viernes, 21 de diciembre de 2012

Cortejando a la vida


Astronautas, vaqueros, policías, presidentes, atletas profesionales, los niños sueñan en grande y se emocionan imaginando las emocionantes vidas que tendrán cuando sean adultos. No importa qué tan descabellada pueda parecer nuestra idea, cuando somos niños estamos convencidos de que sólo necesitamos quererlo para tenerlo. La niñez es una época maravillosa en que la realidad no tiene gran influencia en nuestras decisiones.
Como adultos sabemos que no se trata sólo de elegir lo que queremos sino de trabajar para conseguirlo y, en un mundo en donde la competencia es cada vez mayor, debemos estar muy bien preparados. Confucio dijo “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”, tenía razón pero no del todo. Incluso para aquellos que tienen su trabajo soñado deben lidiar con ciertos aspectos de su profesión u oficio que no son del todo de su agrado.
Cuando estaba en la universidad asistí a una conferencia sobre publicidad y el orador nos dijo algo que jamás olvidaré: “La publicidad sería la mejor y más bonita de todas las profesiones de no ser por los clientes”. Como estudiante no lo comprendí del todo pero ahora, después de más de una década dedicándome a diseño y publicidad sé exactamente a qué se refiere. No creo que sus palabras se limiten a mi área, lo mismo sucede en cualquier otra. Clientes, proveedores, especificaciones técnicas, leyes, regulaciones oficiales, en todos los ámbitos se encuentran limitantes que debemos tolerar.
A pesar de los problemas laborales y el estrés no debemos olvidar estar agradecidos de que tuvimos la libertad de elegir a qué nos dedicaríamos. En la antigüedad las mujeres no podían darse el lujo de tomar decisiones respecto a sus propias vidas ni mucho menos estudiar y prepararse. Este es el tema que aborda Susan Griffin en el libro Las Cortesanas y nos lleva en un emocionante recorrido a través de la historia que describe un mundo dominado por hombres, regido por el machismo y los prejuicios.
Griffin describe fielmente el absurdo de considerar a las mujeres una moneda de cambio, se esperaba que fuesen seres desprovistos de consciencia que sólo servían para adornar las cortes y unificar reinos a través de matrimonios provechosos. Las mujeres “respetables” no aprendían siquiera a leer y escribir, se les mantenía en la ignorancia en cuestiones políticas y sociales. Era impensable el considerar pedirles su opinión o permitir que tuvieran profesión o ejercieran algún oficio.
Curiosamente, en una época tan denigrante para las mujeres, la clase baja parecía gozar de más libertad ya que de ellas no se esperaba nada, nadie parecía reparar en ellas y muchas incluso se ganaban el sustento trabajando como criadas pero ellas tampoco podrían jamás estudiar alguna profesión. Las mujeres de clase baja podían ir y venir a su antojo pero se desgastaban físicamente con trabajos pesados y mal pagados. Las mujeres de clase acomodada vivían rodeadas de lujos pero no podían siquiera expresarse.
En ese estado de represión resulta admirable que las mujeres hayan encontrado la manera no sólo de asegurar su posición económica sino de estudiar y cultivarse, tanto así que sus opiniones eran escuchadas y respetadas. La mejor manera de conseguir esta envidiable posición era convirtiéndose en cortesana. Las más hábiles se reinventaban a sí mismas y creaban personajes que conquistaban amantes adinerados y poderosos que no reparaban en gastos para mantenerlas a su lado.
Sería fácil juzgar a estas mujeres y criticarlas por sus decisiones pero la realidad es que eran otros tiempos y sus situaciones eran desesperadas. Las cortesanas se valieron de sus atributos físicos pero también de su inteligencia para acumular riqueza y poder. De ellas se esperaba no sólo que fueran artistas en la cama sino que también fueran cultas, divertidas y educadas para retener la atención de los hombres en las más elevadas posiciones.
En Las cortesanas se describe cómo es que llegaron a convertirse incluso en íconos de la moda y la cultura, creando tendencias en ropa y accesorios, se volvieron imprescindibles en eventos sociales, se codeaban con la más alta sociedad y apoyaban a las artes. Estas mujeres lograron lo impensable en una época en que la represión al sexo femenino era una norma. Este libro nos muestra las increíbles y conmovedoras historias que van de la pobreza y el abuso a la riqueza y la admiración. Una lectura que cambiará definitivamente nuestra manera de pensar sobre las cortesanas.
