta aventura surge en su vida y experimentar todo lo que la vida ofrece, así es Guillaume, el protagonista de mi novela Sentimientos Varados.
Guillaume debió enfrentarse a las adversidades de la vida desde pequeño y al no contar con los medios económicos ni la posición social para tener asegurado su futuro decide buscar su propio camino. Su físico es evidencia de una vida de trabajo arduo con el que se ha ganado el sustento pero su sueño es ser un gran pintor que plasme en los lienzos la belleza que encuentra en la vida diaria.
Desde pequeño dependió de su ingenio para sobrevivir y su positivismo atrae la buena fortuna que lo acompaña por donde vaya. A pesar de la facilidad con la que hace amigos es un hombre que prefiere la compañía de lienzos y brochas a la de las personas. Su sed por nuevas experiencias lo lleva por el Océano Atlántico hasta una colonia inglesa situada en una isla que no está señalada en los mapas de navegación debido al peculiar negocio que allí se maneja.
Guillaume tenía más experiencia sobre sus jóvenes hombros que la mayoría de los hombres mayores pero nada pudo haberlo preparado para los sentimientos que surgieron en esa isla. Desde que posó sus ojos en la joven Rebeca supo que jamás podría amar a nadie más. Guiado por su impulsividad se lanza a la conquista sin importarle la obvia diferencia de clases sociales entre ellos.
Guillaume está convencido de que nada se interpondrá en su camino para conseguir el amor de Rebeca, ni siquiera el hecho de que ella sea la esposa del hombre que le permitió quedarse en la isla, el gobernador Blumfield. La joven mujer se resiste a los encantos de Guillaume pero la pasión entre ellos es más fuerte que el sentido del deber y la lógica.
La imprudencia de Guillaume jamás lo había metido en problemas tan graves como en los que ahora se encuentra. Cortejar a la esposa de un hombre tan poderoso era lo último que hubiera querido hacer pero el amor que siente por Rebeca le impide razonar las consecuencias de sus actos.
Los jóvenes amantes se las ingenian para mantener su amor en secreto pero nada puede permanecer oculto por siempre y ambos saben que sólo es cuestión de tiempo. Guillaume intenta darle fortaleza a Rebeca con la promesa de un futuro juntos y le pide confiar en él. Sabe que está pidiendo demasiado y por momentos lo asalta el arrepentimiento al darse cuenta que creó una situación para la cual no parece haber solución.
En una época de matrimonios arreglados donde las mujeres debían renunciar a su propia felicidad para conformarse a los designios de la sociedad nadie hubiera dudado en enjuiciar a Rebeca por sus indiscreciones. Guillaume sabía el peligro que corrían si el amorío era descubierto pero lo único que le importaba era mantener el honor y la integridad física de la mujer que amaba.
El gobernador Blumfield era un hombre honorable y respetable pero Guillaume sabe que jamás permitiría que su joven esposa lo humillara con un amorío ni tampoco estaría dispuesto a simplemente permitir que Rebeca lo abandonara por otro hombre. No era la clase de hombre que se quedaría cruzado de brazos, seguramente cobraría venganza.
Guillaume y Rebeca se encuentran atrapados en la isla sin medios para salir de ella y aunque los tuvieran sería imposible hacerlo sin ser vistos. Mientras crecen las sospechas de las personas a su alrededor también lo hace su amor y Guillaume está decidido a llevar las consecuencias al máximo y dar hasta la vida por la única mujer que ha amado.


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martes, 28 de agosto de 2012

Tan tierno que es imposible odiarlo


Todos tuvimos de niños algún juguete que era nuestro favorito y los que solían estar en la lista eran nuestros muñecos de peluche, usualmente eran los elegidos para dormir con nosotros y nos acompañaban en nuestras aventuras. Quizás incluso lloramos cuando perdieron un ojo o el relleno comenzó a salirse por alguna costura pero nada que una aguja e hilo no pudieran reparar.
Tal vez en algún momento soñamos con que nuestros muñecos cobraran vida y fueran nuestros amigos, afortunadamente nunca sucedió ya que, de haberlo hecho, seguramente hubiéramos sufrido el susto de nuestras vidas mientras el hecho se convertía en una leyenda urbana sobre peluches poseídos.
Contemplemos por un momento la idea de tener un peluche que cobra vida, incluso si lográramos superar el trauma y lo aceptáramos como un miembro más de la familia seguramente pronto se perdería la novedad. También surgiría otro problema ¿qué haríamos al ser adultos? No sería conveniente ir cargando un muñeco de peluche a todas partes a menos que tengas planeado tomar votos de castidad porque sería difícil resultar atractivo para el sexo opuesto si no puedes dejar tus juguetes en casa.
Seth MacFarlane, creador de shows como Family Guy y American Dad!, escribió, produjo y dirigió la película Ted que nos muestra precisamente la vida de un niño cuyo deseo de la infancia se volvió realidad. Mark Wahlberg nos obsequia una gran actuación como John, el adulto cuyo mejor amigo sigue siendo el oso de peluche que le regalaron de niño.
Admito que la idea para esta película resulta un tanto extraña pero las actuaciones son tan buenas que el resultado es una entretenida comedia que te hará reír de principio a fin. Ted, el oso cuya voz es la de MacFarlane, pasó de ser un dulce osito a ser un cínico e irresponsable compañero de fiestas para John, quien no puede evitar dejarse influenciar negativamente por su amigo de toda la vida.
A pesar del mal comportamiento de Ted y sus obvios malos hábitos es imposible no encariñarse con él, incluso cuando hace comentarios lascivos e irrespetuosos no podemos dejar de verlo como un adorable y esponjosito oso de peluche. Las situaciones son tan cómicas y los personajes son tan honestos que en ningún momento reparamos en lo absurdo de la situación.
La relación entre Ted y John parece inquebrantable hasta que Lori, su novia interpretada por Mila kunis, se harta de compartir a su pareja con un egoísta oso de peluche que sólo piensa en divertirse sin importar el efecto negativo que esto puede tener en su mejor amigo. John tiene problemas en el trabajo y en sus relaciones por la constante presencia de Ted en su vida.
El tema podría resultar deprimente al pensar que todo es una analogía sobre enfrentar responsabilidades, convertirse al fin en un adulto, etc. etc. pero me alegra decir que este no fue el caso. Claro que no faltan los sermones sobre tomar las riendas de tu vida y madurar pero se maneja de una manera hilarante.
La película está salpicada de referencias a la cultura pop y casi puedo asegurar que todos los que somos de la generación de Mark Wahlberg nos emocionamos con el genial cameo de un ícono de los ochentas. Las reacciones de John y Ted son tan reales como las de cualquier persona que tiene toda una vida de recuerdos con su mejor amigo. Por momentos incluso olvidamos que se trata de un oso de peluche hasta que nos enternece moviendo sus patitas. Incluso la escena de pelea en la que Ted logra propinar unos buenos puñetazos a John resulta adorable, cómica y quizás un poco perturbadora pero aun así, adorable.
Ted es una de las mejores comedias que he visto este año y la recomiendo ampliamente, debo advertirles que no es para niños, no se dejen engañar por el osito de tierna mirada que sostiene una botella de cerveza, por más bonito que se vea su lenguaje no es nada apropiado para los infantes. La película tiene muchos chistes subidos de tono y sobran las referencias de contenido sexual pero eso es lo que hace maravilloso a Ted, su descarada personalidad.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.


