lunes, 8 de octubre de 2012

Una lectura maquiavélica


Todos hemos escuchado hablar de planes maquiavélicos, quizás incluso hemos sido víctimas de algunos o los hemos llevado a cabo. Ser considerado como una persona maquiavélica es algo negativo aunque más bien debiera tomarse como un cumplido. Sería imposible llevar a cabo un plan maquiavélico sin una buena dosis de inteligencia.
Nicolás Maquiavelo es una figura relevante del Renacimiento Italiano cuyos escritos siguen tan vigentes ahora como lo fueron hace cinco siglos. Inexplicablemente su apellido es ahora usado para describir acciones y actitudes que se valen del engaño y la hipocresía para fines específicos. Esta connotación negativa es una verdadera lástima ya que Maquiavelo fue no sólo un brillante filósofo político sino un respetado diplomático y funcionario público.
Maquiavelo provenía de una familia de buen linaje que se empobreció por las deudas de su padre, quizás esa difícil situación lo preparó para abrirse paso en el mundo confiando en su inteligencia. Su cargo en una oficina pública lo llevó de viaje por varias cortes en misiones diplomáticas. Trató con personajes importantes y negoció tratados de paz. Su elocuencia e inteligencia impresionaron al emperador Maximiliano I al grado de convencerlo de no invadir territorios italianos y mucho menos Florencia a pesar de que ese era su plan inicial.
Pocas personas en la historia han tenido argumentos tan convincentes como los de Maquiavelo para hacer cambiar de opinión a hombres poderosos. Hay quiénes pueden creer que Nicolás Maquiavelo era sólo un manipulador pero era un estudioso del comportamiento humano y un experto en política. No era fácil refutar sus argumentos no cuestionar sus explicaciones.
A pesar de su intelecto superior y sus vastos conocimientos fue víctima de la época y no sólo fue apresado y torturado sino que sus amigos le dieron la espalda. Los dirigentes que antes confiaban en sus consejos lo apartaron de su lado y se vio obligado a vivir en el exilio. El fuerte carácter de Maquiavelo lo llevó a aprovechar los peores años de su vida dedicándose a escribir y mostrar lo mejor de su talento.
Aunque Maquiavelo murió en el olvido y sin justo reconocimiento por sus escritos es en siglos posteriores cuando su genio se vuelve lectura de cabecera para hombres en posiciones de poder. El Príncipe, una de sus obras más conocidas es un tratado de teoría política que, pese a haber sido dedicado a Lorenzo II de Médici en el Siglo XVI sus consejos pueden ser aplicados con facilidad hoy en día en diferentes campos.
Desde políticos y empresarios hasta militares y comerciantes, todos podemos beneficiarnos de leer El Príncipe ya que es un inteligente manual sobre cómo mantener la cabeza fría y lograr nuestros objetivos sin importar nuestra profesión. Podemos encontrar en este libro algunos consejos que quizás hemos puesto en práctica en diferentes momentos de nuestras vidas sin haber leído este tratado de Maquiavelo pero hay otros que definitivamente no se nos hubieran ocurrido y cambian por completo nuestra manera de hacer negocios.
Por su contenido, El Príncipe puede ser comparado con un libro de superación personal ya que es una serie de consejos y lineamientos con ejemplos de los resultados obtenidos al aplicarlos. De igual manera nos muestra casos documentados de aquellos dirigentes que no los siguieron y los fracasos que derivaron de ello.
Quizás resulte cínico hasta cierto punto creer que podemos aplicar en la vida diaria del siglo XXI los consejos de Maquiavelo para conquistar territorios y gobernar países. Se podría pensar que es un buen material de lectura sólo para políticos y gobernantes pero no es así. Puede que a mí no me interese gobernar una nación pero tengo sueños y metas que pueden ser alcanzados con la actitud correcta. Seguramente ni mi vecino, ni mi amiga ni el tendero de la esquina pretenden derrocar a un rey pero no les caería nada mal un libro con consejos para salir adelante en cualquiera que sea su línea de trabajo.
Leer El Príncipe no implica que al terminarlo vayamos a trazar planes para manipular a los demás ni que desconfiemos de todos a nuestro alrededor. Al leer las teorías de Maquiavelo y aprender sus lecciones podemos conocer al hombre, al filósofo, al político, al diplomático. Cualquier idea errónea que se tenga sobre su persona se desvanece al darse cuenta que Maquiavelo realmente comprendía la naturaleza humana y sabía perfectamente qué esperar de cada persona en cada situación.
Una de sus posturas más famosas es la de que es preferible ser temido que ser amado ya que en una revolución, es más fácil que el pueblo olvide el amor pero el temor siempre lo perseguirá. Con esto se podría pensar que Maquiavelo era cínico, cruel y un tanto pesimista pero esa es precisamente su genialidad, siempre habló con la verdad aunque ésta incomodara. Sus palabras no nos dejan preparados para conquistar al mundo pero sí para comprender que ser llamado “maquiavélico” no es un insulto.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

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