La imagen utilizada es propiedad de la Editorial.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La última y nos vamos


Este año parece estar de moda más que nunca todo lo relacionado con el fin del mundo y la aniquilación de la raza humana. Es innegable que los Mayas poseían grandes conocimientos, superiores incluso a los de muchas poblaciones de hoy en día pero no creo que ni ellos, con su gran inteligencia, hubieran imaginado el revuelo que sus profecías causarían en pleno siglo XXI.
El anuncio del fin de nuestros días no es nada nuevo, a través de la historia se ha dado una cantidad absurda de fechas en las que supuestamente todo terminará. Ni siquiera tengo que remontarme a épocas muy lejanas, recuerdo cuando en mi niñez se anunciaron fechas apocalípticas que terminaron siendo días perfectamente normales.
Me tocó vivir la paranoia del Y2K, yo nunca creí que los misiles fueran a dispararse solos ni que las computadoras fueran a volverse locas y a apoderarse del mundo en cuanto entráramos a un nuevo siglo pero conocí varias personas que estaban convencidas de que nos había llegado nuestra hora. Yo recibí al nuevo milenio en un bar con vista al mar disfrutando de un espectáculo de fuegos artificiales sobre la bahía. Mi computadora simplemente cambió de fecha, no se auto destruyó y nunca hubo un apagón masivo que condenara a la humanidad a una época de obscuridad.
En años recientes ha surgido una buena cantidad de profetas autoproclamados que advierten sobre el fin del mundo pero no se les ha tomado en cuenta, ni siquiera a trending topic llegan. Me resulta raro que las profecías Mayas ahora sean tomadas casi cómo una ciencia exacta aceptada por tantas personas en el planeta. Lo peor de todo es que las personas que sufren cada día ante el inminente fin de nuestra existencia ni siquiera se preocupen por leer y estudiar a fondo lo que los Mayas realmente querían decir.
Los Mayas se referían al fin de la vida cómo la conocemos, lo cual puede significar cualquier cosa. Si mañana decido volverme vegetariana entonces mi vida cambiará o si me mudo a otra ciudad mis días serán muy diferentes a lo que son ahora. El mundo en estos momentos está pasando por un momento difícil y las personas que están en puestos claves para tomar decisiones no están haciendo un buen trabajo. Hay tantas cosas que no están funcionando que realmente espero que los Mayas tengan razón y venga un cambio porque en verdad lo necesitamos.
Lo único seguro es que es un tema que siempre ha dado y dará mucho de qué hablar. Por eso las películas de desastres siempre han obtenido buenos resultados en taquilla. Ya sea que se trate de un meteorito que se impacta en la tierra, que los extraterrestres vengan a conquistar nuestro planeta o que el apocalipsis zombie esté a la vuelta de la esquina, la destrucción del mundo siempre ha generado tanta atracción como miedo.
Hay una buena cantidad de películas sobre mundos post-apocalípticos y la mayoría pintan panoramas poco alentadores. Extinción, recursos agotados, muerte y destrucción son algunos de los aspectos que se muestran en la pantalla grande. Desde Mad Max, pasando por Yo soy leyenda, hasta Los hijos del hombre todas parecen dar pocas esperanzas a la raza humana.
Joel Juárez es un director que se aventuró a crear un mundo post-apocalíptico diferente en su primer largometraje Generation Last. Esta película nos cuenta la historia de un grupo de niños que intentan sobrevivir en un mundo destruido y abandonado. Aunque la idea podría ser buena la trama es lenta y tediosa. Sólo podemos imaginar la angustia de estos niños ya que en pantalla no la vemos.
Los pequeños están solos, hambrientos y cansados pero eso no es todo. Al parecer ya no hay protección alguna en la atmósfera contra los rayos solares y deben beber un líquido que les ayuda a retrasar la inevitable aparición de cáncer. Para colmo deben cuidarse también de los chaneques, criaturas mitológicas que protegen a la naturaleza de la destrucción del ser humano.