lunes, 27 de agosto de 2012

Para llevarse un buen susto


Cuando de entes, espítirus y espantos se trata, no hay persona alguna que no tenga una postura definida al respecto. Ya sea para desacreditar su existencia por completo, admitir la posibilidad de ella o quizá incluso dedicar su vida al estudio de estos fenómenos que la ciencia no puede explicar, por lo menos no satisfactoriamente.
Desde la antigüedad han existido relatos de criaturas espantosas, monstruos espeluznantes y espíritus malignos cuyo único propósito parece ser el de atormentarnos. La creencia en seres sobrenaturales malvados forma parte de muchas religiones para servir de advertencia contra la mala conducta. Algunos padres se valen de recursos parecidos para que sus hijos obedezcan y sobran los charlatanes que encuentran una mina de oro en los temores y supersticiones de las personas.
Pero en algún punto de la historia estos seres misteriosos se convirtieron en material de leyendas y relatos que, más que asustar a las personas para que observaran un buen comportamiento, terminaron por entretener y emocionar a chicos y a grandes. Desde la literatura clásica hasta las producciones de Hollywood, lo sobrenatural se ha convertido en un redituable negocio.
La fascinación provocada por personajes como Drácula y Frankenstein fue aprovechada para crear películas de terror. Momias, hombres lobo, fantasmas e incluso extraterrestres se unieron al elenco de seres que buscaban provocar pesadillas a los espectadores. Aún con los limitados efectos especiales y el deficiente maquillaje se lograba el cometido pero el público era cada vez más difícil de asustar y exigía más y mejores producciones.
El Exorcista, estrenada en 1973, fue una película que marcó época, se atrevió a romper con los convencionalismos y aterrorizó a toda una generación que descubrió lo emocionante que puede ser una película de miedo. Se dice que los desmayos durante las proyecciones eran frecuentes y una serie de leyendas urbanas que se crearon a su alrededor contribuyeron a su éxito en taquilla.
En los ochentas las películas de terror parecían producirse más rápido de lo que uno tardaba en verlas, algunas muy buenas, otras francamente vergonzosas. La gente acudía a las salas de cine en busca de la adrenalina provocada por el temor pero con el tiempo la sensación se fue perdiendo hasta que el furor de este tema se desvaneció lentamente. Años después, Hollywood intentó revivir el género con nuevas producciones que emulaban las fórmulas antiguas sólo que en esta ocasión contaban con grandes presupuestos que mejoraban la calidad.
Después vino el fenómeno de La Bruja Blair, con su innovador estilo de cámara subjetiva y sensación de realidad. Las adaptaciones norteamericanas del cine de terror japonés y los remakes de películas antiguas. Cada vez eran mejores y más atemorizantes pero el público pedía más. Se avanzó otro paso más con Actividad Paranormal y sus escalofriantes tomas, realizadas supuestamente cuando los protagonistas dormían. Era como una competencia para ver quién podía ingeniárselas mejor para asustar al público.
Los hermanos Vicious no quisieron quedarse atrás y realizaron Grave Encounters o Fenómeno Siniestro, como se llamó en México. Tomaron inspiración de los programas de realidad que abundan hoy en día sobre grupos de investigadores paranormales que visitan lugares embrujados y documentan sus experiencias. La película utiliza el recurso trillado de mostrar el material sin editar en el cual vemos el desafortunado destino de los protagonistas sólo que en esta ocasión, a manera de falso documental.
La película empieza un poco lenta pero a partir de la primera experiencia paranormal comienza una serie de eventos escalofriantes, admito que hay un par de escenas que pudieron haberse evitado por no ser suficientemente atemorizantes pero eso no impide que nos llevemos un par de sustos. Fenómeno Siniestro no es la película más terrorífica que he visto pero sí me mantuvo en tensión constante, preocupada por los pobres muchachos que no sabían en lo que se metían cuando decidieron filmar dentro de ese edificio abandonado.
Como todas las películas de este género, debe verse con ganas de asustarse, no sirve de nada criticar las decisiones irracionales de los protagonistas, los detalles técnicos o los errores de continuidad, así no es divertido. No debemos mencionar lo predecible que es la trama o señalar por dónde saldrá el fantasma según el movimiento de la cámara o en qué momento hará su aparición debido a la creciente intensidad de la música. Sólo dejando de lado nuestro cinismo podremos apreciar las películas de miedo por lo que son: una gran manera de pasar el rato.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