Aplaudo la visión del director y su intento por mostrar un destello de esperanza en un mundo de desolación. Juárez filmó esta película en Acapulco y logró capturar la belleza de sus paisajes naturales aunque nos deja queriendo más. En resumen, fue un buen esfuerzo pero debió cuidar más los detalles y adaptar el guión ya que nunca hubo un punto álgido en la película, la historia es plana de principio a fin. Faltó emotividad que nos mostrara la realidad de la situación ya que los protagonistas no parecían sobrevivientes en un mundo hostil sino sólo niños que se fugaron de sus casas y se unieron a una pandilla.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Para ser un buen vecino


Me he mudado muchas veces, he vivido en casas y en departamentos pero la única constante es que nunca he sido la vecina ansiosa por hacer nuevas amistades. Me limito a decir buenos días y buenas tardes y a mantener limpias las áreas que me corresponden. No es que me precie de ser antisocial pero a través de los años he descubierto que es mejor mantener un trato cordial pero distante para evitar demasiada familiaridad que en un futuro puede llevar a desacuerdos.
He tenido la suerte de tener vecinos que parecen pensar igual que yo, nunca me ha tocado que alguna mujer me dé la bienvenida con panecillos y jamás he vivido en alguna colonia donde hagan convivios los fines de semana para unir a la comunidad cómo en ciertos programas de televisión. En una ocasión una vecina vino a verme a los pocos días de que me mudé para indicarme que debía mantener las hojas de mis árboles recortadas ya que en ocasiones se asomaban sobre su barda y no le parecía. Cabe mencionar que su actitud no fue nada amable pero contraté un jardinero para recortar los árboles que pudieran asomar a su propiedad y eso fue todo.
Mi relación con los vecinos es respetuosamente seca y todo parece funcionar. Si yo no me meto en sus vidas ellos tampoco se meten en la mía. Esta filosofía vecinal es la que utilizo tras cada mudanza y aun así me he llevado desagradables sorpresas. No hay manera de saber qué clase de personas viven al lado hasta que algún chismoso nos cuenta sobre ellas o, peor aún, las vemos en las noticias porque son buscadas por cometer ilícitos.
En una ocasión escuché a un comediante decir que cuando hay un asesino serial suelto el lugar más seguro es justo en la casa de al lado ya que los vecinos son los que siempre aparecen en las noticias para comentar “yo lo saludaba todos los días”, “parecía alguien normal”, “siempre se portaba tan amable, jamás lo hubiera imaginado”. Ese comediante tenía razón hasta cierto punto, tal parece que los vecinos siempre están listos para dar la entrevista después de que aparecen los cuerpos de las víctimas en el congelador del hombre que vive al lado.
La casa de al lado contradice por completo esta teoría. Esta película protagonizada por Jennifer Lawrence y Elizabeth Shue comienza cuando madre e hija llegan a vivir justo al lado de una casa con un pasado siniestro. La trama pudiera ser interesante ya que se revela un horrible suceso acontecido en ese lugar que marcó a todo el pueblo. Los vecinos aconsejan a las recién llegadas a mantenerse alejadas de esa casa y del único habitante en ella.
Hasta aquí todo va bien pero el guión falla al crear el suspenso que uno espera en este tipo de películas. Les doy crédito por intentar dar un giro inesperado pero en realidad todo era bastante predecible y la mayoría de los espectadores ya habíamos descifrado lo que sucedía durante la primera mitad de la película así que la revelación no tuvo nada de sorprendente.
Lawrence es una buena actriz que fue desaprovechada en esta película pero por lo menos hizo lo suficiente para entretener al público. No vimos mucha sangre ni violencia lo cual puede ser bueno dependiendo de la visión del director pero tampoco experimentamos tanta tensión y las escenas de persecución y de forcejeo fueron débiles.
A pesar de las deficiencias de esta película la considero palomera, no creo que gane ningún premio pero es una buena manera de relajarse un sábado por la tarde tras una semana de arduo trabajo. Quizás el error fue clasificarla como película de terror ya que en este género es ampliamente superada por muchas que, aunque no tengan grandes guiones, la manera en que crean tensión y van subiendo de tono las hacen clásicos del cine.
Si algo aprendí al ver La casa de al lado es que mis vecinos no son tan malos después de todo, no dudo que muchos de ellos tengan historias un tanto escabrosas pero no voy a cometer el típico error de películas de terror y tocar a su puerta sola, de noche, completamente desarmada y sin avisarle a nadie. ¿Quién sabe? Quizás son ellos los que piensen que yo soy alguien de cuidado y no tengan intención alguna de tocar a mi puerta por la noche.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.