Dictando el mal gusto


Se dice que hay ciertos temas que, por más ingenioso que sea el comediante, jamás podrá provocar risas sin ofender las sensibilidades de algunos. El sentido del humor varía de una persona a otra y así, hay quienes gustan de la comedia de “pastelazo” y otros de la comicidad basada en el sarcasmo y otros del humor negro o alguna otra variación.
El éxito de los comediantes se basa en presentar el material correcto frente al público adecuado y el mayor error es querer inyectar humorismo a situaciones graves y ofensivas frente a un público cuya situación lo haga particularmente sensible al tema que se toca. Aunque en muchas ocasiones, el tema es simplemente de mal gusto.
Este es el caso de la película más reciente de Sacha Baron Cohen, El Dictador. Este actor se ha hecho famoso por sus estereotipos raciales llevados al extremo en sus comedias. Es de aplaudirle su esfuerzo por distinguirse del resto de los actores y comediantes que llevan años apostándole a lo seguro pero hay una línea muy delgada entre la comicidad y la ofensa.
No soy fan de Sacha ni de sus películas pero reconozco el atractivo que puede tener para sus seguidores. Los cortos de El Dictador mostraban un par de momentos rescatables y una que otra situación cómica así que, contra mi buen juicio me atreví a ver esta película y debo admitir que no veía el momento en que terminara mi sufrimiento.
Sacha tomó inspiración en el infortunio de la situación actual y creó un personaje despreciable que, por momentos, busca inspirar compasión en los espectadores pero fracasa miserablemente en el intento. Comprendo que su intención no era menospreciar a los países tercermundistas ni burlarse de las situaciones políticas y sociales que perpetúan las guerras pero eso fue exactamente lo que sucedió en esta película.
Tal vez la advertencia más clara de lo que me esperaba debió ser la presencia de Anna Faris en El Dictador, ya que sus películas suelen ser bastante cuestionables pero los cortos lograron arrancarme unas risas así que decidí darle una oportunidad. Ahora me doy cuenta que lo único bueno de esa película fue lo que mostraron en los cortos, imagino a los editores del promocional felicitándose unos a otros por haber logrado encontrar algo rescatable en los 83 minutos que duró.
Con esta crítica no pretendo juzgar a Sacha de insensible o prejuicioso, estoy segura que él es una persona muy creativa pero en esta ocasión, fue demasiado lejos. No puedo hablar por los demás pero yo no encuentro el lado gracioso a la opresión, la pedofilia y las ejecuciones. Son situaciones que lograron manejarse con un humor inteligente al principio de la película pero al utilizarlas hasta el cansancio durante toda la trama terminan por hartar e incluso causar incomodidad al espectador.
El Dictador fue un buen intento por parte de Sacha pero no creo que sea buena idea burlarse de los países que tantos años llevan sufriendo y los dictadores que los oprimen. Por más que su intención haya sido la de ridiculizar y criticar a los líderes ebrios de poder el resultado es desastroso y ofensivo. Aunque tal vez ese era precisamente lo que Baron Cohen esperaba.
Sacha ha sido juzgado por el extraño sentido del humor que maneja, incluso se ha metido en problemas con la ley y se ha ganado enemistades en muchos lados, aun así, se mantiene fiel a lo que cree y no puedo menos que reconocerle eso. Por cada persona como yo, que no tiene deseos de volver a ver otra de sus películas, seguramente habrá cientos o miles que se identifiquen con él y esperen con ansias su próxima producción.
Así que, si son personas que no se ofenden fácilmente y están de humor para cuestiones políticamente incorrectas, esta película es para ustedes. Tal vez esté siendo demasiado severa con Sacha pero me gustan las comedias menos gratuitas, sin golpes en la entrepierna ni flatulencias. Prefiero las situaciones cómicas en las es inevitable reírse antes los absurdos de la vida diaria que las carcajadas-reflejo provocadas por un pastelazo en la cara.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Plantando la semilla de la conciencia


Desde que el hombre hizo su aparición en este planeta, se ha dedicado a transformar su entorno para sobrevivir, progresar y mejorar su calidad de vida. Desafortunadamente en el proceso ha lastimado a su hogar, se ha servido de él y ha abusado hasta el cansancio dejando tras de sí un rastro de devastación y especies extintas.
Las culturas antiguas rendían culto a la madre naturaleza y respetaban a todos los seres vivos. Esta sabiduría antigua los instaba a convivir en paz y armonía con las plantas que les proporcionaban remedios contra enfermedades y los animales que les servían de alimento. En algún desafortunado momento estas costumbres se perdieron y el hombre decidió que tenía derecho a tomar lo que quisiera sin preocuparse por la destrucción que esto pudiera causar.
Siglos después, el abuso es más que evidente, los recursos naturales se agotan a velocidades impresionantes, millones de especies animales se han extinguido y el número va en aumento, el calentamiento global es una constante amenaza e incluso la calidad del aire que respiramos es altamente cuestionable. Lo peor de todo es que los humanos no parecemos tener suficiente conciencia de lo que esto significa.
Las grandes corporaciones siguen explotando los recursos hasta la última gota, los gobiernos otorgan concesiones de construcción en áreas que debieran ser protegidas, el consumismo va en aumento y con esto el desecho de materiales no biodegradables y la lista continúa. Pero no todos los habitantes de este planeta van por la vida sin preocupación por el medio ambiente, indiferentes a la realidad del mundo que dejarán a sus hijos. El activismo ambiental ha cobrado fuerza en los últimos años en una constante lucha por crear conciencia.
Es inocente pensar que al reciclar botellas plásticas o crear composta en nuestro jardín a partir de los desechos orgánicos se pueda revertir todo el daño que le hemos hecho a la tierra pero tampoco podemos ser tan cínicos como para decir que cualquier esfuerzo es inútil, que es demasiado tarde. Por eso es importante la educación, la concientización y la participación para dejar de destruir nuestro hogar.
Hay muchas maneras de poner nuestro granito de arena y una manera efectiva y entretenida de concientizar es a través del arte como es el caso del musical ¡Qué Plantón!, creado en 1989 por Memo Méndez que habla de la ecología y el papel fundamental de las plantas para salvar al planeta.
La obra comienza cuando El Profeta otorga a las plantas la capacidad de hablar y moverse para embarcarse en una misión en la cual deben viajar por todo el mundo y resolver el acertijo que le otorgará al mundo vegetal el poder de gobernar ya que el hombre lo único que ha hecho con él es destruir al planeta. Así conocemos a diferentes plantas de diversos entornos que se suman a la tarea de encontrar la respuesta.
La puesta en escena en esta ocasión fue por parte de la Compañía de Teatro Fragmentos, dirigida por Patty Monroy y Héctor Mújica, actor y director que fue parte del montaje original en la ciudad de México. Las brillantes actuaciones y las contagiosas melodías cautivaron al público que disfrutó del espectáculo visual gracias a una original escenografía y un simpático vestuario.
El mensaje ecológico no sólo se transmite por las enseñanzas del libreto sino que la Compañía de Teatro concientiza a través del ejemplo elaborando toda la escenografía con material reciclado, desde botellas de plástico hasta periódicos y latas armados artísticamente para crear belleza a partir de desechos.
Este musical es tan vigente ahora como lo fue en los ochentas y por eso muchas compañías de teatro la han montado a través de los años y no deja de atraer público. Una divertida manera de reflexionar acerca de nuestras acciones y pensar en el futuro antes de que sea demasiado tarde. No se pierdan esta hermosa e inteligente puesta en escena que Fragmentos estará presentando en esta temporada.
La imagen utilizada es el póster original de la puesta en escena por la Compañía de Teatro Fragmentos. Diseño: Mary Zetina / Publiconcepto