Para la Generación Nintendo


Jamás olvidaré el día en que vi por primera vez un videojuego, me resultó increíble descubrir que la televisión no sólo servía para ver programas sino para jugar tenis. Bueno, era bastante rudimentario, los jugadores eran simples barras a cada lado de la pantalla, la red era sólo una división a la mitad y la pelota era un cuadrado que hacía un sonido peculiar al rebotar. Creo que a los niños en general, no nos molestaba la falta de definición, estábamos demasiado impresionados con la novedad de controlar lo que veíamos en nuestras pantallas.
Al poco tiempo llegó el Atari y era lo último en tecnología, constantemente terminaba con las manos adoloridas por utilizar el joystick pero no me importaba. Cambiaba cartucho tras cartucho descubriendo cuál me gustaba más y para cuál tenía más habilidad. Me encantaba Space Invaders, Q*bert, Seaquest, Jungle Hunt, bueno, me gustaba cualquier juego que cayera en mis manos. A excepción de los de deportes, esos no eran de mis favoritos pero era tan devota de esa consola que incluso me gustó el de E.T. uno de los peores juegos en la historia de los videojuegos, no me avergüenza admitirlo.
Del Atari brinqué al Nintendo, Súper Nintendo y cuanta consola siguió. Debo admitir que cuando los juegos de plataforma evolucionaron a la tercera dimensión me costó un poco de trabajo adaptarme. Estaba acostumbrada a mover mi personaje sólo hacia un lado, brincar obstáculos que llegaban al frente y dispararle a lo que se moviera. Cuando tuve más posibilidades de movimiento, puertas ocultas, trampas en el suelo y enemigos que salían de la nada debí pasar por un proceso de adaptación. Fue en ese momento que descubrí que ser una buena gamer no era tan fácil como antes.
Más de dos décadas después, mi afición por los videojuegos sigue intacta y mi consola predilecta es la Xbox 360. Mi ajetreada vida diaria no me permite estar metida en ellos todo el día pero encuentro tiempo para jugar de vez en cuando. Es interesante ver la evolución no sólo de los sistemas de juego sino de los personajes que conocí de niña y las franquicias que he seguido desde un principio.
En los cortos de la película Ralph, el demoledor vi varios personajes conocidos en el mundo de los videojuegos pero no terminó de llamar mi atención. Por lo general me gustan las películas infantiles que están plagadas de referencias pop y retro que en ocasiones parecemos entender mejor los adultos que los niños a los que van dirigidas pero a Ralph no le di mucha importancia. No tardé en escuchar numerosas críticas positivas y recomendaciones sobre esta película así que decidí darle una oportunidad.
No sólo no me arrepiento sino que es una de las mejores películas que he visto. Toda película infantil que se precie de serlo lleva un mensaje positivo y ésta no es la excepción, sólo que no se trata de una lección cursi o aburrida. El fino humor con el que manejan las situaciones y las personalidades de los protagonistas cautivan al espectador desde que comienza.
La película nos cuenta la historia de Ralph, un villano de videojuegos que está harto de ser temido y rechazado por los demás. Ralph se rehúsa a ser un estereotipo y decide forjarse un nuevo destino al buscar fortuna fuera de su videojuego. Esta película se encuentra salpicada de personajes conocidos de franquicias famosas como Street Fighter y Mario Bros. pero también encontramos referencias menos comerciales, sólo para conocedores. Incluso Q*bert y Coily hacen apariciones memorables.
La simpatía que despierta Ralph desde un principio, a pesar de ser un villano, lo convierte en un inspirador anti-héroe. La extraña combinación de videojuegos y personajes funciona a la perfección creando una interacción interesante que resulta en relaciones impredecibles. El excelente trabajo de animación, grandiosos personajes y una conmovedora historia es la combinación ganadora que Disney necesitaba para recuperar su lugar en largometrajes infantiles.
Una película para todas las edades que tiene de todo: acción, romance, pelea, naves espaciales, insectos mutantes, carreras de autos, zombies y un mundo completamente hecho de dulces. Si eres fan de los videojuegos te va a encantar y aunque no lo seas la disfrutarás de igual manera. Ralph, el demoledor es ideal para pasar un buen rato y reír con ganas.
La imagen utilizada es el póster oficial de la película y es propiedad de la productora.