Un romance entre la Edad Media y el Siglo XXI


Pasión, intriga, historia antigua, pasadizos secretos, romance, joyas valiosas, claves, documentos escritos en código y hasta literatura clásica, muchos autores han intentado reunir todos estos elementos de manera congruente e interesante en un solo libro pero pocos lo han logrado. Uno de ellos es Dan Brown, quien con novelas como Código Da Vinci y Ángeles y Demonios ha creado auténticos Best sellers que han cautivado a incontables lectores en el mundo y ha ofendido a otros tantos.
Supongo que es fácil herir susceptibilidades y crear controversia cuando los temas que se eligen cuestionan, desafían e incluso contradicen creencias o pasajes de la historia. Quizás por eso Publishers Weekly no pudo evitar llamar a la novela de Anne Fortier, Juliet, “El Código Da Vinci para mujeres”. 
Sé que ese comentario se hizo como un elogio a la obra pero no puedo menos que encontrar un poco insultante la comparación. Es verdad que ambas novelas nos dan pequeñas dosis de pistas para ir develando poco a poco el misterio y llegar a la verdad, por lo menos la de la autora, sobre un tema que pocos se atreverían, o querrían cambiar. Quizás el aclarar que es “para mujeres” se deba a que el romance está presente en cada página pero no me parece justa ni apropiada la comparación con El Código.
Juliet es una hermosa historia en la que la protagonista descubre que es descendiente de las personas que fueron la inspiración para Romeo y Julieta, de Shakespeare. Lo que creyó sería un simple reclamo de herencia se transforma de pronto en una red de intrigas, maldiciones antiguas, personajes misteriosos, sed de venganza, tesoros escondidos y, no podía faltar, un apuesto hombre cuya actitud sospechosa lleva a la heroína a no confiar en él por completo.
Este libro nos lleva en un emocionante viaje entre la Italia de la Edad Media y la del Siglo XXI mostrándonos una historia muy diferente a la que Shakespeare nos contó. Fortier retrata a una Julieta con la que cualquier mujer podría identificarse, una jovencita víctima de una época machista que enfrentaba su situación con valentía mientras se permitía soñar con un mejor futuro.
También vemos a un Romeo caballeroso, apasionado pero muy impertinente que se enamora perdidamente arriesgando todo por la mujer que ama. La autora detalla las circunstancias que los separaron de manera vívida y no podemos menos que sentir pena por ellos y por su infortunio. Fortier rinde tributo a Shakespeare usando un lenguaje poético pero deja de lado el romanticismo exagerado para mostrar la crudeza de la nobleza italiana y la frialdad con que trataban a las mujeres.
Juliet está basada en hechos históricos y se sitúa en Siena precisamente por ser el lugar en el que la historia transcurría en la primera versión de Romeo y Julieta. Las locaciones y algunas de las personas que se mencionan en el libro realmente existen aunque la autora toma ciertas licencias creativas para deleite del lector. La trama está llena de revelaciones sorprendentes y giros inesperados que crean la ambientación perfecta para la creciente atracción entre los protagonistas que deben lidiar con un impresionante equipaje emocional e histórico si quieren estar juntos.
Los estudiosos de Shakespeare afirma que su intención al escribir Romeo y Julieta fue la de crear una comedia, un tanto oscura, que reflejara la seriedad con la que los jóvenes se apasionaban por personas que casi no conocían. Esta afirmación se refuerza por el sentido del humor que se maneja y el absurdo e irónico final. Infinidad de lectores le han conferido un sentido diferente al considerarla la más pura expresión de amor verdadero y sacrificio. Quizás si Shakespeare viviera no estaría muy contento de ver en lo que se ha convertido su novela pero estoy segura que apreciaría la labor de Fortier al incluir infinidad de comentarios sarcásticos y situaciones que resultan cómicas.
Les advierto que es uno de esos libros que es difícil cerrar una vez que comienzan a leerlo. Cada página se encuentra salpicada de pistas para resolver el enigma con la dosis exacta de romanticismo y es inevitable enamorarse de los hombres, pasados y presentes, que esta emocionante novela describe. Cualquiera de ellos es bienvenido en mi balcón cuando lo desee.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

lunes, 20 de agosto de 2012

Aquí vamos de nuevo


Hay películas clásicas cuya magia se ha intentado resucitar en remakes y muchos de ellos han tenido resultados desastrosos, por eso sobran malas imitaciones y pobres intentos de emular éxitos pasados. No todos han sido malos, de vez en cuando hay aciertos que ganan una nueva generación de admiradores a la vez que complacen, o por lo menos no decepcionan, a los fans de siempre.
El Planeta de los Simios, El día que la tierra se detuvo, Frankenstein, Psycho, King Kong, Cara cortada, Willy Wonka y la fábrica de Chocolates, El Profesor chiflado, la lista de remakes es demasiado larga para mencionarla toda y lo peor de todo es que algunas han sido recreadas no una sino varias veces. Hollywood insiste en reciclar una y otra vez las mismas historias como si la creatividad fuera inexistente. No creo que haya escasez de talento o de escritores, asumo que en California sobran aspirantes a guionistas en busca de la oportunidad de presentar su material.
Podría pensar que tal vez tantos refritos se deban a que Hollywood tema alejarse de las fórmulas ya comprobadas, parece lógico en lo que a buenas películas se refieren pero ¿qué hay de las que fueron pésimas desde la primera vez? Quizás el eterno optimismo de los directores, y la arrogancia, los lleve a creer que ellos puedan obrar milagros al ver potencial donde otros sólo vemos basura.
Con tantos remakes en puerta, desde Robocop y Dredd hasta Carrie y Mad Max, no es de extrañar que Total Recall se colara entre ellas. La original de 1990, El vengador del Futuro, estelarizada por Arnold Schwarzenegger tuvo gran éxito, en parte gracias a él y a su enorme popularidad pero también a los efectos especiales que, para la época, eran lo mejor que Hollywood podía ofrecer. La trama fluía repleta de acción acompañada de personajes memorables que contribuyeron a que años después se convirtiera en una película de culto.
La nueva versión de El vengador del futuro, estelarizada por Colin Farrell, no sólo hizo justicia a la original cumpliendo con las expectativas de sus fans sino que cuenta con todos los elementos para cautivar a un nuevo público. Admito que no soy fan de Farrell pero después de ver el excelente trabajo que hizo en Fright Night, el remake de La hora del espanto, decidí no ser tan exigente con él y apostarle a que podría revivir otra película más del siglo pasado.
Este remake cambia ciertos detalles de la original centrándose en un conflicto más bien político-social con el que el público puede identificarse mejor que con el viaje a Marte de Arnold. Kate Beckinsale interpreta el papel que Sharon Stone tuvo en la original y logra apropiárselo de manera fenomenal. Beckinsale es un enemigo implacable que patea el trasero de Farrell haciéndolo ver como un novato.
Esta producción de gran presupuesto nos trae la visión de un futuro creíble, un tanto deprimente al ver la creciente distinción de clases sociales, el planeta tierra destruido por la inconciencia humana pero eso sí, con lo último en tecnología. La película retrata de manera convincente el estilo de vida que podríamos llevar en un futuro no muy lejano.
La actuación de Jessica Biel pasa desapercibida pero la acción constante y el desconcierto que compartimos con el protagonista que no logra recordar su verdadera identidad son la fórmula perfecta para pasar dos horas al borde del asiento. Esta película, en mi opinión, ha sido juzgada duramente pero creo que cumple con su cometido: entretener, aunque con un trasfondo más serio que la original.
Quizás la película con Schwarzenegger sea más violenta, más gráfica y tenga personajes que se hayan convertido en clásicos, como la mujer de tres pechos, pero este remake es una actualización de la historia, una adaptación a los nuevos tiempos que tal vez no estaría siendo tan criticada si se hubiera lanzado como una producción inspirada en la original, con más cambios en la trama y nuevos personajes, dejando atrás las críticas derivadas de las comparaciones.
Por mi parte, quedé satisfecha con este remake y estoy lista para nuevo material en las salas cinematográficas pero, conociendo a Hollywood, no me sorprendería que en pocos años estuviera viendo nuevas versiones de esta misma o de alguna otra película de Schwarzenegger, mientras no sea Kindergarten Cop o Batman y Robin todo estará bien.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

miércoles, 15 de agosto de 2012

La locura entre el centeno


Mi maestro de Dibujo Natural en la Universidad solía decir que si una obra provocaba un sentimiento, bueno o malo, entonces era exitosa porque el artista había logrado inspirar algo en otra persona. Recuerdo sus palabras cada vez que contemplo una obra de arte, escucho una canción, veo una película o leo un libro y me doy cuenta que hablaba con la verdad.
Si una creación despierta fuertes sentimientos en mí entonces me doy por bien servida aunque sean negativos. Reconozco el mérito que tiene el ser capaz de tocar las fibras de otro ser humano. El sueño de todo artista es que su obra sea reconocida y perdure a través del tiempo y eso sólo se logra despertando emociones. Desafortunadamente, en muchos casos el artista parece ser más recordado por sus excentricidades que por sus creaciones. En otros tantos una sola obra o personaje eclipsa al resto y el artista es recordado sólo por su creación más notable.
Este pareciera ser el caso de The Catcher in the Rye (El cazador oculto o El guardián entre el centeno) escrito en 1951 por J.D. Salinger, considerado por muchos como uno de los libros más importantes del Siglo XX. Esta obra es lectura obligatoria en el sistema educativo de Norteamérica y ha alcanzado fama mundial aunque no precisamente por su valor literario.
Este libro fue altamente criticado por sus numerosas referencias al alcohol, a las drogas y a la prostitución. La conservadora sociedad de la época lo repudió y calificó a su protagonista, Holden Caulfield, de  instigador que utilizaba lenguaje ofensivo y contaminaba las mentes de los jóvenes lectores. No es de sorprender que con el tiempo se convirtiera en una de los libros más prohibidos.
Parecía suficiente para descalificarlo pero lo peor aún estaba por venir. En 1980, David Chapman asesinó a John Lennon y se sentó a leer El guardián entre el centeno mientras esperaba la llegada de la policía. Dijo que la mayor parte de él era Holden Caulfield y el resto era el diablo. En 1981, John Hinckley Jr., quién intentó asesinar a Ronald Reagan, declaró que estaba obsesionado con el libro de Salinger. En 1989, Robert Bardo, asesinó a la actriz Rebecca Schaeffer y tenía en su posesión una copia de este libro cuando la policía lo arrestó en su domicilio.
Las preferencias literarias de estos perturbados hombres parecían sólo una inocente coincidencia pero pronto comenzaron a surgir numerosos reportes de asesinos que encontraron inspiración en Caulfield. Hay un estudio que dice demostrar que 9 de cada 10 asesinos poseen una copia del libro. Otro que afirma que El guardián entre el centeno está entre los tres libros favoritos de los asesinos en serie. Los conspiranoicos afirman que el FBI recibe una alerta cada vez que se adquiere este libro en Norteamérica.
Son datos interesantes pero no me parecen concluyentes. Me parece comprensible que tantos asesinos se hayan sentido identificados porque el personaje principal es un adolescente rebelde que no encuentra su lugar en el mundo pero eso es todo. No hay nada más entre sus páginas que parezca incitar a la violencia o que glorifique el asesinato. Por el contrario, es una novela que nos recuerda las inseguridades, temores y sueños que teníamos en la adolescencia, todos pasamos por eso.
El guardián entre el centeno ha tenido que sufrir esta inmerecida fama durante años, incluso se ha utilizado su relación con psicópatas en películas y programas de televisión donde el asesino carga consigo una copia del libro. Es una lástima que esta novela sea en ocasiones más conocida por los infames personajes que lo han leído que por su valor literario.
No voy a presumir de no haber sido víctima de la publicidad injusta, confieso que lo leí esperando encontrar en algún capítulo la explicación a la obsesión de los asesinos por este libro y lo único que encontré fue un adolescente cualquiera con impulsos y sentimientos normales. Un joven irresponsable que inspira al lector a sentir compasión y deseos por ayudarlo. Las situaciones que Holden atraviesa son tan reales como las que nosotros vivimos a su edad.
Seguramente esos asesinos poseían también otros libros pero la obra de Salinger tuvo la mala suerte de ser la más mencionada y por lo tanto la que salió peor librada. En fin, se dice que “No hay mala publicidad” así que mientras se siga hablando de esta obra, aunque se relacione con algo negativo, puede atraer nuevos lectores. De preferencia unos cuyas acciones no sigan dándole mala fama a este gran libro.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

jueves, 9 de agosto de 2012

Una historia mágica


Caballeros de honor con brillantes armaduras, castillos impresionantes, reyes encabezando batallas, tratados de paz, escuderos sirviendo a sus señores con la esperanza de luchar portando el estandarte de su rey algún día, hermosas doncellas, bufones de la corte, consejeros, magos… ¿magos? Hay muchos leyendas y mitos que se han creado alrededor de la verdad para darle un toque de romanticismo e incluso modificar la historia para fines ocultos.
Uno de los mejores ejemplos de esto es Camelot y la maravillosa historia del Rey Arturo, Ginebra, Lancelot, Merlín y Morgana, entre muchos otros. ¿Quién no ha escuchado la leyenda de Excalibur? A través del tiempo se han escrito novelas, poemas e incluso canciones al respecto. El joven justo y honorable destinado a convertirse en rey y gobernar para traer la paz a sus tierras. La espada que sólo obedecería al hombre destinado a portarla.
Es una gran historia, incluso una de mis favoritas, tanto así que he intentado leer todo cuanto he encontrado sobre el tema e incluso sobre la vida del enigmático Merlín. Fantasía y realidad se mezclan resultando en una poderosa leyenda capaz de inspirar a millones de personas. La magia de Camelot reside en el anhelo, el sueño de vivir en un país unificado con paz y prosperidad. La realidad, como bien demuestra la historia, dista mucho de esta fantasía y no sólo en Gran Bretaña.
Los historiadores proporcionan numerosos datos que confirman la existencia del Rey Arturo y sus esfuerzos por mantener la paz. Su historia se ha modificado tanto que con el tiempo hay quiénes incluso han llegado a pensar que es sólo una invención literaria. Gracias a las licencias creativas algunos de los protagonistas de este periodo se han convertido en héroes y otros tantos en villanos, algunos fueron ignorados por completo y otros inventados buscando incrementar el interés de los lectores.
The Wicked Day, la novela escrita por Mary Stewart en 1983 es el cuarto de una serie de cinco libros que relatan la leyenda del Rey Arturo. La autora realizó una extensa investigación histórica para retratar acertadamente la época y el clima político que se vivió en ese entonces. En esta entrega seguimos la vida de Mordred, el hijo bastardo que tuvo Arturo con su media hermana Morgause, quién con engaños lo llevó a su cama consciente de una macabra profecía.
Merlín había advertido a Arturo sobre una visión en la que le era revelado que su hijo bastardo sería su perdición. Morgause logra mantener en secreto la existencia de su pequeño mientras es criado por una pobre familia de pescadores. Esta hermosa novela nos transporta a través del tiempo y el espacio al describir el entorno de una manera tan detallada que nos parece percibir el olor del mar y de las flores; escuchar los cantos de las aves y las voces de los caballeros e incluso de sentir la fresca brisa sobre nuestros rostros.
A través de sus páginas sentimos la angustia de Mordred, quién al enterarse de la profecía, hace todo lo posible para que no se cumpla. Su gran sentido del honor y lealtad lo ponen a prueba en todo momento. En ciertos poemas y relatos Mordred ha tenido la mala fortuna de ser descrito como un traidor y un enemigo pero esta novela nos describe a un joven que se rehúsa a aceptar su condición de peón en un cruel juego de ajedrez.
Stewart logra mantenerse fiel a la época y describe las batallas, los tratados y las posturas de los territorios en conflicto. Las reacciones de los personajes son las más humanas que he visto manejadas en este tema. Las situaciones son reales y se deja de lado el romanticismo para mostrarnos la crudeza y la extraña diplomacia de la época. La magia de Merlín y de Morgause también está presente en esta historia pero mostrada de una manera más humana, sus poderes son el conocimiento de hierbas y la manipulación de situaciones para lograr sus fines. Algo que en esa época de superstición e ignorancia sería considerado magia.
The Wicked Day es un libro tan interesante y bien escrito que se sostiene solo, no es necesario leer los anteriores para comprender lo que sucede en esta entrega. Vale la pena leer sobre uno de los pasajes menos conocidos de la historia del Rey Arturo y quizás el más estigmatizado debido al incesto y las insinuaciones de parricidio. Después de esta lectura no volverán a ver de la misma manera a la leyenda de Los Caballeros de la Mesa Redonda.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.


martes, 7 de agosto de 2012

30 Años de puro metal


Tuve una infancia feliz y bastante común, me gustaban las muñecas, los moños, los corazones y los columpios. No fui problemática y aunque hice los clásicos berrinches de cualquier niña saludable, no era muy diferente al resto de las niñas de mi edad. Cuando entré a la adolescencia surgió la típica rebeldía que nos hace cuestionarnos todo lo que hay a nuestro alrededor, sobre todo a las figuras de autoridad. No era una busca pleitos pero reconozco que tuve un pequeño problema de disciplina que ocasionó que, en más de una ocasión, se requiriera la presencia de mi madre en la oficina de la directora.
Ahora me doy cuenta que yo era una rebelde sin causa porque en realidad no tenía nada por qué protestar, nada que hiciera mi vida un suplicio, al menos no más que la de cualquier adolescente que se enoja creyendo que sus padres no lo entienden. Fue en esa época que descubrí un género de música maravilloso, el ritmo furioso, los acordes agresivos y las caras de pocos amigos de los intérpretes me cautivaron de inmediato. Lo primero que pensé fue “ellos están tan enojados como yo, ellos sí me comprenden” y me sentí identificada de inmediato.
Contrario a la creencia popular, el rock pesado o metal no incita a la violencia ni es propio de vándalos y adictos. La mayoría de su audiencia se componía en sus inicios de jóvenes que, después de tanto tiempo de sentir que no encajaban en ningún lugar, encontraban un género que parecía hablarles directamente y hacerles ver que no importaba lo que los demás pensaran de ellos. Eso fue justo lo que me pasó a mí, no sólo los acordes me hacían vibrar sino que las letras me inspiraban a canalizar mi rebeldía de otras maneras, a dirigirla de manera positiva para encontrar mi lugar en este mundo.
Los pioneros del metal abrieron el camino para otros géneros como el hard rock. Desde Ozzy Osbourne y AC/DC hasta Mötley Crüe y Van Halen, todos me ayudaron a sobrevivir esa etapa en la que tantos adolescentes se pierden. Me encantaba usar playeras con las imágenes de mis grupos favoritos y escuchar su música a todo volumen en mi walkman, gracias a ellos me concentré en los estudios y en mantenerme lejos de los problemas, por más extraño que parezca.
Uno de los mejores grupos de este género es, indiscutiblemente, Metallica. Tuve la fortuna de verlos en vivo en 1993 y mis amigos llevan 19 años escuchándome decir que fue el mejor concierto de toda mi vida. Pues bien, no volverán a escucharlo de mí porque, oficialmente, el mejor concierto ahora fue el de Metallica 2012 en el Palacio de los Deportes en México, D.F.
La mega producción con la que conmemoran 30 años de trayectoria provocó la euforia de todos los asistentes. El piso del escenario está cubierto en su totalidad por pantallas que exhiben imágenes alucinantes que acompañan a la perfección a la extraordinaria voz de James Hetfield. Incluso muestran acercamientos de la mano de Kirk Hammett tocando la guitarra, de Robert Trujillo tocando el bajo a una velocidad impresionante y de Lars Ulrich golpeando furiosamente la batería.
El escenario se prende una y otra vez con grandes llamaradas que salen del suelo creando el fondo perfecto para los ataúdes que bajan del techo inclinándose para revelar que también son pantallas. Diversos elementos del set representan los álbumes de Metallica, como las cruces que salen del piso dando la sensación de que el grupo toca en un cementerio o la estatua de la justicia que arman sobre el escenario con ayuda de una grúa durante una canción.
Todos enloquecimos cuando, durante la interpretación de Ride the Lightning, una silla eléctrica de grandes dimensiones descendió del techo acompañada de unas bobinas que la electrificaron. Ver a James tocando su guitarra mientras la electricidad brillaba a sus espaldas fue emocionante. Tocaron gran parte de sus éxitos durante las dos horas y media que duró el concierto aunque faltaron muchas otras que los fans ansiábamos escuchar.
El público entonó cada canción demostrando que se sabía a la perfección todas las letras, algo impresionante en un país cuyo idioma no es el inglés. Todos levantamos el puño al ritmo de Master of Puppets y nos mecimos al compás de Nothing Else Matters. Hacia el final, cuando creímos que lo habíamos visto todo, bajó un sanitario enorme para conmemorar el título original del álbum Kill ‘em all que fue censurado. La mano gigante que salió de él sosteniendo una espada lo dice todo: Metal up your ass.
Nunca había visto a Metallica con una producción de tanto presupuesto aunque sé que lo hubiera disfrutado de igual manera si sólo hubieran estado los cuatro integrantes parados al centro iluminados por un foco interpretando las canciones que han marcado mi vida. Hubo muchas personas que me dijeron que mi gusto por esa música era sólo una etapa, un capricho y que eventualmente la dejaría atrás cuando madurara.
Treinta años después los sigo escuchando, voy a sus conciertos y me pongo playeras con su logotipo aunque ya no estén tan de moda como en otros tiempos. Me gusta escuchar otros tipos de música pero siempre tendrán un lugar muy especial en mi corazón los grupos con los que crecí. Y es por eso que aguardaré pacientemente a que el metal regrese más fuerte y más pesado que nunca.

La imagen utilizada es el póster oficial de Metallica en México 2012, Palacio de los Deportes.

miércoles, 1 de agosto de 2012

50 Veces más irritante


Si aún no has leído 50 Sombras de Grey seguramente habrás escuchado por lo menos que se trata de una novela romántica con tintes sadomasoquistas o al menos eso es lo que su autora, E. L. James, pretendía. James nunca imaginó que su novela se convertiría rápidamente en un éxito de ventas encontrando su mercado en las mujeres casadas mayores de 30 años con hijos. En Norteamérica rápidamente se le ha denominado a su trilogía “Pornografía para madres”.
La primera parte, con la que comienza este romance insufrible entre la torpe e insegura Anastasia Steel y el guapo multimillonario Christian Grey, me hizo sentir incómoda y francamente asqueada con la enfermiza relación entre ambos. No me refiero a las escenas de sexo explícito y juguetes sexuales sino al abuso psicológico al que Ana es sometida. Lo peor es que ella se enamora perdidamente de Grey y toda su vida se ve alterada drásticamente. De pronto sus aspiraciones profesionales no parecen tan importantes, cada hombre en su vida es visto como una amenaza por su inestable novio e incluso su forma de vestir y comportarse debe amoldarse a su nueva relación.
Sin embargo, hacia la mitad del libro comencé a sospechar que yo también era sadomasoquista y no me refiero a sexo con esposas y látigos. Por mucho que me molestaran los personajes y la historia no podía dejar de leer. Me enojaba cada vez que la protagonista pedía perdón aunque no hubiera hecho nada malo y lo peor es que esto es en casi todas las páginas. Me enfurecía la manipulación de Grey y la inseguridad de Ana. De hecho, parecería que lo único que no encuentro objetable del libro son las escenas de sexo y, aun así, seguía leyendo ansiando el final. Creí que lo que quería era terminar mi sufrimiento pero tristemente reconozco que realmente quería saber qué sería de los personajes.
Una de las reglas más importantes al crear personajes es lograr que el público se identifique con ellos para bien o para mal, que el lector se interese por saber qué sucederá con ellos, en pocas palabras que los odien o que los amen pero que sientan algo por ellos. Esto fue exactamente lo que me sucedió con Anastasia y Christian, los considero molestos, dramáticos, exagerados y con tantos traumas que creo que ni siquiera Freud o Jung podrían salvarlos de sí mismos.
A pesar de todo, leí la segunda parte, 50 sombras más oscuras. Por alguna extraña razón creí, o esperé, encontrar más substancia, algo que justificara lo sucedido en el primer libro y que demostrara lo equivocada que estaba al juzgarlo tan duramente pero no fue así. Esta continuación utiliza la misma fórmula de celos, sexo, posesión, peleas y manipulaciones en situaciones que nos recuerdan en todo momento la inmensa fortuna de Christian.
Se agregan un par de personajes nuevos y giros en la trama que parecen irse tan rápido como llegan. La autora nos cuenta un poco más sobre el pasado de Grey intentando buscar nuestra compasión pero a la única que convence es a Anastasia quién ahora vive completamente dedicada a que su novio sea feliz aunque en el proceso ella deba vivir con los nervios destrozados.
En esta segunda entrega hubo otro cambio importante, los “lo siento” y “¿estás enojado?” fueron substituidos en su mayoría por “No me dejes” y “soy tuya”. Incluso Christian dejó ver su lado más sensible y las páginas derramaban tanta miel que por un momento creí que sería atacada por abejas. Incluso las escenas de sexo comenzaban a ponerse tediosas, aplaudo que la autora promueva el sexo seguro pero no podía leer ni una vez más sobre condones saliendo de su empaque.
Todas estas razones me llevan a creer que, efectivamente, tengo algo de sadomasoquista, no sólo por seguir leyendo estos libros que tanto me molestan sino porque insisto en platicar acerca de ellos. Tal vez esa sea la enseñanza que me está dejando esta trilogía, a través del dolor y el sufrimiento podemos descubrir aspectos de nuestra personalidad que no sabíamos existían. Así como Ana descubrió que el dolor podía traerle placer, quizás yo haya aprendido que puedo disfrutar enormemente de un libro que no me enorgullezco de haber leído. Y, como buena sadomasoquista, leeré la última parte y estoy segura que la encontraré igualmente molesta y perturbadora y me va a encantar odiarla.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

Una franquicia legendaria


Los superhéroes siempre han creado fascinación en las personas, son inspiradores, traen esperanza, se aseguran de que los malvados reciban su merecido y su lado humano permite que los aficionados a los cómics nos identifiquemos con ellos.
Cada persona tiene un superhéroe favorito, ya sea por sus poderes o por la historia que lo rodea, aunque hay ciertos requisitos que la mayoría de ellos comparten en su vida como una tragedia personal y la existencia de un némesis que siempre derrota pero nunca mata para que pueda regresar una y otra vez a fastidiar.
Todos los superhéroes son fascinantes pero quizás el más realista sea Batman, el caballero de la noche. No estoy diciendo que es parte de la vida diaria ver a hombres disfrazados de murciélago que luchan contra el crimen, al llamarlo realista me refiero a que, en nuestras mentes, cualquiera de nosotros podría convertirse en superhéroe de la noche a la mañana.
Batman es un hombre como cualquier otro, sin contar su inmensa fortuna y formidable físico, que vivió algo traumático que lo dejó marcado para siempre. Tiene sueños y esperanzas para el futuro pero también es presa de temores e inseguridades con las que debe luchar a diario. Un buen día decide que ya está cansado de ser sólo un espectador de las injusticias y se reinventa como un vigilante nocturno que protege a los habitantes de la ciudad que tanto ama: Gótica.
Lo primero que hace es confeccionarse una imagen que inspire temor en los criminales y qué mejor que el animal que tanto miedo le causa desde niño, el murciélago. Su inmensa fortuna le permite acceso a las mentes más brillantes y a la mejor tecnología para así surtirse de todo tipo de accesorios para facilitar su lucha contra el mal. Su experiencia en artes marciales y excelente condición física son el complemento perfecto para el alter ego que patrulla las calles en vehículos asombrosos que ya quisiera cualquiera para sortear el tráfico en horas pico.
Su máscara no es un capricho o un bizarro intento de imponer una moda, como bien dice Bruce Wayne, es para proteger a sus seres queridos de los enemigos que inevitablemente van a surgir. Estas palabras nos refuerzan el hecho de que Batman es solamente un ser humano sin súper poderes otorgados por la mordida de un animal mutante, que no fue víctima de una radiación o depende de algún otro fenómeno que le diera una ventaja sobre sus enemigos. Sus súper poderes son virtudes humanas como la preparación, la inteligencia y la integridad, entre muchas otras.
La trilogía creada por Christopher Nolan ha sido un éxito de taquilla y no es para menos, logró rescatar el personaje que fue destrozado en entregas anteriores, como la protagonizada por George Clooney, y nos trajo un Batman oscuro e implacable interpretado magistralmente por Christian Bale, en mi opinión, el mejor Batman que ha habido. La última entrega de la saga, The Dark Knight Rises, ha sido una de las películas más esperadas y las expectativas fueron más que satisfechas.
Michael Caine, Gary Oldman y Morgan Freeman son parte del excelente reparto de esta trilogía y en esta última parte se les une Anne Hathaway, quién debió esforzarse por demostrar que podía representar el papel de Gatúbela ya que muchos no la consideraban lo suficientemente sexy. Me cuento entre ellos pero debo admitir que hizo muy buen papel.
La película comienza explicando los cabos sueltos que dejaron en la entrega anterior y nos muestra a una Ciudad Gótica con un índice muy bajo de crimen. Aparentemente no hay razón ya para la existencia de un superhéroe que los defienda pero la aparición de un villano no se hace esperar y llega a la ciudad Bane, un hombre cruel y extremadamente peligroso que amenaza a la ciudad entera.
Desde el momento en que Batman aparece la emoción es constante y la violencia y el caos en la trama llegan al punto en que no parece posible salvar a la ciudad de la destrucción. Sin revelar nada de esta gran película sólo puedo decir que no pueden perdérsela, es el cierre perfecto para esta exitosa trilogía que seguramente dará pie a una nueva franquicia.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.